Catorce

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[Kilian 21 años – Amira 16 años]

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[Kilian 21 años – Amira 16 años]

Siento tanto enojo dentro de mi cuerpo que a duras puedas puedo contener a Tyr, peleo con él por el control, quiere volver por el estúpido cachorro y terminar lo que empezamos, pero sé que no debemos. Me voy directamente a mi dormitorio, para que mi padre no me interrogue, y entro en la ducha rápidamente, intento que el agua se lleve la rabia que tengo, pero no da resultado. ¿Qué hubiera pasado si no llegaba a tiempo? Odio la respuesta que se viene a mi cabeza, odio que hayan querido tocar a Amira sin su consentimiento, odio que haber sentido la excitación de ese estúpido cachorro, ¿lo excitaba el miedo de Amira? ¿Tan retorcida es su estúpida cabeza? Joder, las ganas de matarlo solo incrementan más.

Cierro la ducha con rabia y después de secarme me acuesto en la cama, sigo dándole vueltas al asunto y por más que intente pensar en otra cosa, la carita de Amira cargada de miedo se viene a mi mente, sonrío al recordar como a pesar de su miedo ella contestaba con altanería, bendito su carácter que tantas veces odié. Un estremecimiento me recorre al recordar cómo se relajó entre mis brazos, cómo se sintió protegida cuando la abracé, el alivio que yo sentí al ver que ella no me tenía miedo después de haber casi destrozado al estúpido cachorro.

Cuando siento que la casa queda en silencio, decido ir a la cocina por agua, tal vez eso me ayude a dormirme, así que después de ponerme un pantalón y una remera bajo con sigilo las escaleras, sin prender la luz me sirvo un vaso con agua y me siento en la isla de la cocina, esperando que Tyr y yo nos tranquilicemos.

Pero eso no ocurre, mucho menos cuando la culpable de mi insomnio aparece en la cocina, tengo que contener el aire al verla, joder con lo que ha crecido la niñata. Utiliza un pequeño short que con mucho esfuerzo cubre sus glúteos, marcándolos bastante, no puedo dejar de mirar esa zona de su cuerpo, y al ver que una zona de mi cuerpo comienza a entusiasmarme decido hacer notar mi presencia.

Cuando Amira se sienta frente a mí con su porción de torta y me dice que no puede dormir porque cada vez que cierra sus ojos ve al estúpido cachorro, siento que mi ira aumenta más, pero intento serenarme para que ella esté bien, necesito que esté bien. Por eso tomo su mano entre la mía y dejo suaves caricias, intentando reconfortarla, y sé que lo logro cuando todo su cuerpo se relaja, incluso yo mismo me relajo, se siente tan bien tocarla...

-¿Por qué te fuiste sola con Ian? – le pregunto frunciendo mi ceño, esa pregunta me la he estado haciendo demasiadas veces y necesito saberlo. Aunque claro, no estaba preparado para su respuesta.

-Nunca besé, y quería dar mi primer beso – murmura con timidez. Rojo, veo rojo, siento lava en mi sangre y quiero gritar y sacudirla para que entre en razón. ¿Besar simplemente porque nunca besó a nadie? ¿De qué carajos está hablando esta niñata del demonio? Irse al bosque con un completo desconocido es una jodida locura, y ahí está nuevamente esa pregunta que no para de repetirse en mi cabeza, ¿Qué hubiera pasado si yo no llegaba?

Una Loba para el CachorroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora