13. Primeras veces.

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Unos besos repartidos en mi cara me despertaron. Abrí los ojos lentamente y vi a Pablo encima mío con una gran sonrisa, como si de un niño travieso se tratase. Yo sonreí a consecuencia y lo agarré de la cintura para atraerlo más a mi y besarlo en condiciones.

—¿Te levantaste antes que yo? ¡Eso es un milagro! –exclamé burlón.

—Cállate. –dijo riendo.

Empezamos un forcejeo juguetón, intentando hacernos cosquillas, en el que quedé yo encima de él. Lo agarré de la cara para darle un largo beso, que nos dejó sin respiración a ambos. Pablo soltó un suspiro después y yo me quedé mirándolo porque estudiarlo era mi cosa favorita.

—Qué guapo estás recién levantado. –dijo.

—¿Sí?

—Sí. Tienes el pelito revuelto y los ojitos adormilados. –contestó tocándome la cara delicadamente.

Me mordí los labios escondiendo una sonrisa tonta. —Qué cariñoso te levantaste tú, ¿no?

Pablo se rió y buscó mi boca para empezar a besarme otra vez. —Y además tienes una voz muy sexy. Así, como rasgadita. Me gusta.

—A mi me gustas tú. –le dije.

—Y a mi me gustas tú.

Ambos sonreímos y volvimos a perdernos entre besos y caricias. Besarlo era como navegar en la calma de un mar tranquilo, donde las olas de ternura y pasión se entrelazaban. Cada beso era una brújula que guiaba nuestro viaje, y las caricias eran suaves brisas que acariciaban nuestra conexión. En esos momentos, el mundo se reducía a la sinfonía de nuestros latidos compartidos. Me sentía tan en paz que hasta perdía la noción del tiempo.

—¿Qué hora es? –pregunté.

Pablo alargó la mano para alcanzar su móvil y mirar la pantalla.

—Las seis y veinte.

—¡Qué dices! ¡Pero si es súper pronto!

—Es que ayer nos quedamos dormidos muy temprano, guapo. –me respondió.

—Es verdad. Quedan tres horas para el entreno.

—¿Y qué vamos a hacer tres horas libres? –dijo Pablo juguetón, acercándose peligrosamente a mi cuello. —A mi se me ocurren varias cosas...

Lo agarré de la cintura y me levanté para luego subirlo encima mio. —Vamos a ducharnos, eso para empezar.

Pablo soltó una carcajada, abrazándome por el cuello para no caerse. —¿Los dos juntos?

—Para ahorrar agua. Y para meternos mano. –le contesté haciéndolo reír de nuevo. —Ahora que somos novios se puede, ¿no?

—Supongo que sí. –me contestó.

Nos empezamos a besar en el corto viaje al baño, intentando no chocar con nada, pues toda nuestra atención estaba en los labios del otro.

Llegamos y Pablo me acorraló contra el lavabo. Se apartó de mi en un rápido movimiento y se quitó la ropa interior, quedando completamente desnudo. Relamió sus labios y se fue a meter a la ducha. No pude evitar mirarle el culo descaradamente. Abrió el grifo y el agua empezó a caer. Pablo agarró la regadera y procedió a mojarse mientras toqueteaba su cuerpo. Era todo un espectáculo porque el chico estaba como un queso.

—¿Vienes o qué? –me preguntó sacándome de mi mundo.

Para ese entonces, estaba duro como una piedra, pero aún así me quité los calzoncillos y caminé bajo su mirada hacia donde él estaba. Pablo colgó la alcachofa y ahora el agua caía encima suya, mojándolo por completo. Una vez dentro, mis ojos bajaron hasta su entrepierna, y pude ver que él también estaba empalmado. Sonreí, mordiéndome el labio inferior y subí la vista para mirarlo a los ojos. Pablo estaba algo rojo, al igual que yo.

A Sky Full of Stars ; Pedri & GaviDonde viven las historias. Descúbrelo ahora