Nuestras manos

2 0 0
                                    

Me encanta como usa sus manos,
con las que intenta mi miembro erguir,
como lo irguió ayer y a diario,
y cómo eso provoca reacciones en mí.

Mi cuerpo se estremece,
gracias a cómo por ella me siento.
Yo también a ella la estremezco
y por eso a diario me tiene presente.

Con mis manos la hago temblar
igual que ella a mí también,
porque entre sus piernas se crea ese ambiente
con gemidos de absoluto placer.

Diariamente tenemos sexo,
pero poco necesitamos,
nos vale con nuestras manos
para gemir, sentirnos y estremecernos.

Ahora imagina cuando llega el momento
en el que tiene mi enhiesto miembro
en sus piernas, abrazándome sintiéndome dentro,
parece que la cama se rompe por el sexo.

Con nuestras manos sentimos
en las partes íntimas el ritmo
con el que más nos excitamos,
más nos divertimos experimentando.

Y con el que salen más gemidos
y más intensos son los mismos,
siendo de placer unos tan fuertes gritos
que los escuchan todos los vecinos.

Otra vez ya tengo ganas de verla,
de desvestirla, desnudarla,
de la cintura sin ropa cogerla
y como le gusta, empezar a tocarla.

Porque ella misma me lo pide
y eso hace que me excite,
que mi miembro se haga firme
y le haga lo diario que no dice.

No lo dice porque ella
solo me habla en principio de manos,
pero yo sé que algo más espera
y es lo que hacemos a diario.

Se enamoró de como nos ayudamos
mutuamente a masturbarnos,
de cómo yo la acaricio con mis dedos
y ella a mí me maltrata con sus manos.

La montaña de la lujuriaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora