Capítulo doce

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Zackarias Craig

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Zackarias Craig

Paso una mano por mi cabello. Los mechones húmedos por el sudor se mueven hacia atrás. Mi respiración es agitada pero se apacigua poco a poco cuando me inclino hacia delante y tomo inspiraciones profundas. Me incorporo y doy un par de pasos para acercarme a Trevor, quien también viene hacia mí con gotas de sudor en su frente.

–Me suda hasta el culo. –Comenta. Los días calurosos son los mejores para el calentamiento de los músculos pero peores para la comodidad. Al final del entrenamiento terminamos pegajosos y con nuestra ropa húmeda por el sudor.

–¿Dónde se fue el entrenador? –Inquiere Wayne. Joel y Peter también se unen a la reunión post calentamiento. El último no habla conmigo ni me dirige palabra más que para seguir el hilo de lo que nuestros amigos en común hablan. Y aunque notan la extraña indiferencia entre nosotros –quienes antes éramos carne y uña– no dicen nada al respecto. No me quejo, prefiero que sea así a que indaguen sobre el objeto de nuestra pelea y terminemos discutiendo justo en frente de ellos.

–En cuanto nos vea holgazaneando...

–Hace un calor de muerte, que venga él a correr aquí. –Peter interrumpe al pecoso, con su entrecejo arrugado.

Wayne gira su cabeza en, aproximadamente, un movimiento de trescientos sesenta grados para cerciorarse de la ausencia del entrenador. Casi parece una paloma.

–Craig, a que no llegas a las doscientas. –Me reta, señalando con su barbilla a un integrante del equipo que, a unos metros, hace flexiones. Esbozo una sonrisa.

–Haré las que quieras. Más de las que tú puedes hacer, seguramente.

–Estos bebés. –Besa los bíceps que conforman sus brazos gruesos–. No se ven así solo por decoración, aquí hay fuerza, sudor y...

El silbido de Wayne, quien tiene los pelos del jopo teñidos de blanco, interrumpe la adoración de Trevor a sus músculos y hace que todos le prestemos atención. No entiendo su reacción hasta que giro la cabeza hacia el costado y mis ojos se topan con los azules tímidos de una pelirroja que camina hacia nosotros. Su mirada viaja de mi hacia su hermano, repasa a mis compañeros de deporte y luego vuelve a mi.

Parece más pequeña cuando se encoge en su lugar debido a la intimidación que debe estar sintiendo por los cinco hombres en esta ronda. De todas formas, no detiene su andar y da pasos dudosos hasta llegar a destino. Detrás de ella, la figura de Camille permanece a unos cuantos metros alejada.

–¿Por qué se nos acerca esta preciosidad? –Trevor murmura entre dientes tratando de ser disimulado.

Sus mejillas redondas se enrojecen cuando se para frente a nosotros, se ve brillante y en lo único que puedo pensar es en desvestirla y meterla en mi ducha hoy a la noche. Aunque me preocupa pensar que quizás no aguante a llegar a mi departamento para hacerla mía.

Bésame, quiéremeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora