- Cel, ¿quién es?
- No sé. - miró el aparato con confusión y se lo entregó.
- ¿Estás bien, Cel? Parece que hubieras visto un fantasma.
- Más bien lo escuché- pensó Celeste, pero prefirió no decir nada. Lucero terminó de peinarla y regresaron a la mesa con Adrián.
Su celular no timbró el resto de la velada. Por lo que en parte pudo pasarla "tranquila". Por una parte la mataba de la curiosidad volver a marcar el número desconocido, pero de igual manera no era tonta y adivinar a quién pertenece, no era misión imposible.
- Ya estoy llena.
- ¿Por qué no terminas? Te falta muy poco.
- Estoy satisfecha, ya, má.
- De acuerdo. Lo mejor será pedir la cuenta... Celeste está adormilada ya.
- Eso no es cierto, tío Adrián, no tengo sueño.
- De acuerdo, no hay sueño - rió.
La mesera se encargó de traerles la factura con el total a pagar. En el momento en que Lucero se acercó para darle el efectivo a la cajera, la pantalla de su celular se encendió dejando ver en ella un mensaje.
Paso por ti mañana a las 10:30 del día. Espero estés lista para cuando llegue, bss.
Fernando.
Y...
¿Lo debía contestar? ¿Debía ignorarlo? ¿Para qué quería verla? ¿Solucionaría algo? ¿La seguiría a Boston? ¿Oficializaría su familia una vez más? ¿Sería capaz de darle una segun-
- Señorita, señorita - la cajera llamó la atención de Lucero interrumpiendo las muchas preguntas que reposaban en su mente.
- Perdón, ¿qué?
- Que aquí está su cambio, buena noche.
- Ah, vale, gracias... Igual. - tomó el dinero sobrante y lo guardó en su bolso. Se apresuró a salir tras Adrian y Celeste quienes se encontraban en el taxi.
En el recorrido de regreso a casa, Celeste se recostó en su regazo quedando dormida profundamente, dejando ver su delicado rostro pálido descansar.