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— Tae — llamó Tzuyu, TaeHyung levantó su mirada de su teléfono mientras que su otra mano agarraba la cuchara llena de cereales remojados en leche — ¿Va a venir hoy JungKook?

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— Tae — llamó Tzuyu, TaeHyung levantó su mirada de su teléfono mientras que su otra mano agarraba la cuchara llena de cereales remojados en leche — ¿Va a venir hoy JungKook?

— No — TaeHyung se limitó a contestar, volviendo a su entretenido juego de recolectar moneditas. Ambos hermanos seguían en pijama, pues era sábado y no había prisa alguna.

La niña frunció el ceño sin entender nada, abrió la boca para hablar, pero NaRa entró a la cocina recién levantada.

— Buenos días, mi amor — NaRa besó el cabello de TaeHyung, repartiendo múltiples besitos que TaeHyung adoraba — Buenos días, mi niña — cargó a Tzuyu cuando la niña estiró sus bracitos a su madre.

— Buenos días, mamá, ¿y papá? — habló TaeHyung, NaRa suspiró sonoramente agotada.

— Tu padre sigue trabajando en el taller desde las siete de la mañana, como siempre — rodó los ojos, cargando a Tzuyu en su cadera. La niña de seis años admiró a su mamá encender la tostadora, lo cual era luz verde a las maravillosas y legendarias tostadas casi curativas de Kim NaRa.

— Se ve que no lleva bien la baja — se rio TaeHyung, negando suavemente. Su padre estaba dado de baja cuando en la obra en la que trabajaba, una tubería atada a una grúa golpeó su pierna y la partió. Habían pasado dos meses, y aún seguía levantándose a las siete de la mañana, aun estando de descanso.

— ¿Y qué haces tú aquí, mi vida? — NaRa preguntó amorosa, esperando a que la tostadora se calentara — Creí que JungKook vendría a por ti y saldríais a algún lado.

— Eso mismo le he dicho, mami — Tzuyu asintió y NaRa besó su cabeza.

— Oíd, JungKook no va a venir hoy y ya está — trató de calmarlas, aunque el primero que estaba aún furioso por lo de anoche era él.

— Oow, ¿ha pasado algo, Tae? — NaRa consoló, bajando a su pequeña hija para ir a abrazar a TaeHyung. Lo estrujó contra su bata pomposa de color blanca, TaeHyung suspirando cansado al tratar de alejarse del abrazo de su madre y viendo que ella lo mantenía contra su pecho fuertemente.

— No... — murmuró, la abrazó de vuelta — No es eso, mamá, esta noche saldré con YoonGi y JiMin.

— ¡Oh! ¿YoonGi y JiMin? ¿El mismo pequeño YoonGi que venía a casa a preguntar por ti y que lloraba cuando te ibas a poner los zapatos porque creía que tardabas demasiado y no querías ir con él? — NaRa habló entusiasmada, con su corazón rebozando de ternura — ¿El mismo JiMin que te daba la mano para ir a todos los sitios porque tenía miedo de que te perdieras?

TaeHyung rio, apartándose del abrazo — Sí, mamá, esos son YoonGi y JiMin.

— ¡Qué idea tan genial, TaeHyung! Hacía mucho que no salías con ellos, eran tan buenos chicos... — sonrió NaRa nostálgica, tomando el pan para introducirlo en la tostadora. Tzuyu la seguía como un cachorrito, porque NaRa era su madre y ella la amaba — Recuerdo el día que YoonGi dijo que no se quedaría a dormir si no le dabas al menos diez besos en la mejilla. ¡Oh Tae, y te acuerdas aquella vez que JiMin por San Valentín te hizo una margarita de papel! Oh, que encanto...

Esas anécdotas, definitivamente, jamás se las contaría a JungKook.

JungKook era alguien muy celoso y agresivo en ocasiones, él jamás le ha levantado una mano a TaeHyung, ni el menor lo dejaría hacer eso. Pero era celoso e impulsivo, posesivo en algunas ocasiones.

Había sido espectador en primera fila en cómo JungKook había roto desde narices a mandíbulas solo por algún comentario de un chico.

Su madre no era un ogro o algún monstruo homofóbico como decían algunos dramas adolescentes, él tuvo mucha suerte y su madre siempre fue amorosa y siempre lo amó. Y para sorpresa de TaeHyung, cuando a sus catorce años le confesó que era gay y no le atraían las mujeres, NaRa estalló de felicidad y besó las mejillas de su hijo hasta doler.

NaRa dijo que ella lo presentía, que ella sabía cómo TaeHyung nunca miró a las chicas, pero sí a corpulentos y fuertes hombres. Y que, aunque ella ya se lo esperaba y lo tenía más que asumido, le hacía la mujer más feliz del mundo saber que su niño grande tenía tanta confianza como para decírselo a ella primero.

— ¿Entonces vendrá JungKook o no? — inquirió de nuevo Tzuyu, con su ceño arrugado.

— ¡Que no, y no vendrá este fin de semana como mínimo! — gruñó TaeHyung, decidiéndose por levantarse y dejar su desayuno a medias. Subió a su habitación, porque tenía que avisar a JiMin de que iría y deseaba hablar un rato con sus amigos. Como en los viejos tiempos.

Antes hablaban por horas, y cuando JungKook entró a su vida, esas horas pasaron a fugaces saludos entre pasillos y pasillos.

NaRa pestañeó incrédula, llevando sus manos a sus caderas.

— ¿Y a este niño qué mosca le ha picado? — murmuró NaRa entre dientes.

— Papá dice que las mujeres se ponen de mal humor cuando viene el chorrito rojo — dijo Tzuyu, picoteando del tazón de cereales a medio terminar de Tae.

— Tú eres muy pequeña para saber qué es eso, cariño — rodó los ojos, suspirando — Pero quizá tienes hasta razón.

Agresivo ✧ KookTaeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora