Capítulo 4. El Caldero Chorreante

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Antes de que empieces a leer, quiero aclarar un punto que aparece en este capitulo. 

Si recuerdas El Prisionero de Azkaban, Cuaron hizo una reinterpretación de los uniformes, poniendo en las capuchas los colores de cada casa. En la visita de Gia a la tienda de Madame Malkin Gia menciona que este año tambien los han cambiado, y es porque he querido hacer lo mismo.

 En la visita de Gia a la tienda de Madame Malkin Gia menciona que este año tambien los han cambiado, y es porque he querido hacer lo mismo

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Os dejo esta foto (si, son los de Las Encinas de Élite) para que os hagáis una idea. Tanto las faldas de las chicas como los pantalones pasan a ser del color de cada casa. Hay tanto con cuadros escoceses y lisos (como los de la foto), al igual que la corbata, que se mantiene de cada color. Las capas me parecen horribles, pero las mantienen para salir al exterior. En el colegio, pueden llevar chaquetas tipo americanas negras, con las solapas con los colores de cada cada y el emblema en el pecho. Ambos uniformes son unisex, por supuesto. También aparecen chaquetas mas de sport, tipo sudaderas, con los colores de cada casa. Todos los alumnos llevan zapatos como vemos en las películas, pero son de libre elección (a partir de tercero Gia calzará botas militares, mas útiles para correr y que abrigan mas y tanto Hermione como otras alumnas irán adaptando a su uniforme y conforme pasen los años serán de mas tacón)- Tambien llevara chaquetas de cuero muggle.

En cuanto a los uniformes de Quidditch, también aparecen los chándales para entrenar, con el nombre de cada jugador en la espalda y los colores de su casa. 

Sin más, os dejo con el capitulo.

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Gia se sintió muy extraña los primeros días en el Caldero Chorreante, con tanta libertad. Podía ir donde le apeteciera, hacer lo que quisiera y comer lo que quisiera, siempre que fuera dentro del Caldero Chorreante.

Desayunaba por las mañanas en la taberna, mientras terminaba con calma todos sus deberes atrasados y miraba el ir y venir de los huéspedes: brujas pequeñas y graciosas que habían llegado del campo para pasar un día de compras; magos de aspecto venerable que discutían sobre el último artículo aparecido en la revista La transformación moderna; brujos de aspecto primitivo; enanitos escandalosos; y, en cierta ocasión, una bruja malvada con un pasamontañas de gruesa lana, que pidió un plato de hígado crudo.

Después, salía al patio, daba unos golpecitos en los ladrillos con el dedo para abrir la pared y se iba al callejón Diagon, explorando tiendas y comiendo en las terrazas de los cafés o en la Heladería de Florean Fortescue, quien sabia mucho sobre la quema de brujas medievales, con quien se pasaba horas debatiendo sobre el tema.

Después de pasar por el banco y llenar el monedero de oro, paseó por las tiendas tratando de no gastarlo en una sola tarde. Su autocontrol fue seriamente puesto a prueba cuando paso, después de una semana de estar por allí, por la tienda de Artículos de Calidad para el Juego del Quidditch.

Una multitud se agolpaba en torno al expositor, maravillada con la escoba mas impresionante que había visto en su vida.

- Acaba de salir... prototipo... - le decía un brujo a su acompañante.

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