Capítulo 11

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Despierto muy animada por las ganas inmensas de ver a Lucas. Lo necesito tanto que me duele el alma y el cuerpo entero. Necesito su mirada, sus besos, sus abrazos, su tibu... Lo necesito todo él. Me estiro en mi mierdicama mientras leo los wasaps de las Arpías. Me parto de risa con las payasadas de Lola y las borderías de Ro. Informo a mi madre que llegaré sobre las siete y por último, y más importante, llamo a mi rey.

—¿Cómo estás, pecosa? —susurra con su profunda voz provocando que se me desbarate el corazón. Y sin más rompo a llorar del anhelo que siento. —¡Ey! ¡Daniela, ¿qué pasa?!

—¡Qué te echo muchísimo de menos! ―grito enfadada sin saber muy bien con quien. ―Desde que aterricé en Compostela no paran de sucederme cosas y no me acostumbro a que no estés a mi lado. —Totalmente cierto.

—Siempre estoy, mi reina. Tatuado en tu corazón igual que tú en el mío —susurra enamorándome perdidamente aún más de él.

—Lo sé, pero necesito cuerpo a parte de corazón. Me debes cientos de besos, miles de caricias y muchos orgas... —Me quedo lela al oír gemir a Moka. —¿Oyes a mi compañera? ¡Quiero eso multiplicado por cien!

—Lo tendrás, mi reina —susurra ronco. —A las ocho voy a casa de tus yayos, me invitaron a cenar y a dormir. Tienen bingo y duermen en la residencia. Tu yaya no sabe que inventar para dejarnos a solas. La adoro.

—¡Y yo más! —El bingo últimamente no me da más que alegrías. Tras cientos de besos, colgamos con ganas de cogernos para no soltarnos.

Salgo de la ducha, me pongo un vestido negro de punto por la rodilla y mis vans. Me maquillo suave para borrar las ojeras y aliso el pelo. Cuando estoy casi lista me llega un wass de Lena informando de que ya está en al Max. Por lo visto cuando subía del entresuelo estaba Fer esperándola en la puerta. La invitó a desayunar y aceptó para cortar la relación definitivamente. Se acabaron las medias tintas y migajas. Fer se lo tomó fatal, claro. Le iba bien así. Hizo muy bien. Se recuperará antes de lo que cree. Su fortaleza, positividad, el rubiales y la menda, la ayudaremos. Cierro mi habitación justo cuando se abre la de Moka. No doy crédito cuando veo salir de ella al diablo con su maldita sudadera. No reacciono , pensé que volvería junto a Maruxa para pasar sus últimas horas con ella, pero se ve que Satanás no está para velatorios pudiendo estar de folleteo. ¡Qué asco me da, por favor! Sigo de largo mordiéndome las amígdalas para no escupir lo que pienso.

―Morenita, ¿ya te vas? —aparece Moka en tanga negro.

—Sí. Y por cierto, lo de ayer fue una cerdada. Ya veo que este te perdonó, pero le debes una disculpa a los otros tres. —Ni los miro camino a la salida arrastrando mi maleta.

—¿Me los tengo que tirar a todos para que me perdonen? ¡Qué se jodan! —Me giro para hablar en su mismo idioma.

—No, Moka. Te jodes tú y sólo tú, si tratas a todo el mundo igual. —Se le borra la sonrisa de cuajo. Al diablo no, que no gasta de eso. —Pierdes tú si al final solo metes sombras y oscuridad en tu vida. —Aquí miro a Nachete. —Discúlpate cuanto antes con nuestros amigos. No te lo pienso repetir. ―Tras un duelo a muerte de miradas, la de negro cede.

—Está bien, morenita. No quiero que te enfades. Aunque con la ceja levantada me pones un montón. —Me da un pico conciliador.

—Por cierto, enhorabuena. Satán y tú hacéis una pareja de muerte. —Salgo escarallada de risa. Risa que corto en cuanto veo sentada en la escalera a mi minina con cara de enfado.

—Dani, son las tres y veintidós segundos. Llegas tarde. —La cojo en brazos y dándole mil besos en la cara lloriqueo.

—Por favor no te enfades por unas milésimas. Me riñeron en el cole por lo mismo y tengo pesadillas.

Las luces de Dani - LldD.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora