¡Vaya dos!

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Con dos estuve a la vez,
una rubia, que era una diosa
y la otra su amiga morena;
ambas juntas muy peligrosas.

La que encima de mí rebotaba
mientras tan fuertes berridos pegaba
era la morena, pelinegra;
notaba por sus brincos que le encantaba.

Igual que a mí ese rostro,
tan preciosos sus ojos,
su nariz, su boca,
que probé con besos y con todo.

A la rubia le gustaba jugar,
se parece a Bad Gyal,
su fantasía sexual
pudimos realizar.

La volvía loca de chillar
con mis embestidas al chocar,
casi quería ella llorar
de nuestra intensidad.

Parece que sí era como Bad Gyal,
que le encanta su música y gritar,
mientras estoy delante o detrás,
o encima o debajo, dándole sin parar.

A cuatro le encantaba;
mientras yo le daba,
a su amiga besaba
y aún más eso me calentaba.

La norena más baja, más pequeña,
con más vicio, la que más me desea,
pregunta cuál es mi plan
y fui con las dos a la guerra.

Guerra porque nos matamos,
ella, la otra y yo,
haciendo como locos el amor;
los tres a la vez culminamos.

Pero tan sucias estaban nuestras mentes
que de nuevo querían tenerme
tan dentro como yo quería estar también
y sin dudarlo en ellas volví a meterme.

Aunque la cama era grande
nuestra lujuria no cabía.
La usamos toda, entera,
y aun así, era poco para las chicas.

La alta, rubia, de pelo liso,
quería saborear mi enhiesto,
firme, erguido y erecto miembro;
su amiga y yo con besos seguimos.

Suelto estuvimos para el trío,
yo junto a estas diosas,
que cada vez que quieren repetimos,
con mil réplicas porque son peligrosas.

La montaña de la lujuriaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora