Caminaron de regreso a la habitación de Lucero en completo silencio,con una angustia y ansiedad inexplicable.
Celeste se encontraba metiendo algunas de sus prendas en su pequeña mochila.
- Celeste. - Fernando entró a la habitación. - ¿Estás bien?
- Sí. - respondió cortante; como toda niña pequeña enfadada.
- ¿Quieres hablar conmigo de lo que sucedió con tu mamá hace un rato?
- No, estoy haciendo algo. - señaló su ropa sobre la cama.
- Ese algo no es tan importante como la disculpa que tienes que ofrecerle.
- No hagas que tu hija se humille, Colunga. - irrumpió una voz masculina. - No cuando ella no tiene la culpa de tu cobardía.
- Cállate, Adrián. - espetó con dureza.
- Me callo, no porque te haga caso, sino porque quiero que seas tú quién hable. Quiero que Celeste escuche la razón por la que la abandonaste.
- No seas tan ridículo, lárgate.
- Celeste necesitará de alguien que la consuele después de que decida no volverte a ver.
- Si eso llega a pasar, Lucero se encargará de eso.
- Lucero es una tonta cegada por un amor que jamás le diste.
- Agradece que mi hija está presente, porque de no ser así, te juro que te mato, Adrián. Ahora, largo.
- ¿Que me largue? ¿Estás viendo en dónde estoy? El derecho de defender a Celeste y a Lucero de un mentiroso como tú, me lo gané. Aceptaron venir conmigo a Cancún, por lo cual te exijo que las dejes en paz. Se me hace raro que a la fecha Lucero no te haya dicho que está en una relación conmigo. Me eligió como la persona que estará a su lado por mucho tiempo; no seré tan estúpido como tú para dejarla ir.