𝚇𝚅𝙸

925 146 41
                                    


—Todo está saliéndome muy bien— Sirius miro a Severus quien veía hacía el oscuro cielo de esa madrigada —Todo gracias a ti— dijo parando si caminar y Severus igual que él. Sirius le tomó de una mano y con la otra acarició su pálida mejilla que estaba pintada de un delicioso rojo debido al frío del invierno

—Tú eres quien persuade— Severus trató de quitarse un poco los créditos pues no era muy de su agrado llamar la atención de aquella manera pues sabía que Sirius no tendría problema por anunciarle a todos que gracias a él estaba haciendo todo eso

—Sí, pero sin ti no sabría qué hacer— sonrió levemente y tomó sus dos manos generando calor en medio del invierno. Ambos quedaron en un cómodo silencio sólo escuchando el crujir de las ramas de los árboles sin hojas, todo gracias a la ventisca que corría levemente entre ellos —Sobre lo de tu sueño...— comenzó Sirius tocando el tema — es sólo eso, un sueño u no deberías preocuparte

—Sí, pero— sus palabras fueron acalladas por las de Sirius que buscaban tranquilizarle

—¿Lo que mi madre decía?— negó levemente con la cabeza —No debes preocuparte por eso, es normal que tengas pesadillas relacionado con lo sucedido— explicó de la manera más calmada hacia su amado —En lo personal no creo que seas un mestizo ni mucho menos y de ser así me quedaría a tu lado porque tú eres tú y en ninguna parte del mundo encontraré a alguien tan increíble como lo ere tú, Severus. Te amo y eso es lo que importa

El corazón de Severus dio un suspiro de alivio al saber que Sirius a pesar de todo lo amaba y que si las cosas fueran distintas su amor por él no cesaría y viceversa.

Sirius y Regulus estaban en el salón de estar de la residencia Black, los hermanos jugaban amenamente una partida de ajedrez mágico, partida que estaba siendo ganada por el menor de los Black y por ende el lauro estaba totalmente concentrando en s...

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


Sirius y Regulus estaban en el salón de estar de la residencia Black, los hermanos jugaban amenamente una partida de ajedrez mágico, partida que estaba siendo ganada por el menor de los Black y por ende el lauro estaba totalmente concentrando en su siguiente jugada mientras esperaba paciente que sí querido elfo Kreacher les sirviera el té.

—Caballo B4– dijo y la pieza se movió por el tablero captando sus órdenes. Regulus frunció el ceño al ver que su torre era destruida por la pieza de su hermano pero aún así iba ganando por mucho. La partida fue interrumpida por los tacones de su madre resonando por el piso, los hermanos se giraron a su dirección viéndola ingresar y dirigirse al despacho de su padre

—Sirius, ven aquí. Queremos hablar contigo urgentemente— pidió Walburga sin detener si camino hacia el despacho de su esposo

Sirius se miró desconcertado con Regulus, incluso el pequeño elfo miró a sus jóvenes amos totalmente confundido por la repentina petición de su ama hacia los jóvenes Black. Sirius se levantó de su asiento y camino hacia el despacho, abrió la puerta y dio unos pasos ingresando y cerrando la puerta detrás de él viendo a sus padres frente a él.

—Siéntate, Sirius— mandó Orión y su hijo se sentó en la silla a un lado de su madre quien no lo miro —Queremos hablarte de algo...de un tema un poco difícil— Orión poso sus manos en el escritorio y entrelazó sus dedos —Los rumores de Severus y su familia

𝐐𝐮𝐨𝐝 𝐚𝐦𝐨𝐫 𝐝𝐞𝐬𝐭𝐫𝐮𝐢𝐭 (Snirius) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora