Nos quedamos solas (Loreni)

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Lori subió las escaleras de la vieja casa familiar. Al fin, la última de sus hermanas había partido. Todos estaban tristes y deshechos, pero ya todos eran adultos responsables y tenían compromisos familiares y laborales que cumplir.

Todos, excepto ella y Leni.

Suspiró. Cruzó el vano de la escalera y se dirigió al cuarto que había ocupado con su hermana 22 años antes. Justo antes de cruzar la puerta, la detuvo el sonido apagado de lo sollozos de Leni.

Se acercó sin hacer ruido y la vio recostada en la cama, con la cabeza oculta entre las rodillas. Sintió un dolor en el pecho al verla así.

- Leni, hermanita hermosa -pensó- ¿Qué has hecho en tu vida para estar así? ¡Tú no te merecías esto!

Se sentía tan mal por Leni. ¡Y ella creía que le había ido mal en la vida! Después de su divorcio y la partida de su hijo a la universidad, ya no le quedaba nada; excepto el pequeño negocio que tuvo que cerrar cuando supo de la muerte de su madre.

- Pero Leni... ¡Dios mío! ¡Vaya historia de fracasos!

Leni no podía evitar ser como era, y por culpa de eso le había ido muy mal en todo. No pudo entrar a la universidad y nunca pudo consolidarse con una pareja. Le fue bien un tiempo ayudando a su padre en su negocio, pero quedó completamente devastada cuando él, Lily y Lisa fallecieron en aquel desafortunado accidente.

Nadie logró superarlo por completo; pero su madre quedó tan afectada, que no tuvo ánimos para hacerse cargo del negocio familiar. Su salud se volvió frágil, y quedó al cuidado de la única hija que no había logrado despuntar: Leni.

Ahora que mamá estaba muerta, ¿qué iba a ser de Leni?

Se acercó lentamente y le puso la mano sobre el hombro.

- Leni...

- Lori... ¿También tú ya te vas? ¿Me vas a dejar sola, hermanita? -susurró, con los ojos arrasados en lágrimas.

Lori sintió que se desgarraba. ¡Dios, todo era tan injusto! Se sentó junto a Leni y la abrazó con fuerza.

- Hermanita... No me voy a ningún lado. Voy a estar aquí... Contigo.

Leni correspondió al abrazo y se tranquilizó por un momento. Pero no tardó en comenzar a llorar con más fuerza.

- Mamá se fue, Lori... ¡Ya no tengo nada! Ojalá yo... me hubiera ido con ella.

- ¡Shh! -Lori la tomó por el rostro y la apretó contra su cuello-. ¡Nunca digas eso, Leni! ¡Todos te amamos!

Leni se separó, y miró a su hermana con un gesto de desesperación.

- Lori... Sé que soy muy tonta, pero no tanto como para no darme cuenta. ¿Viste que casi nadie me preguntó lo que iba a hacer? Solamente Lincoln ofreció ver por mí, y venir a visitarme la próxima semana. ¿No te das cuenta? ¡A nadie más le importo!

Lori no dijo más. Se limitó a abrazarla con fuerza mientras comenzaba a llorar. Era cierto, todos sabían que Leni era especial, pero nadie se preocupó nunca por ver sus necesidades. Y cuando comenzó a hacerse cargo de su madre enferma, todos respiraron aliviados. Leni se entretenía con eso, y parecía que sus problemas se habían terminado. A nadie se le ocurrió que su madre iba a faltar algún día, y que el apoyo emocional de Leni se perdería para siempre.

¿Y qué había hecho ella, la hermana mayor y la supuesta responsable de su hermanos? Nada. Desentenderse, y dejar a Leni con toda esa carga durante años.

Tomó de nuevo su rostro y le secó las lágrimas de las mejillas.

- Hermanita... Yo voy a estar contigo. ¡Te lo juro! No te vas a quedar sola.

Guiada por un impulso, Lori depositó un beso en la tersa mejilla de su hermana menor. La besó una y otra vez, buscando transmitirle su amor y sus emociones mediante el calor de sus labios. Al principio, Leni se sorprendió y nada más se dejó hacer. Pero los labios de Lori le trajeron recuerdos y sensaciones que había albergado muchos años antes, y que creía que estaban enterradas para siempre.

Lori siempre fue linda, y la edad no le había quitado nada de su belleza. Sus labios, hermosos y suaves, seguían irradiando esa particular calidez que siempre encantaba y tranquilizaba a Leni. Pero además, el peculiar aroma de su hermana comenzó a enardecer sus sentidos; a inflamarla con aquellos sentimientos olvidados. Y pronto estaba abrazando a su hermana, correspondiendo a sus besos con entusiasmo.

Cuando Lori sintió los labios de Leni, un viejo recuerdo se activó en su mente y su corazón. Aquella noche en la que, siendo niñas, una vieja película romántica las hizo sentir mucha curiosidad por los besos. Así que decidieron hacerlo para saber qué se sentía.

Terminaron dándose muchos, muchos besos; y se fueron a dormir exhaustas y satisfechas... Pero también muy culpables por lo que habían sentido.

Al paso de tantos años de vida, la culpa se había borrado y no las perturbó esta vez. Los besos tiernos pronto dieron paso a otros, mucho más intensos y apasionados. Ambas se dejaron llevar, arrastradas por las sensaciones y el amor soterrado que siempre sintieron la una por la otra. Gozaron juntas de sus cuerpos, tan diferentes a los de aquellas niñas delgadas y sin formas que habían sido treinta años atrás. Ahora los senos y las amplias caderas desbordaban las manos.

Las caricias fueron descendiendo sin prisas, para explorar poco a poco aquellos rincones olvidados durante tanto tiempo. Lori fue quien comenzó a besar el cuello y el pecho descubierto por el amplio escote del camisón. Leni gemía, susurrando suavemente y dejando que las manos de su amada hermana recorrieran su cuerpo. Ella misma se quitó el camisón, la ropa interior; y luego ayudó a Lori para que pudiera hacer lo mismo.

Aquella noche se transformó en una sinfonía de gemidos, jadeos; palabras de amor y deseo expresados en todos los tonos y formas. Las bocas recorrieron besando, succionando, lamiendo, mordiendo y acariciando cada rincón de aquellos cuerpos preciosos que la edad solo había hecho florecer y redondearse. 

Toda la noche fue de ellas. Las hermosas mujeres se amaron sin prisa ni culpas de ninguna especie. Se detuvieron solamente cuando ambas, agotadas, fueron vencidas por el cansancio y se durmieron una en los brazos de la otra.

***

Al día siguiente despertaron felices, relajadas. Sintiéndose mucho mejor de lo que habían estado en años. Prepararon juntas un sencillo desayuno y mientras lo disfrutaban, Leni reunió el valor para hacer la pregunta que le carcomía en el fondo de su corazón.

- ¿Cuándo regresarás, cariño?

Lori sonrió. Tomó una de las hermosas manos de su hermanita; la besó, y la retuvo entre las suyas.

- Nunca, corazón. Porque no pienso irme de aquí.

Leni se quedó con la boca abierta. Tenía miedo de haber escuchado mal. ¿Acaso su hermana había dicho que...

Lori se rió suavemente y se acercó para besarla en la mejilla.

- Escuchaste bien, corazón. ¿A qué me voy? Nos quedamos solas, hermanita. Mi hijo ya no vive conmigo, y ya no tengo nada allá.

- Pero... Tú negocio... tu casa...

- Puedo volver a empezar. Sé que puedo hacerlo aquí, contigo. ¿Verdad que tú me ayudarás?

Leni se sonrojó. La cara de Lori era tan hermosa...

- ¡Por supuesto que sí, hermanita! Cuenta conmigo. Ahora, y para siempre.

Las mujeres sonrieron. Se acercaron, y se envolvieron en un cálido abrazo que perdió su aire fraternal cuando sus manos comenzaron a recorrer suavemente sus espaldas.

The Loud House: minirelatos e historias cortasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora