Capítulo 11. La Saeta de Fuego

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Gia reflexionó mucho sobre la conversación que acababa de oír en su camino de vuelta. Conforme iba recorriendo el pasadizo de Honeydukes, de vuelta al colegio y oculta bajo la capa, a cada paso que daba, mas cabreada se sentía.

Había estado en incontables ocasiones a solas con Dumbledore, y éste nunca le había contado al respecto. Igual que Hagrid. Cornelius Fudge. El señor Weasley. ¿Por qué nadie le había contado que sus padres habían muerto porque les había traicionado su mejor amigo? ¿Es que acaso la creían frágil y estúpida, incapaz de entenderlo o de sobrellevarlo? Aun en el pasadizo, lanzó un grito de furia, y agradeció llevar la pulsera, pues estaba segura que ese grito habría provocado algo serio.

Ron y Hermione la observaron intranquilos durante toda la cena, con el ceño fruncido y comiendo de mal humor, sin atreverse a decir nada por miedo a que Percy les oyera. Y cuando volvieron a la sala común atestada de gente, fue la primera en irse al dormitorio, para evitar que Fred y George le preguntaran si había ido o no a Hogsmeade. Abrió el armario y echó todos los libros a un lado ara sacar el álbum que Hagrid le había regalado en primero, lleno de fotos mágicas de sus padres. Se sentó en su cama, corrió las cortinas y comenzó a pasar las páginas hasta que...

Se detuvo en una foto de la boda de sus padres. Su padre saludaba con la mano, con una amplia sonrisa. Pudo ver de dónde había sacado el pelo rizado, de su padre. Y su madre... era muy similar a ella, con un aura de seguridad y firmeza que Gia envidió enseguida, radiante de felicidad. Y allí... aquél debía de ser. El padrino.

Gia nunca le había prestado atención. Si no hubiera sabido que era la misma persona, no habría reconocido a Black en aquella vieja fotografía. Su rostro no estaba hundido y amarillento como la cera, sino que era hermoso y estaba lleno de alegría. Curiosamente, le pareció una alegría genuina, como si realmente se alegrase por sus dos amigos. Rememoró la historia que había oído. ¿Por qué todo el rato tenía la sensación de que algo no le encajaba?

Cerró el álbum de golpe y volvió a guardarlo en el armario. Se quitó la ropa y se metió en la cama, asegurándose de que las cortinas la ocultaban de la vista.

Se abrió la puerta del dormitorio.

- ¿Gi? - preguntó la dubitativa voz de Hermione.

Gia se quedó muy quieta en la oscuridad. simulando que dormía. Oyó a Hermione que salía de nuevo y se dio la vuelta para ponerse boca arriba, pensando.

¿Por qué Black se quedó esperando a que lo atrapasen? ¿Por qué fue a su casa después de que Voldemort los atacara? ¿Para comprobar que su amo había acertado... o para comprobar algo mas? Si estaba de su lado... ¿No habría tenido mas sentido ir a buscarlo, o si sabía que había caído, ir a esconderse? Estaban atrapando aliados del Lado Oscuro, ¿no hubiese sido mas lógico?

- Gi... tienes un aspecto horrible - le dijo Ron cuando bajó a la sala común. Tanto el dormitorio como ésta estaban desiertos, a excepción de sus dos amigos. No había podido pegar ojo hasta el amanecer. Hermione había extendido todos sus deberes por tres mesas.

- ¿Dónde esta todo el mundo? - preguntó.

- ¡Se han ido! Hoy empiezan las vacaciones, ¿no te acuerdas? - preguntó Ron, mirando a Gia detenidamente -. Es ya casi la hora de comer.

- Pensaba ir a despertarte dentro de un minuto. - dijo Hermione.

Gia se sentó en una silla al lado del fuego. Al otro lado de las ventanas, la nieve seguía cayendo. Crookshanks estaba extendido delante del fuego, como un felpudo de pelo canela.

- Es verdad que no tienes buen aspecto, ¿sabes? - dijo Hermione, mirándole la cara con preocupación.

- Estoy bien - dijo Gia.

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