¿Algún día me atreveré a besarte? (Lucycoln)

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Relato solicitado y dedicado en su día al usuario Aureusedward

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La pequeña gótica lo vio llegar, y su corazón comenzó a latir con fuerza. Un calorcito agradable comenzó a subir por sus mejillas, encendiédolas y coloreándolas. Tuvo que apartar la vista antes de que el rubor e su rostro fuera más evidente.

- ¿Estás lista, Lucy? ¿Nos vamos ya? -dijo el niño de cabello de nieve, extendiendo una mano para tomar la de la pequeña.

- C-claro, Lincoln. Vamos.

Salieron de la casa tomados de la mano. Lucy hacía enormes esfuerzos por no dejarse llevar por la pena y el miedo. En realidad, no tenía por qué sentirse así: Lincoln era el chico más noble y atento que hubiera conocido. Él jamás se burlaría de ella, pasara lo que pasara.

Era algo maravilloso... ¡Lincoln y ella iba solos hacia el parque! ¡Solos, sin tener que acompañar a alguna de sus hermanitas menores! Lucy estaba tan sorprendida y deleitada, que sentía ganas de gritar.

Sabía muy bien que en realidad no había nada de qué sorprenderse. LIncoln era siempre tan atento con ellas... Lo raro hubiera sido que se negara. Si embargo, siempre que cualquiera de ellas iba con Lincoln a algún lugar, era con un propósito concreto: arreglar un asunto, hacer alguna actividad pendiente, entrenar o prepararse algo... Por lo menos a para jugar, en el caso de las más pequeñas.

Pero salir por salir, como si fuera a una cita, era la primera vez que ocurría. Ninguna de sus hermanas había gozado de ese privilegio, hasta donde Lucy sabía. Era una novedad... y le había tocado a ella.

- ¿Quieres que te acompañe a algo en concreto, Lucy? ¿Quieres que te ayude a hacer poesía sin que nos molesten? - había preguntado Lincoln.

- No -respondió ella, y agradeció que su espesa cabellera impidiera que se vieran sus ojos- Simplemente, quiero que salgamos al parque. Quiero pasear contigo. Eso es todo.

¿Fue su imaginación, o los ojos de Lincoln de verdad se iluminaron?

Al final, eso no importó. Su hermanito aceptó, y acordaron aquella cita

Mientras caminaban, Lincoln conversaba animadamente; pero Lucy no prestaba mucha atención en lo que decía. Estaba demasiado ocupada mirando su perfil. Su atractivo rostro moteado de pecas, con su indomable mechón blanco... Sus ojos eternamente alegres y chispeantes.

- ¿Cuando pasó esto, Lincoln? -se preguntaba- ¿Cuándo fue que me enamoré de ti?

La Princesa Pony, claro. Todo empezó con el estúpido asunto del inodoro atascado. Y la manera en que Lincoln se echó la culpa, y soportó semanas de burlas para cubrirla.

Amor... Palabra mágica que tomó un sentido completamente diferente cuando al fin aceptó sus sentimientos por Lincoln. Cuando se dio cuenta de que su corazón saltaba de alegría con solo verlo; cuando la abrazaba, aunque fuera por unos segundos.

¡Qué diferentes y artificiales resultaron ser su amores por Edwin, Silas y Rocky! Edwin, ese ser ficticio que jamás podría corresponderle. Silas y Rocky, ideales de niños que en realidad no tenían el menor interés en el amor. No habían hecho nada para ganarse el cariño y la consideración que llego a sentir por ellos.

Pero Lincoln siempre estaba allí. El sí la apoyaba con sus intereses; la comprendía como ni siquiera Luan era capaz de hacerlo. La confortaba, la animaba; y la había protegido incluso de las burlas de sus hermanas. La pequeña Lucy tenía que admitirlo: con respecto a sus sentimientos, se parecía más a la Princesa Pony que a sus amados vampiros. Pero al igual que para los vampiros, las barreras de la ley y de la sangre representaban muy poco para ella

Sus ojos se volvieron para mirarlo. Sus labios se veían tan lindos y relucientes...

- Lincoln -pensó-. ¿Algún día me atreveré a besarte? ¿Algún día podré sentir el calor de tus labios sobre los míos?

La pequeña gótica sonrió. Sin duda, eso sería maravilloso.

***

La tarde transcurrió de manera apacible y calmada. Pasaron la mayor parte del tiempo conversando, caminando alrededor del parque, y comiendo helados. Al final, se dirigieron a un rincón. Se sentaron juntos a la sombra de un árbol, y Lucy le mostró a Lincon los últimos poemas que había escrito.

El chico peliblanco sonreía, cerraba los ojos y escuchaba.

- Tus poemas han cambiado, Lucy. Ya no son tan oscuros y tétricos. No lo sé, ero parece que al fin albergas sentimientos nuevos y mucho más hermosos en tu alma.

- Puede ser. Quizá tengo nuevos motivos de alegría -dijo ella, evitando la mirada de su hermano.

- Eso es bueno. ¿Sabes Lucy? Eres una chica maravillosa. Siempre supe que en el fondo de tu alma había espacio para cosas más alegres que los amores imposibles y las historias de vampiros. No es que todo eso sea malo, pero... Eso no es todo lo que tú eres, Lucy. Yo lo intuía, pero ahora lo sé. Y ahora me doy cuenta de por qué te gusta tanto la Princesa Pony.

- ¿De verdad? -susurró ella, y supo que esta vez no podría contener su rubor.

Lincoln extendió la mano y le acarició la mejilla.

- Claro que sí. La princesa Pony eres tú, Lucy. Quiza todavía no te sientes así, y sé que nunca perderás tu gusto por las cosas tétricas y obscuras. Pero me gustaría que supieras una cosa:

Lucy lo miró. Una ráfaga de viento sopló; corrió el cabello de Lucy y, por un instante, Lincoln pudo admirar el color azul profundo de sus ojos.

No se contuvo, se acercó a ella y la abrazó con fuerza.

- Seas lo que seas... Te guste lo que te guste... Yo siempre te amaré, hermanita.

Lucy pensó que se desmayaría. El contacto del cuerpo de Lincoln era tan bueno... Tan reconfortante.

Lo miró, y se dio cuenta de que sus labios estaban solamente a unos centímetros de los suyos.

En otras circunstancias, nunca lo hubiera intentado; pero su hermanito la tenía bien abrazada. Eso la hacía sentir muy bien. Le daba valor; y gracias a eso, cedió al deseo irrefrenable de robar un beso de los labios de Lincoln.

Se acercó, y ya no fue capaz de contenerse. Tocó los labios del pequeño con los suyos.

Nunca imaginó que el contacto sería tan suave y dulce. Estuvo a punto de echarle los brazos al cuello, pero no se atrevió... Por el momento.

Porque tras un leve instante de vacilación y sorpresa, Lincoln hizo algo que ella jamás esperó:

Acarició su cabello, cerró los ojos, y prolongó el suave contacto durante varios segundos más.

The Loud House: minirelatos e historias cortasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora