NEIZAN
—Compadre, ¿qué te pasa?¿estás bien?—pregunté asustado, pensando que tal vez se estaba muriendo de frío.
—Es que estoy MUY nervioso. Nunca antes he hablado ante tanta gente.-explicó Arturo.
—Bueno es tu primera v...espera, ¿qué tienes pensado hacer?. Yo creía que ibas a hablarle a alguna que otra persona.
—Eso haré, pero a mi manera. Tengo pensado pararme en una esquina (para no interrumpir a la gente que está pasando) y empezar a predicar a gran voz, ¡como los apóstoles!
—¿QUÉ?¿ESTÁS LOCO? ¡Te verán como un loco fanático!—expliqué alarmado.
—Sé que no todos harán caso a mis palabras, pero con que una persona me oiga valdrá la pena.
—Si no fuera porque eres joven e ingenuo cualquiera pensaría que eres un viejo cascarrabias religioso. ¿Por qué te vas a exponer a tal vergüenza? ¡Muchos te insultarán!
Arturo me volvió a ver seriamente, quizá un poco molesto. Para mi sorpresa, lo único que hizo fue alzar con su mano izquierda sus apuntes para demostrar su legitima defensa:
Romanos 1:16
-"Porque no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree; al judío primeramente, y también al griego".
Este tipo...
—¡¿Me estás llamando inmigrante?!—pregunté indignado.
—No, pero si sigues desalentándome te llamaré filisteo.
—¡¿Qué?!
Arturo está vez se echó a reír por mi reacción y me pidió que si no quería estar ahí que volviera en una hora para ver cómo iba todo.
Yo alcé el pulgar en aprobación y decidí dar una vuelta solo para poner en orden mis pensamientos y dejar también al muchacho evangelizar. Le desee lo mejor, pero si había algo que Arturo no sabía era que la gente aquí podía ser muy cruel.
No mucho creerán en tus palabras, Arturo.
NARRADORA
Los nervios de Arturo desaparecieron por un momento.
Su respiración y sus sentidos captaron la fresca brisa que corría por la avenida, las puntas de sus manos estaban heladas pero su corazón emitía un fuego capaz de fundir el hierro más resistente en aquel momento. Tenía hambre, sueño y algo de picor en la herida de su hombro izquierdo.
Sorpresivamente, Arthur estaba feliz.
No, más que feliz...
Arthur estaba agradecido por poder vivir ese momento. Sintió como si el gozo mismo hubiera rebozado cada célula de su ser y lo estuviera llevando a algo muy grande, a compartir de la palabra de Dios a todo el mundo, a cumplir su propósito en esta tierra.
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El Guardián de la Llave [CRISTIANA Libro II de la Trilogía "El Libro Secreto"
SpiritualeUna llave...una puerta... Ante el abandono de Abigail a su fe, Arthur emprende una dura responsabilidad. Guardar y proteger la llave con su propia vida además de predicar a todo aquel que necesite de una palabra que cambie su vida. Por otro lado, el...