Capítulo 22 - Nana

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Zoro abrió los ojos y gruñó de inmediato ante tal cantidad de luz que había en el camarote. Estaba solo y por un momento pensó que todo lo ocurrido la noche anterior había sido un sueño, fue solo por un segundo, porque aquella no era la habitación de los chicos, sino la de Sanji, además de que estaba totalmente desnudo y cubierto solo con la sábana hasta la cintura.

Se levantó y vistió sin prisas, solo había una puerta de distancia para encontrarse con la cocina, la mesa donde comía con todos estaba vacía, la barra también, pero al otro lado de ella estaba el cocinero, su cocinero, haciendo algo que requería su concentración, estaba tarareando esa extraña nana que siempre entonaba cuando estaba de buen humor, se alegraba de ser el responsable de ello.

No se anduvo con sigilo, caminó directo hacia él y le abrazó por la espalda, colocando primero sus manos en su estrecha cintura para luego subirlas hacia su pecho mientras besaba su nuca y cuello e inhaló el aroma a lavanda de su cabello.

- Buenos días para ti también, marimo durmiente. - ronroneó el rubio disfrutando de ese nuevo saludo que deseó que a partir de ese día fuese siempre así - ¿Has dormido bien?

- ¿Por qué no estabas en la cama? - intentó sonar molesto, cosa imposible, él también estaba de un increíble buen humor sin dejar de colar su nariz por la melena rubia.

- Alguien tenía que hacer el desayuno y no parecías muy interesado en levantarte a hacerlo. – se rio entre dientes encogiéndose un poco de hombros- Me haces cosquillas.

- Vuelve a la cama conmigo. - Susurró pegándose más a él, no estaba duro, solo quería estar con su chico y disfrutar de su nueva relación.

- No puedo, estoy preparando la comida. - Le enseñó la bola de masa que tenía en las manos y por eso no podía darse la vuelta para responder sus mimos - Tú deberías aprovechar y darte un baño.

- ¿Otra vez llamándome apestoso? No te molestaba eso esta noche. – Comenzó a repartirle mordisquitos por el cuello provocándole más risitas.

- Eso era porque apestaba como tú, pero yo ya me he bañado y llevo horas despierto, no como cierto espadachín vago que conozco.

- ¿Después de comer te echas una siesta conmigo? – subió a su mejilla para besarla.

- ¿Quieres? – le sonrió ilusionado con la idea y Zoro asintió – Claro. Me encantaría, mi amor.

- Te gustó que te llamase así, ¿eh? – se dejó de tonterías y se coló entre el banco de la cocina y el rubio para besarle como se debía.

- Sí, de verdad que te propusiste abrumarme durante toda la noche, - la segunda ronda fue aún mejor que la primera, ya sabiendo como era tener relaciones con Zoro estuvo más cómodo y también le colmó de tiernas palabras como esas, fue sencillamente maravilloso – y vaya si lo conseguiste, tanto con tu cuerpo como con tus palabras.

- La siesta puede ser igual. - Le mordió la punta de la nariz.

- ¿No se supone que era para dormir? - se rio, vaya si estaba meloso y le encantaba.

- Ya veremos...

- Venga, acaparador, no seas remolón y vete a la ducha. - le dio un beso rápido entre risas - En el refrigerador tienes un par de onigiris, cómetelos de camino.

- Que mandón...- bromeó, vaya si le gustaba ese Sanji, nunca le había visto tan relajado y con esos ojos tan brillantes, expresar libremente su amor por él le parecía aun más atractivo, si es que eso era posible.

Abrió el frigorífico y efectivamente ahí estaba su desayuno, cogió el plato y le dio un buen mordisco a uno de los onigiris que le supo a gloria. Nada mas cerrar la puerta del refrigerador vio a Brook al lado, justo en el marco de la puerta del almacén con algunos ingredientes en las manos.

Luz en la oscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora