Capítulo- 22

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Mi Apóstol debe de seguir enfadado porque hace seis tonos que me llaman y ni me avisa ni nada. Respondo la llamada de Julito que, tras saludarme cariñoso, me invita a cenar. Ayer llamó para invitarme a comer, pero tiene mucho papeleo que hacer en la comisaría. Insiste en que me quede a dormir en su piso. Acepto encantada. No tengo duda de que en cuanto llegue Lucas desaparecerán los dos como por arte de magia.

Estirada en la cama, pienso en todo lo sucedido ayer y sonrío de oreja a oreja. No hay nada que me recargue más que hacer justicia y cazar a los malos. Me pongo en marcha a eso de las once. Tras desayunar un paquete de galletas con doble de café, me doy una ducha con agua hirviendo. Aún estoy algo destemplada. Culpa de mi Santo y sus benditas advertencias. Se ponga como se ponga, no pienso confesarle nada al demonio. Bastante tengo con verle el careto cuando baje a por mi mochila. Me urge. Dentro tengo el último outfit que me mandó Gabi. Un buzo negro, super sexi, que pienso estrenar para mi rey. ¡Le va a flipar!

Al salir del baño encuentro una nota pegada en la puerta de mi cuarto. Es de los primos. Me dan las gracias por acompañarlos ayer, y por lo bien que lo pasaron. Feliz y contenta me lanzo en la cama para llamar a mi yaya. Tras escuchar sus líos y amoríos con mi yayo, le cuento lo de las muertes y entierros. Me consuela al confirmar que ayudar a los muertos a irse en paz me llenará de luz. Falta me hace. Porque entre las hostias, que me dan, y los golpes, que me doy, ando rozando la oscuridad día sí y día también. Después de media hora de conferencia, hago video llamada con las Arpías. El martes tuve que posponerla. Estaba Lucas y teníamos pendiente lo del entierro secreto. Así que les canto como una canaria todo lo que llevo dentro. En modo payasa cuento lo de los pasamontañas, el cementerio, la tunda a Rosita y el campeonato de tiro. Nos meamos de las risa las tres. Lola y yo, literal. Nada más colgar llama Lena para decir que por fin consumó con su rubio. Está que no le cabe una paja por el pompis. Enamorada y satisfecha como nunca en su vida. Cito textualmente. Estoy tan feliz por ellos y por mí, puesto que ya queda menos para que Lucas me haga lo mismito a mí, que me quedo fantaseando con ello hasta que suena otra vez el móvil. Es Soco. Llama para invitarme a comer. Ni contesto. Con el pelo aún mojado y sin quitar el pijama, subo corriendo al ático. No sin antes parar en el segundo a por mí minina. Val en cuanto me ve, corre a vestirse de Unicornio, sin soltar ni por un segundo a su Barbie guerrera del sobaco.

Zampamos sopa, croquetas y tortilla mientras les doy el parte de lo de las cenizas y el torneo. Mis Escarlatas me aplauden como locas al saber que los desplumé. Tomamos café con rosquillas de postre, a la par que nos hacemos peinados. Val a las profes y a Soco, la Donna a mí. Me riza el pelo con el flequillo de lado, a lo Beyonce, antes de maquillarme en plan famosa. O sea cómo una puerta, pero que parezca natural. ¡Juro qué rompo con la pana! Pena que Lucas no me vea. Soco me cura el corte del labio con un apósito trasparente antes de que los pinte de granate. Una vez comentado mis nuevos outfits. La estilista me ordena poner el vestido gris, que aún no estrené, con las mosqueteras del mismo tono. A las cuatro bajo a mi piso. Quiero estudiar un par de horas antes de que me vengan a buscar.

A las siete y media termino de hacer la maleta y de prepararme. Me observo en el espejo encontrándome rara. Juraría que el vestido me queda bastante más corto qué cuando lo probé. Dudo si llevarlo. Pero el escote pico y el drapeado, que tanto resaltan como disimulan, me terminan por convencer. O el vestido encogió o yo crecí. Una de dos. Tendré que pesarme en breve. Algún gramillo que otro debí de coger con tanto estrés. Me enfundo mi gabardina negra, para bajar al entresuelo, apretando hasta la asfixia el cinturón. Siguiendo la estela de mi mala suerte, siempre que se trata de mi vecino el malo, me recibe él. El mismito hijo de Lucifer.

―¿Adelantando los carnavales, Harley? ―Se cruza de brazacos en el marco de la puerta para obstaculizarme el paso. ―Por mucho que te disfraces, no puedes ocultar que no eres más que una puta payasa.

Las luces de Dani - LldD.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora