- ¡¡Lincoln Loud!! ¡¿Dónde dejaste mi tiara especial?! -mascullaba Lola, mientras terminaba de vaciar el último de sus cajones-. Seguro que la dejaste en tu cuarto. ¡Si no fuera por que te amo tanto, te...
Se interrumpió, tapándose la boca. Para su fortuna, ese día y a esa hora no había nadie en el piso superior; era imposible que alguien la escuchara. Todos estaban fuera de casa, o haciendo actividades en el piso de abajo. Además, Luna ensayaba en el garaje con su guitarra eléctrica a todo volumen.
Lola salió, decidida a entrar al cuarto de Lincoln. Conforme se acercaba, sentí que su enojo iba disminuyendo y se convertía en pena. Conociendo a su hermano, probablemente estaba leyendo cómics en ropa interior.
Sus mejillas se pusieron un poco rojas. Hasta hace poco tiempo, el grotesco hábito de su hermano le parecía repulsivo y de mal gusto. Pero desde que le ayudó a ganar el concurso "Pequeña Señorita Bonita y Perfecta" en su edición estatal, su actitud y sus sentimientos hacia su hermano habían cambiado. Y en parte, eso se lo debía a su hermana Lana.
Sonaba increíble, pero desde que Lincoln entrenó a su hermana para el concurso regional, se había vuelto mucho más amable, caballeroso y atento. Intentaba y lograba que la preparación para los concursos fuera mucho menos estresante y más divertida para los dos. Sin perder la seriedad que requería la preparación, buscaba más oportunidades para que ambos se relajaran; e incluso la invitaba de vez en cuando a que tomaran un helado en el parque.
Y así, sin querer ni proponérselo, Lincoln fue entrando en el duro corazón de la pequeña reina de belleza. En aquel mundo estresante y despiadado, Lincoln se convirtió en su ancla de estabilidad y relajación. Y es que hasta la despiadada Lola Loud necesitaba relajarse y dejar salir sus buenos sentimientos de vez en cuando.
La pequeña reina de belleza se acercó con cuidado a la puerta, dispuesta a tocar. Pero se topó con la sorpresa que estaba entreabierta. Entró despacio y sigilosamente, bastante apenada ante la posibilidad de ver a su hermano a medio vestir.
Lincoln estaba acostado en la cama, roncando suavemente y con un libro abierto sobre su pecho. Estaba completamente vestido, y parecía dormir profundamente.
Lola se sintió levemente decepcionada. Era una situación propicia, y ya hacía un poco de tiempo que había transitado de la repulsión a la curiosidad.
Por un momento, sintió la tentación de despertar a Lincoln para que le entregara su tiara. Pero se veía tan lindo y apacible...
La pequeña princesa sonrió, y se ruborizó sin poder evitarlo. Sería muy incómodo explicarle a Lincoln, o a cualquiera que pasara lo que estaba haciendo allí mientras su hermano dormía. Así que buscó rápidamente en el escritorio, y no tardó en descubrir su tiara.
Ya tenía lo que quería y estaba a punto de retirarse. Pero en el último momento, su mirada se topó con el rostro de su hermanito, y aquella boca sonriente que ahora se veía tan relajada y hermosa.
Miró rápidamente hacia el pasillo. Todo estaba despejado.
Se acercó sigilosamente a la orilla de la cama. Lo miró; se inclinó sobre él para contemplarlo mejor, y Lola sintió una cálida ola de sensaciones que derritieron su gélido corazón.
¿Algún día se animaría a decirle a Lincoln que lo quería? ¿A confesarle sus más íntimos sentimientos?
Era poco probable... y también era una lástima. Ni siquiera el hermoso Winston le había despertado emociones tan profundas como su hermanito.
Era tan noble y desinteresado... Cada vez se sentía peor por abusar tanto de él.
Sabía que todas lo hacían, pero eso no la aliviaba de sus propias culpas.
- Linky... hermanito. Si supieras cuánto te quiero y cuánto te agradezco todo lo que haces por mí. Pero no puedo empezar a ser buena contigo, ¿verdad? Todas sospecharían si vieran que solamente soy buena contigo. Además... Soy tu hermana, ¿verdad? No puede haber nada entre nosotros.
De pronto se sentió muy triste. Sus ojos empezaron a nublarse. Presentía que en el futuro, conocería a cientos de hombres mucho más atractivos y adinerados que su hermano. Y los tendría corriendo tras de ella como moscas tras la miel. Pero tal vez ninguno de ellos la amaría por lo que era: todos irían tras su belleza y su fama. Incluso a los siete años de edad, Lola Loud sabía muy bien que ese era el destino de muchísimas reinas de belleza.
Ni siquiera podría probar alguna vez sus labios. Esos labios gordezuelos que se sentían tan bien en sus mejillas.
O... ¿Acaso sí?
Una vez más, Lola se cercioró de que nadie viniera. Se decidió, y se acercó lo suficiente para depositar un suave beso en los labios de Lincoln.
El contacto duró menos de un segundo. Lincoln pareció no sentirlo, pero para ella fue como un choque eléctrico directo a su cerebro.
- Dios mío... Nunca creí que... los labios de Linky fueran tan...
No pudo seguir pensando. Sus ojos se nublaron más; las lágrimas estaban a punto de brotar, y cualquiera podría notar su maquillaje corrido. Era importante que se fuera, pero... No podía contra la intensidad de sus emociones. Sin saberlo, ese único beso que le dio a su hermano sería el patrón de comparación para todos los que daría en el futuro. Y pasarían muchos, muchos años para que volviera a sentir algo semejante.
Por un momento, tuvo el impulso de volverlo a besar. Pero Lincoln se acomodó en su cama, y ella se asustó de que pudiera descubrirla.
Salió rápidamente del cuarto. Sin embargo, le ganó el deseo de verlo una vez más. Lincoln descansaba tranquilo con una gran sonrisa en sus labios.
Lola se sonrió a su vez. Se imaginó que su hermanito estaba feliz por lo que había sentido al recibir su beso; y la preciosa niña sonrió complacida.
La pequeña princesa le envió un beso con su manita, y cerró suavemente la puerta tras de sí.
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The Loud House: minirelatos e historias cortas
FanfictionUna colección de historias sobre la serie The Loud House.