Capítulo dieciséis

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Lillyana Tomasson


El viernes descargo mi angustia con un café delicioso, en la cafetería del campus a la que me gusta venir de vez en cuando. El ambiente es acogedor, los tonos de la decoración son marrones y hay un librero con libros que los clientes pueden leer mientras disfrutan de algo delicioso.

–Estuvimos a punto de besarnos pero... lo detuve. –Zoe nos cuenta a Camille y a mí. Sus ojos dulces reflejan que estuvo toda la semana pensando en eso. Según lo que nos contó, el tipo tatuado y con cara de pocos amigos que vimos en la fiesta a la que a acompañamos, se le hace irresistible. Es el efecto que los hombres tienen en nosotras, las mujeres. ¡Ugh!

Su historia de amor (O no), siguió después de aquella fiesta. Ese día en que me fui temprano para visitar al idiota de Zackarias en su trabajo, a Cami casi la golpea una mujer con pinta de boxeadora agresiva y a Zoe le ofrecieron un trío. Las cosas se pusieron extrañas al final de la noche.

–¡¿Por qué hiciste eso?! –Mi amiga se altera, comiendo una galleta crujiente. No sé si me molesta más que presione a Zoe –Con quien me siento identificada– O el sonido de sus dientes rompiendo la galleta.

–Oye, debe tener sus razones. –Defiendo.

–Es que no sé si quiero besarlo. –La miramos confundidas; hace un rato nos acababa de decir que se le hacía difícil dejar de pensar en él. Se digna a explicarnos–. Me refiero a que es atractivo y tiene algo que no tiene ningún otro tipo que conocí. El tema es que... no me conviene. Para nada. Es grosero, indiferente, fuma y...

–Y todo eso te encanta. –Termina mi amiga por ella.

Suspira con resignación.

–¿Debería llamarlo? –Inquiere comiendo de su pastel.

Le doy un consejo y Cami le da otro. Le digo que no tiene que llamarlo, obviamente es mejor que se haga desear. Mi mejor amiga le dice lo contrario. Al final, no sé cómo, terminamos en el auto de Zoe yendo hacia el local de tatuajes donde trabaja el tal Austin y todo porque ¡Cami quiso hacerse un tatuaje!

Sabía que mi amiga estaba loca pero no creía que tanto. Lo bueno de todo eso es que me sirvió para despejar mi mente de mis problemas. Aunque fuera por unas horas. Fue un descanso para mi cabeza preocuparme por el tatuaje que se haría Camille en vez de por cómo terminamos con Zack la última vez que nos vimos.

El sábado prácticamente obligué a Peter a que me trajera a casa ese fin de semana. La universidad no está tan lejos de donde viven mis padres pero debido a la cantidad de responsabilidades que uno adquiere cuando entra al mundo universitario, los fines de semana sirven para sumergirse en textos o ver alguna que otra película para tener algo de paz. No entendía a mi hermano hasta que me tocó experimentar la falta de tiempo y, si a mi se me complica, no me quiero imaginar a él con la presión de entrenar para el equipo de fútbol americano en el que está.

Bésame, quiéremeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora