XIII

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Llegaron al puerto y rápidamente Fernando bajó a la aún adormilada Lucero.

- Bonita, ya llegamos.

- ¿Uhmm?

- Ya llegamos, ¿estás bien?

- Un poco mareada... - colocó la mano en su cara tapando sus ojos del sol. - No vuelvo a montarme en un barco nunca más.

- Exageras, a lo mejor fue el sushi. -rió.

- No vuelvo a salir contigo nunca más, entonces. - repitió.

- ¿Tenías planeado hacerlo?

- Llevame al hotel, por favor.

- ¿Segura estás bien?

- , quiero dormir, por favor Fernando.

- De acuerdo. Tomemos un taxi.

Agradecieron al Francisco por su servicio, y se despidieron cortésmente. Caminaron un poco hacia la transitada avenida buscando un taxi, pero no se alcanzaba a ver ninguno.

- Entremos aquí.

- ¿Por qué? ¿Para qué?

- Estás cómo un papel y no quiero que te desmayes o enfermes.

- Qué considerado de tu parte.

- ¿Quieres algo de tomar? - inquirió apartando la silla para Lucero.

- Agua, gracias.

- De acuerdo, iré a pedirla... No te muevas.

- No hay manera de que lo haga, estoy a punto de mori-.

- Nunca vuelvas a decir eso. - la interrumpió y su semblante cambió drásticamente. - Iré por tu agua.

- Gracias. - susurró y recostó su cabeza entre sus manos deseando que esa incomodidad se pasara pronto.

Era un bonito detalle de Fernando preocuparse así por ella, pero seguía siendo algo raro.

- Mira, la señora de allá - señaló una anciana detrás de la caja- Me dijo que te trajera un agua de limón con un poco de azúcar... Estás muy pálida.

Te tuve y te perdí.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora