LldD - 2

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Hoy es el último día para entregar los papeles de la matrícula, así que allá voy con mi rey camino de Compostela. A diez kilómetros de nuestro destino, la pota, entiéndase el vehículo de Lucas, se para en seco en medio de la autovía con el consiguiente chaparrón de improperios del resto de los pilotos.

Lucas reacciona insultando a nuestros atacantes sin medida ninguna. No para hasta que le señalo el indicador de la gasolina marcando menos bajo cero que deja los gritos para darse de cabezazos contra el volante mientras baja a todos los santos habidos y por haber. Menos a mi Apóstol, que ya vive en la zona.

Me da mucha ternura ver que está tan desquiciado como yo ante mi inminente cambio domiciliario, por ello lo consuelo como mejor sé. Arremango la falda en modo de cinturón, me subo a horcajadas sobre él y me lanzo a su boca sin importarme nada que estén a punto de estamparnos. Mi rey al instante me trinca del trasero pegándome por completo a cada célula de su cuerpo. Las ventanas se empañan por culpa de nuestros besos desenfrenados, subimos tanto el voltaje que a poco más la pota arranque sola. Nos separamos lo justo para poder respirar.

—Lo siento, pecas, estoy tan superado que olvidé llenar el maldito depósito —suspira apoyando su frente en la mía —. Solo falta que por mi culpa no te matricules en Compostela y tengas que mudarte a Oviedo.

Al ver mi cara de terror me besa con una pasión que me desarma.

—Aunque la culpa es tuya. Me descentras vestida tan sexi y formal.

¿Sexi y formal? No se lo cree ni él. La pinta que llevo gracias a Pura es bastante patética. Medias de rejilla, falda de tubo talla treinta y ocho, (una menos que la mía, por lo que hace más de una hora que no me llega oxígeno al cerebro) y blusa de seda roja, oprimiéndome los pechos hasta la gangrena. ¿Qué por qué? Fácil.

Pura cogió mi atuendo de su armario, sin importarle nada mis amenazas y negativas, ni que use una talla más que ella. Eso a ella le da igual, quería que diera buena impresión a mi llegada a la universidad y sanseacabó.

¡Solo el Apóstol sabrá lo que eso significa para ella!

Sí, porque mi vieja habla otro idioma. Uno que solo ella entiende y que sus allegados llegamos a interpretar solo cuando peligra nuestra integridad física, cómo hoy, ya que debo añadir que llevo unos tacones de diez centímetros y dos tallas más. Lo único que me mantiene en pie es la ley de gravitación universal.

Los tacones rojos de la talla 40 son de Ro. Mi tía del alma, hermana pequeña de Pura, miembro del Club de las Arpías, antítesis de mi madre y uno de sus mayores tormentos junto a sus dos hijas mayores. Ro y Lola, las muy cerdas, quedan tiradas en el sofá partiéndose sus copas C de una servidora tras sacarme fotos a traición para futuros sobornos.

Pues con eso y todo, imagina la pena que me da a mí llegar tarde. ¡Una pena loca! Estoy deseando que un meteorito aterrice de lleno en la facultad antes de mi llegada.

¿Qué por qué accedí a llevar estas pintas? Te lo explico en un momentito. A Pura le interesaba venir hoy a Compostela, por no sé qué de un Spa nuevo que no conoce. Así que cuando me negué a que me trajera me chantajeó. O venía a su manera con mi novio o mi manera con ella. Y como que prefiero venir disfrazada de universitariafulana (como me apodaron las Arpías) que a mi manera con Pura de piloto.

Llámame rara que no me importa. Con Lucas tengo la misma posibilidad de que la cosa salga bien como que salga mal. Con Pura solo tengo una posibilidad: cien por cien jodida para mí.

Tras subirle el bajón a mi chico, y lo que no es el bajón, llama a un taxi para que me lleve a la facultad y a él a por gasolina.

Y aquí voy en el asiento trasero en modo apnea para no reventar mi modelito y mostrar más de la cuenta al taxista. El cual enfoca el retrovisor directo a mi canalillo antes de iniciar el trayecto a una velocidad sospechosamente lenta.

Las luces de Dani - LldD.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora