Capítulo 11 - Festival - primera parte

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El cocinero volvía a estar de un maravilloso buen humor como pudieron comprobar los Mugiwara al entrar en la cocina que, desde que Sanji estaba con ellos, siempre olía delicioso. Tarareaba la canción ahora de manera consciente gracias a Brook, quien la tocó para él con su violín, no sabía si la nana tenía letra o no, solo la "cantaba" con la garganta manteniendo los labios apretados con una sonrisa que no se desvanecía mientras sujetaba el cigarrillo.

- ¿Y Zoro? – Preguntó Usopp al ver que aún no llegaba y luchaba con uñas y dientes para detener a Luffy que se moría de hambre, no sería capaz de contener más a la bestia.

- Está en el Nido de Cuervo. – Informó Franky – Me ha dicho que no le molestemos, está entrenando su concentración.

- ¿Qué significa eso? – Preguntó curioso Sanji, era la primera vez que lo oía.

- ¡Es la concentración del espadachín! – Respondió Chopper emocionado por ser él quien pudiera explicarlo – Zoro no sólo se entrena físicamente, también lo hace con la mente. Se queda quieto durante mucho tiempo, hubo una ocasión en que lo hizo durante tres días seguidos.

- ¡Fue increíble! – Añadió Luffy – Le hicimos toda clase de cosas y ni se inmutó.

- Que concentración. – Se sorprendió el rubio - ¿Pero durante esos días ni come ni duerme?

- Nada.

Eso le hizo fruncir el ceño, estar tanto tiempo así no era bueno, el estómago se pegaba a la columna y se encogía, bien recordaba esa sensación, aunque claro, él no estaba concentrado, si hubiese sabido ese truco quizás lo hubiese llevado mejor.

Se acarició la frente, recordando el breve contacto y la cercanía que tuvieron la noche anterior, aun podía sentir la calidez donde apoyó su frente en la suya, supuso que si iba a estar concentrado no se verían esa noche, le disgustó.

Cuando los demás terminaron de desayunar decidió prepararle un aperitivo, cuatro onigiris junto a una pequeña botella de sake que puso dentro de una cesta donde se mantendrían bien, las dejó frente a la puerta para no interrumpir.

Zoro estaba dentro, sentado con las piernas cruzadas estilo indio con los brazos apoyados sobre los muslos manteniendo la espalda recta, en plena pose de meditación. Sus ojos estaban cerrados, aunque uno de ellos estaba así siempre, su rostro no reflejaba nada, nadie pensaría jamás que surcaba dentro de esa cabeza.

Le dolían los huevos.

Mucho.

Tras el encuentro nocturno con Sanji, tuvo que ir al baño a calmar sus ánimos marcándose un solitario, bueno de hecho fueron dos, antes de irse a dormir y ni aun así sentía una pizca de calma. Antes de darse cuenta, su mente lo llevaba de nuevo a ese momento, en el que en esta ocasión sí le besaba y en la misma cubierta del Sunny le hacía suyo, su primera vez. Le complacería tanto, estaría tan dispuesto a satisfacerlo que estaba seguro que no le dolería nada cuando se adentrase en él, gemiría su nombre y...

Vaya mierda de concentración estaba teniendo.

Y ese era el problema, que hasta que no se saciase de alguna manera seguiría estando así, no quería cometer alguna estupidez por ir como un perro en celo por el barco. Mihawk le entrenó durante dos años, pero no le preparó para enfrentarse a un ángel de ojos azules y cabello rubio tan inocente que se sentía tremendamente sucio con solo el hecho de mirarlo.

Mientras estuvo en el Dojo se dio cuenta de que sus gustos no eran como el de los demás, ellos se pasaban el tiempo hablando de lo guapa que era Kuina hasta que ella murió y entonces se fijaron en las chicas del pueblo, en como de grandes tenían sus pechos o traseros, mientras que él se había fijado en como alguno de ellos habían mejorado físicamente, abdominales bien formados, pectorales marcados, el problema fue cuando empezó a mirar más abajo, ahí supo que era diferente.

Luz en la oscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora