Capítulo nueve

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Zackarias Craig


El viaje se vuelve silencioso, prendo la emisora de radio para que una melodía llene el ambiente. No me dice nada durante casi dos horas pero siento que me mira como si quisiera hablar de algo y no tuviera el coraje para hacerlo.

Ya no hay sol, la noche se hace presente y lo único iluminando son las luces de la ruta así como la de los pocos autos que vienen de frente y detrás.

Y mi cabeza es un lío. Imágenes van y vienen, rencores van y vienen. Sacudo la cabeza para alejarlos, no funciona. Siento un vuelco en mi pecho. Entonces, comienzo a sentirme ansioso por alguna extraña razón; mis manos se aprietan en el volante tratando de calmar los nervios repentinos, muerdo con fuerza para ignorar el nudo en mi garganta, intento concentrarme en la melodía que sale de la radio y me obligo a ver al frente para no cambiar mi expresión neutral.

Es inútil y cuanto más pienso en no pensar, peor es.

Volanteo con brusquedad cuando el ruido en mi cabeza aumenta, Lilly suelta un gemido asustado por mi maniobra y terminó desviando el vehículo por un camino de tierra desolado y rodeado por árboles que, afortunadamente, había a un costado de la ruta.

—¡Por dios! Pensé que habías perdido el control del auto. —Exclama. Mira hacia atrás, los vehículos que están en la ruta de asfalto siguen su paso con tranquilidad alejados de nosotros y una velocidad suficiente como para descarrilarse ante el mínimo error. Las copas de los árboles hacen su trabajo y nos mantienen ocultos mientras trato de calmarme.

Apago el motor, los arbustos y la naturaleza están a nuestro alrededor.

Extiendo mis brazos con mis manos aún sosteniendo el volante hasta que mis nudillos se vuelven blancos y cierro mis ojos para buscar tranquilidad. De esa forma me quedo, sin la intención de moverme hasta sentir que mis manos dejan de temblar. Puede ser que el estrés de estos días esté pasándome factura ahora.

—¿Estás bien? —Pregunta, cautelosa.

—Si, ¿Por qué no lo estaría? —Esbozo una sonrisa, aunque sin abrir mis ojos, para demostrarle que todo está en orden—. Solo necesito un momento.

—No tienes que fingir conmigo.

—No estoy fingiendo.

—Entonces debo decirte que tampoco tuviste que haber sido tan desconsiderado con ella.

Ahora si, abro mis ojos y los clavo en los suyos, fastidiado.

—Ella —Hago énfasis— Nos dejó a mi padre con cáncer y a mí y no miró atrás cuando se marchó.

Traga saliva, su mirada se suaviza.

—Entiendo eso pero me parece que en este momento quizás deberías...

Bésame, quiéremeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora