Entre el mar y la arena

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Llegamos esta mañana
a una diría que despierta playa,
pues no había nadie ni nada,
más que la arena, rocas y el agua.

Por no verse, no se veía ni nuestra ropa,
que estaba en las bolsas guardadas
desde el momento en que llegamos;
con lo que haríamos, sobraba y se ensuciaba.

Empecé a suavemente tocarla
por donde debería llevar el bikini,
por donde podría entrar agua y arena,
cuando de repente un grito ella soltaba.

Era ensordecedor y silencioso,
pues nadie alrededor estaba,
entonces podría pasar de todo
que nadie ahí se enteraba.

Todavía no hay vacaciones,
así que solos estuvimos
aprovechando el viaje
para hacer lo que quisimos.

Es ahí cuando mi miembro entró en ella
como el mar cuando sube la marea,
o como también una sombrilla
se podría clavar en la arena.

Mis continuas embestidas provocaron
que su desnudo cuerpo acabase empapado,
no del mar, aún no nos habíamos bañado,
sino de lo que habíamos intercambiado.

Pasado un rato,
al agua fría nos adentramos;
estaba fría y nos quemaba.
Rápidamente volvimos a calentarnos.

¿De qué manera?
De una muy efectiva;
sin ropa al agua entramos
y a recurrir al acto se volvería.

Porque ni ella ni yo pensamos,
pues era un momento de calentura
en el que de nueva cuenta nos rozamos;
entre el mar y la arena, seducido por su figura.

Se olvidó de su novio por calentura,
cuando solo quisimos escapar unos días;
¿qué pasará ahora que la hice mía?
¿Tendré que seguir disfrutando de esa cintura?

¿Me quedo yo con su piel morena?
¿Es definitivo que me quedo con ella?
Sin ser lo que buscamos desde anoche,
amé hacerlo con ella entre el mar y la arena.

La montaña de la lujuriaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora