Capitulo 13

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         Dos dias después

Sin poder apartar la mirada de Sarada, Sasuke sonrió al ver cómo se había quedado dormida tras tomar su biberón de leche de cabra.

-Esa niña es una bendición. Y menos mal que la viuda Kurenai nos quiso vender una de sus cabras- dijo Chiyo, mientras les observaba sentados en la cocina mientras el omega mecia a la bebé entre sus brazos.

-Es verdad. Aunque por el precio que nos puso, debió de quedarse satisfecha- comentó Sasuke mientras se levantaba con cuidado para no despertar a la pequeña.

Chiyo bufo ante la desconsideración de esa mujer.

-Tan satisfecha como puede quedarse una ladrona. Cobrar por una cabra lo que cuesta un purasangre, es de gente sin escrúpulos.-

Sasuke suspiró y acomodó a Sarada en la pequeña cuna de mimbre que los peones le habían regalado para llevar con el a la niña.

-Bueno, ella sabia que la necesitábamos con urgencia.-

-Por eso mismo. Una ladrona.-

Sasuke no pudo evitar sonreir, no solo por la indignación que mostraba Chiyo, sino porque a pesar de su enfado, apenas alzó la voz para no despertar a la niña.

En el mes que llevaba en el rancho les habia cogido mucho cariño a todos, pero la amistad que unia a los dos era especial al verse todos los dias y ser la persona que más compañía le hacia.

Aunque no podia negar que las pocas veces que habia bajado al pueblo todos habían sido muy amables. En especial, las omegas y betas que se mostraban encantadas de conocerle y siempre lo saludaban con una sonrisa.

Pero Sasuke apenas habia vuelto al pueblo desde su llegada, y cada vez que lo hacia, se volvía algo especial al conocer a nuevos vecinos.

Aunque después de lo acontecido hacia dos dias con Kabuto, a Naruto parecía no gustarle que el fuera alli.

Si no fuera porque era imposible, Sasuke pensaría que lo tenian recluido en el rancho. Pero eso era ridiculo, pues Naruto no tenia ningún motivo para querer mantenerlo encerrado en ese lugar.

Menos aún cuando era tan considerado con el, incluso teniendo que dedicar tanto tiempo a su trabajo, que lo mantenía casi apartado por completo de la casa. Cuando venia a cenar estaba tan cansado que tras compartir una taza de café en el porche, se marchaba a dormir.

Pero Sasuke no podía quejarse, pues ya sabía al mudarse a Montana que la vida en un racho era muy dura. Era solo que se sentía solo, a pesar de Chiyo y de Sarada.

Sin querer pensar más en eso, se dispuso a realizar la tarea que tenia planificada para hoy. Hacia más de una semana que había comenzado a arreglar la parte de la huerta y el jardin, pues necesitaban una limpieza de rastrojos y una buena poda.

Era un trabajo duro que le obligaba a pasar buena parte del dia de rodillas o encorvado, pero que a Sasuke le encantaba, pues le gustaba trabajar con sus manos. Más aún cuando acababa el dia y la sección arreglada le daba vida a ese lugar, haciéndolo más encantador de lo que ya era.

Tras colocarse un mandil para no manchar su cómodo y fresca vestimenta de mañana, se puso un gran sombrero de paja que le protegiera del sol, cogió unos guantes y unas tijeras, y por último alzó la cesta donde Sarada ya dormia plácidamente.

-Voy a estar en la parte de atrás de la casa por si me necesitas.-

-Está bien, joven. Le llevaré una limonada cuando termine de recogerlo todo.-

-Muchas gracias, Chiyo. Eres un encanto.-

A Chiyo no le extrañó que Sasuke se llevara al bebé con el, pues todo el mundo en el rancho estaba acostumbrado a verle siempre con la niña. De ahí que los hombres le regalaran la cesta de mimbre, para cuando pasase tiempo fuera de la casa y asi pudiera dejarla a corta distancia en la sombra.

Mi esposo inesperado (Narusasu)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora