Sentada sobre una lápida, Lori vio llegar a sus hermanos Lincoln y Lucy.
Sonrió con satisfacción. Sabía bien que esos dos no podían faltar a la cita. Lucy debía estar muriendo de entusiasmo, y Lincoln... Bueno, él haría cualquier cosa por sus hermanas. Cualquier cosa. Era seguro que por eso había accedido a acompañar a Lucy a aquel lugar del que preferiría estar bien alejado.
Al pensar en ello, Lori volvió a sentir enojo y resentimiento. ¡Su hermanito no se merecía eso! Había pasado casi dos años desde su partida, y sus hermanas no habían cambiado nada con él. Seguían siendo tan abusivas y aprovechadas como siempre.
Cuando vio llegar a Lincoln se le enterneció el corazón. Su hermanito estaba más guapo que nunca. Seguía teniendo el aspecto y el candor de un niño, pero Lori sabía que había cambiado. Se estaba convirtiendo en un hombrecito hermoso y deseable.
Dos años antes, su familia la hubiera llevado al psiquiatra por pensar así de su hermano. Pero todo había cambiado. Cuando supieron lo que le había pasado, la expulsaron de la familia e intentaron matarla. Claro, nunca le dijeron a Lincoln lo que había pasado. Nunca le aclararon que Lucy, tan descuidada y negligente, invocó a la criatura que la transformó para siempre. Y él, noble y preocupado como siempre, jamás desistió de su intento por encontrar a su querida hermana mayor. No podía entender por qué toda la familia parecía haber olvidado a Lori.
Todavía la semana anterior, Lincoln había ido a la Jefatura de Policía para saber si había habido algún avance en la investigación. Lori, que lo vigilaba desde tiempo atrás, no pudo reprimir el llanto cuando lo vio salir de la estación de policía, llorando y con una enorme foto en la que él y ella estaban abrazados.
Era tan hermoso... Lincoln la seguía amando y extrañando. Era el único de su familia que todavía se preocupaba por ella. Pues bien: esa misma noche se los quitaría para siempre. Los Loud no se merecían un hermano y un hijo como Lincoln. Se lo llevaría, y lo convertiría en su pareja para toda la eternidad. Sabía que no se iba a resistir: muy poco tiempo antes de la tragedia, Lincoln y ella formaron un lazo más estrecho que nunca, cuando se apoyaron mutuamente tras la traición de los hermanos Santiago.
¡Qué fácil fue engañar a Lucy! Una invitación, tipografía falsa, y ya estaba en el cementerio veinte minutos antes de la hora acordada. Tal como esperaba, empezaría a preparar todo lo necesario para el ritual por sí sola; y se olvidaría de la existencia de Lincoln después de haberlo obligado a ir.
La miró con una mueca de desprecio y odio. Lucy había invocado al ser que la convirtió en vampiro. Y en lugar de buscar una manera de ayudarla, convenció a su familia de que Lori ya no existía, y en su lugar solo había quedado un ser demoniaco. Durante mucho tiempo pensó en vengarse, en lastimarla. Pero al final se convenció de que aquello que estaba haciendo sería un castigo mucho peor. Lucy perdería casi el único sostén de sus locuras y estupideces.
Lincoln se apartó de Lucy. Esa era la oportunidad que Lori esperaba. Con el corazón brutalmente acelerado, Lori salió al paso de su amado hermanito menor, y le habló con la voz más dulce y tierna que pudo producir.
- Linky... ¡Linky!
El muchachito se sobresaltó. ¿Acaso había escuchado la voz de Lori? ¿Pero cómo? ¿Dónde?
- ¡Lori! ¡Lori! -gritó el peliblanco, intentando ubicar la fuente de la voz.
- Aquí, hermanito. ¡Aquí estoy!
Lincoln corrió. Le pareció que la voz venía de la parte trasera de un mausoleo. Hacía allá corrió, y se topó con la magnífica figura de una mujer alta, rubia y muy hermosa; de formas voluptuosas y rotundas.
Sí. Había crecido y su cuerpo había madurado... Pero era Lori. ¡Su adorada hermanita mayor! La mujer por la que había llorado y suplicado en tantísimas noches solitarias.
Ella le sonrió y abrió los brazos. Por fin podía estar frente a él después de dos años de añorarlo y extrañarlo. Lincoln se sentía de la misma manera, y no dudó un solo instante en arrojarse a los brazos de aquella mujer tan amada.
- ¡Lori! ¡Lori, hermanita! ¡Te extrañé tanto! ¿Dónde has estado, preciosa? ¿Qué te pasó?
La abrazó con todas sus fuerzas. Su cuerpo era un poco menos cálido de lo que solía ser, pero su aroma tan peculiar seguía siendo el mismo. No pudo evitarlo. Estaba tan emocionado que cubrió el rostro de su hermana con besos y caricias.
Lori comenzó a hablar. Pero Lincoln la acalló poniendo un dedo en sus labios.
- Está bien, hermanita. Ya me explicarás. No digas nada por ahora. ¡Ojalá jamás tuviera que soltarte!
Lori creyó morir de felicidad. Ya no necesitaba idear otra cosa, ni engañar o hipnotizar a Lincoln. Aquello le había salido del corazón, y ella estaba lista para conceder su deseo.
Lo besó en el rostro y fue bajando con sus besos hasta el cuello. El chico se dejó hacer. Estaba tan feliz, que no pensó que hubiera algo malo en que su hermanita le besara el cuello. Solo se estremeció cuando ella lo chupó con suavidad, y luego le clavó rápidamente sus colmillos.
No fue desagradable, ni doloroso. Solo sintió una leve presión en su cuello. Una sensación de exquisita sensualidad; y luego, que su fuerza y su voluntad lo abandonaban.
Lori succionó muy poco tiempo. No tenía intención de alimentarse de la sangre de su amado hermano. Solamente necesitaba que él estuviera en condiciones de aceptar su don.
- ¿Me amas de verdad, Linky? ¿Quieres que me quede contigo para siempre?
- No quiero separarme de ti jamás, mi amor -dijo Lincoln en un susurro, con lo último que le quedaba de voluntad.
Lori no perdió tiempo. Dejó al descubierto uno de sus hermosos pechos, lamió suavemente el pezón, y luego lo mordió con fuerza suficiente para hacerlo sangrar.
- Bebé, hermanito -dijo la hermosa vampiresa, quien sujetaba su seno mientras dos hilos de sangre comenzaban a empaparla-. Bebé de mi fuente de la vida eterna.
Al sentir el suave pezón de su hermana, Lincoln abrió la boca y comenzó a alimentarse de su tibia sangre. Cada trago le devolvía la fuerza, la voluntad, y lo hacía sentirse más fuerte que nunca. Lori disfrutaba la succión de los labios del chico; y para mayor deleite, observó de inmediato la manera en que su cuerpo cambiaba.
***
Aquella misma noche; Lincoln bebió el placer supremo de los labios y el cuerpo de su hermosa hermana. Era consciente de que su vida terrenal humana había terminado. Nunca podría volver a ver la luz del sol, pero ya no le importaba. Había ganado el amor eterno de aquella mujer a la que había adorado sin saberlo durante toda su vida como ser humano.
Los Loud lo llorarían, y lo buscarían por mucho más tiempo del que él había buscado a Lori. Ese sería su castigo y su pérdida; la culpa que los perseguiría de por vida. En cambio, Lori y Lincoln por fin dejaban de sufrir. El dolor había terminado. Los esperaba una eternidad de amor y pasión para ellos solos.
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The Loud House: minirelatos e historias cortas
Fiksi PenggemarUna colección de historias sobre la serie The Loud House.