𝚇𝙸𝚇

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Bastet y Elnath se encontraban cenando, el silencio entre ellos era cómodo pero era amortiguado por el tintinear de los cubiertos chocando entre sí y contra el plato de porcelana.
Su elfina se dignó a abrir las pesadas cortinas del ventanal del comedor que daba vista al jardín frontal y lo que vio Bastet la dejó totalmente sorprendida. En el jardín se encontraba Sirius Black, inmóvil y solo miraba hacia arriba, a la ventana de su hijo, ¿se había quedado ahí desde que llegó? La luna ya se asomaba por el negruzco cielo y las estrellas brillaban intensamente, habían pasado al menos cinco horas desde que el muchacho había llegado.

—No mires a la ventana, Bastet— prohibió su esposo aún inmerso en su propia comida

—¿Cuánto tiempo lleva ahí?— la Prince lo miro y Elnath le devolvió la mirada dejando sus cubiertos a un lado

—Horas— fue lo único que dijo dirigiendo unos escasos segundos su mirada hacia el muchacho en el exterior

—Santo Merlin.— se preguntaba si se iría pronto o quizá existía la posibilidad de que permaneciera ahí hasta el amanecer —Wisell— llamó a su elfina quien apareció e hizo una reverencia hacia su ama —Llévale la cena a Sirius Black— pidió y su elfina asintió en silencio aún manteniendo su reverencia

—¡Wisell!— interrumpió Elanth —Te prohibo que ese muchacho pruebe un bocado de mi comida

—¡Elnath!— regañó su esposa —No seas egoísta

—Seré egoísta si se me place, Bastet. Ese Black no merece ninguna benevolencia por parte de ningún Prince, ¿oíste?— miro a su esposa con el ceño fruncido demostrando cuan disgustado estaba

Bastet con su mirada fija en él se levantó de su silla dejando su plato abandonado, dejó bruscamente su servilleta de tela en la mesa y se dio la vuelta dirigiéndose hacia las cocinas seguida de su elfina.
Minutos después Elnath visualizó a su esposa volver al comedor con una bandeja que contenía un plato con verduras a la mantequilla, un poco de puré de chayote y un gran filete de cerdo, además de una copa llena de agua y otra más pequeña que contenía un vino rojizo.

—No somos crueles, Enlath y te prohíbo que me vuelvas alzar la voz de tal manera— fue lo único que dijo a su esposo antes de salir por la pequeña puerta del comedor que daba al jardín de en frente —Ten Wisell— le dio la bandeja a su elfa para que la sostuviera mientras ella se alzaba su pulcro vestido para que no se ensuciara con la tierra y el césped del jardín. —Buenas noches

Sirius se giró un poco viendo a la mujer que le había dado la vida a su amado Severus e hizo una pequeña reverencia.

—Señora Prince— saludó lo más educado posible

—Llevas horas aquí— no hubo respuesta por lo que ella lo tomó como una afirmación —Mi esposo me prohibió traerte la cena pero— ella lo miro de arriba abajo algo que hizo que Sirius se sintiera juzgado —a diferencia de otras personas nosotros somos benevolentes

La elfa apareció una pequeña mesa de madera y una silla del mismo material después puso bandeja de comida en la mesa y se retiró por órdenes de su ama.

—Yo...— trato de hablar pero Bastet lo calló alzando su dedo índice prohibiéndole que siguiera

—Puedes quedarte meses parando aquí pero no permitiré que vuelvas a lastimar a mi niño. No tuviste los pantalones para dar la cara pero después de que sientes que lo has perdido todo, no sólo su amor sino nuestro apoyo y respeto vienes a...suplicar— Bastet siempre fue una mujer considerada, dulce y amable, era extraño cuando se mostraba enfadada, pero cuando lo estaba podría ser incluso más cruel que su esposo y eso era lo que estaba haciendo ahora

𝐐𝐮𝐨𝐝 𝐚𝐦𝐨𝐫 𝐝𝐞𝐬𝐭𝐫𝐮𝐢𝐭 (Snirius) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora