III

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- Má, ¿me cuentas cómo se conocieron tú y mi papá? O bueno, ¿Cómo se hicieron novios?

- Cel, esa historia ya la has escuchado muchas veces.

- Sí, pero es muy linda... Parece como un cuento de princesas. Anda, cuéntame.

- De acuerdo. -aceptó. Si Celeste tenía el derecho de imaginar, ¿por qué ella se privaría de recordar? Puso el auto en marcha, y comenzó- Fernando y yo compatíamos varias clases juntos en la universidad y en una de ellas, economía, Adrián no estaba en nuestra clase. Yo me sentaba junto a Cassandra Salavert en la parte de atrás, pero eso hizo que la cambiaran de lugar; Cassandra no veía muy bien desde nuestra ubicación, así que Fernando se ofreció a darle su lugar en la parte de adelante.

- Ajá, ¿y luego? -preguntó impaciente.

- Recién me había enterado que Adrían se iría a Chile, por lo cual yo estaba mal humorada.

** Flasback*
-Oye, ¿qué te pasa?

- Nada, déjame.

- Solo trato de ayudar.

- No lo hagas más, entonces.

- Apuesto a que se debe al repentino viaje de Adrián.

- Cállate, Fernando.

- Lo sabía, es un patán.

- Igual que tú.

- Colunga, Hogaza, este no es un taller grupal. Lo reviso en cinco minutos cuando regrese.- interrumpió el molesto anciano de economía y salió del salón de clases como le era costumbre.

- Agh, no he hecho nada... No entiendo nada. - Exclamó Lucero con frustración.

- Calma, es sólo una nota.

- Cúbreme, me iré.

- Estás loca, ¿qué voy a decir?

- Lo que se te ocurra... Que fui a la enfermería, o al baño... lo que sea. -guardó sus cosas y salió sin ser vista por casi nadie. Llegó al baño y se encerró a llorar, ¿cómo sería estar sin su novio por un tiempo indefinido? Existían muchas relaciones a distancia pero no siempre funcionaban. Llevaban cuatro años de noviazgo, sus familias se llevaban muy bien y el cariño era inmenso.

- Lucero, ¿estás aquí? - se escuchó a Fernando desde afuera y salió.

- Se supone que me cubrirías.

- Tranquila, el anciano no volvió... ¿Estabas llorando?

- No. -giró la cabeza.

- Calma, Lucero. No sé por qué siempre estás a la defensiva conmigo.

- Fernando, tengo novio.

- Esa era la respuesta que quería, ¿lo ves? Vale la pena ser intenso. -Lucero no dijo nada- Te invito a almorzar.

- ¿Cómo?

- Anda, vamos. Igual tú y yo tenemos mucho por hablar.

- Fer, no es correcto.

- No es correcto que te invite el almuerzo, pero sí es correcto que tu novio te abandone, vaya... ¿eso si es correcto?

- Fernando...

- Vamos a comer, bonita.

- ¿Cómo me llamaste?

- Bonita... -pasó su mano por el pelo- es que... eso eres, Lucero, eres muy bonita... Pero ese no es el punto, vamos a almorzar. -sujetó la mano de Lucero y la llevó a la cafetería. ¿Alguna vez Adrián hizo eso por ella? ¿Insistir en compartir sus problemas con él para juntos hallar una solución? No, pero quizás tampoco era el momento de comparar. Adrián tenía sus defectos como cualquier otra persona, pero virtudes inigualables. Con Fernando pasaba igual; tenía lindos gestos de amabilidad para con ella que quizá Adrián no tenía en cuenta, o le parecían demasiado cursis, ya.

Te tuve y te perdí.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora