Capítulo quince

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Lillyana Tomasson

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Lillyana Tomasson


Dudo si adentrarme al departamento que tengo delante de mis narices o no. Quito los auriculares de mis oídos y los guardo en el bolsillo de mi abrigo junto con mi teléfono móvil.

Después de pasar por la biblioteca y recoger un libro, la idea de ver a Zack se cruzó por mi cabeza y guió a mis piernas hasta el edificio en el que vive. Son las seis de la tarde y, según tengo entendido, ya debe haber terminado su turno en el hospital. Sé que después voy a arrepentirme por aparecerme sin haberle avisado y darle a notar que tenía ganas de verlo pero mientras subo las escaleras hacia su piso, en lo único que puedo pensar es en sus ojos color miel y su sonrisa estúpidamente hechizante. Por momentos creo que debería luchar contra mis deseos pero es que se me hace imposible no ceder ante él incluso cuando sé que su corazón no se hincha cuando me ve como el mío lo hace. Lo ha dejado bien claro y entiendo que solo quiera sexo. Por eso, cada vez decido dejar de lado mis sentimientos o preocupaciones amargas, aprovechar y disfrutar de lo que me ofrece.

¿Quién diría que el niño jocoso al que quería asesinar engañandolo con caramelos ácidos terminaría haciendo latir a mi corazón a mil por hora? A veces me saca de quicio, otras solo me hace querer besarlo. Y hasta me pone nerviosa. Como ahora, que me encuentro de pie frente a su puerta y meditando si golpear o no.

Finalmente lo hago. Al cabo de segundos, se abre y los ojos de Zack se vuelven redondos al verme. No me esperaba, es notorio. Luego su expresión es suplantada por otra más dura, más seria y extraña.

Pero no es eso lo que llama mi atención, lo hace el moretón en su pómulo izquierdo y el pequeño corte que tiene en este.

–¿Qué te sucedió?

Se gira sobre sus talones y se aleja. Me adentro a su departamento, cierro la puerta detrás e intento alcanzarlo.

–Hey, ¿Qué es lo que...?

–Nada, un accidente en el entrenamiento. –Toma asiento en una de las sillas al lado de la pequeña mesa.

–Pero hoy tienes prácticas, no entrenamiento.

–¿Ahora sabes mis horarios? Tenemos una acosadora aquí. –Se burla. Aunque cuando me mira no noto la misma diversión que siempre. Lo siento más distante de lo que en realidad es cuando estamos juntos. Suele ser quien me busca, quien me molesta y me hace reír. Pero ahora es como si quisiera estar lejos de mi.

–No seas tonto, solo recuerdo que los lunes los pasas en el hospital.

–Fue con una pelota, ¿Si? Solo eso sucedió. –Suelta, en un suspiro exhausto y de mala gana.

Pienso en decir algo más ya que no le creo pero por el contrario, lo contemplo unos segundos. Da un trago a la lata de gaseosa que tenía empezada y su nuez de adán sube y baja.

Bésame, quiéremeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora