Capítulo 12

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MARATON 4/6

A Destiny la abandonó todo el coraje,
mientras se acercaba a Carlos. Como si
la sintiera acercándose, se volvió,
después de cerrar la puerta y la estudió
durante un momento.
— ¿Quieres algo?
¡Qué pregunta! Ella tragó una vez, y otra
vez.
—Te deseo —dijo rápidamente.
Él le dedicó una sonrisa sensual y
arrogante.
—Entonces ven y cógeme —dijo, y
extendió sus brazos en señal de
rendición.
Temblaba nerviosa, pero caminó
lentamente hacía él. Miró fijamente hacía
la excitación que no ocultaban sus
pantalones, excitación que se hizo más
evidente con su proclamación. Sabía
exactamente lo que quería hacer con él.
Quería saborearlo de nuevo, como hizo
anteriormente.
Alcanzó el botón de sus vaqueros, y lo
oyó como comenzaba a jadear, cuando
abrió la cremallera hasta el borde de la
ropa interior.
—Sácatelos —susurró ella—. Quiero verte
desnudo.
De alguna manera, la imagen de él
sacando su pe.ne, la excitaba de una
manera salvaje. Quería que aquella
imagen cobrara vida.
—Ponte de rodillas —le ordenó él.
Accedió presurosamente, y metió la mano
en su pantalón, retiró su pe.ne. Se acercó,
queriendo tocarlo. Lo rodeó con las
manos y lo acercó a sus labios, estaba
duro como una piedra. Sacó su lengua y
delicadamente la enrolló en torno de la
cabeza. Él se estremeció, gimió y empujó,
buscando su boca.
Ella colocó su mano alrededor de este y
la dirigió hacia su boca. Lo dejó
deslizarse por sus labios por algunos
instantes, antes de chuparlo suavemente.
—¡Oh, Dios mío! Soy tuyo, cómelo todo.
Enredó su mano en sus pelos mientras
empujaba la po.lla en su boca.
Le encantaba el contraste entre la piel
suave y lisa, y su dureza de hierro. Tenía
un gusto exótico, todo macho, como su
olor. Deslizó la po.lla hasta el fondo de su
garganta. Quería más. Quería hacerlo
gozar. Quería hacerlo sentir tan
descontroladamente, como él la hacía
sentirse en sus brazos.
Los suaves sonidos de su chupada
llenaban el granero. El sonido le parecía
erótico y aumentó su excitación. Lo
acarició todo y deslizó la lengua por toda
su largura.
—Eres una seductora —susurró él, con
voz ronca.
Ella sonrió. Se sentía seductora. Adoraba
eso. Puso lo que conseguía de su po.lla
en la boca y continuó acariciándolo con
la lengua, luego acarició la vena espesa,
hasta sus bolas. Tomó una en la boca,
disfrutando sentir su cuerpo cada vez
más tenso. Después, fijó su atención en
la otra, chupando y acariciando con la
lengua.
—Tienes que parar —gimió—. Si no, me
voy a correr.
Ella se sentó sobre sus talones y le dirigió
una sonrisa traviesa:
—Eso es lo que deseo.
Él la cogió en sus brazos y selló su boca
con un beso ardiente, y sus lenguas
chocaban en medio de jadeos.
—Quítate esos malditos pantalones
—exigió él.
Rápidamente, ella se quitó las botas y los
vaqueros. Carlos desgarró sus bragas, el
leve material se rompió fácilmente. Antes
de darse cuenta de que estaba haciendo
él, fue alzada en sus brazos, con las
piernas alrededor de su cintura.
En una dura embestida, se empujó
profundamente en su humedad. Ella gritó,
haciendo eco en el granero. Su vagina se
convulsionó, en una invitación adicional.
Él la sostuvo con un brazo y con el otro,
arrancó su abrigo. En cuanto la vio libre,
rodeó su cintura con los dos brazos y
empezó a empujar. Sintió la cremallera
del pantalón rozando su pe.ne, mientras
se movía en ella.
Pasó los brazos en torno a su cuello y se
abandonó a las sensaciones.
—Eres tan jodidamente bella... —declaró
él.
Enterrado hondamente en ella, se movió
hasta arrimarla en la pared del granero.
Entonces comenzó a joderla con fuerza.
Besaba y chupaba su hombro, su cuello y
cuando alcanzó la piel delicada cercana
a la oreja, le dio una mordedura.
Lo agarró por el pelo. Ella no era apacible,
pero él tampoco. Movió la cabeza de su
cuello y fundió sus labios. Tenía hambre.
Hambrienta de él. Y parecía que no podía
conseguir bastante.
Empujaba más duro, y más duro, su
espalda chocaba contra la pared, pero a
ella no le importaba. Ella lo quería más
adentro.
Las manos de él bajaron por la cintura y
se dirigieron a su trasero, envolviendo las
dos nalgas y acercándola, después
alejándola. Sintió que él intentaba
penetrar su apretado ano con un dedo y
se puso tensa.
—Relájate —susurró él contra su oído.
Antes de que pudiera reaccionar, sintió
que él empujaba un dedo en su interior.
Resistió, y el dolor casi la hizo alcanzar el
orgasmo.
Entonces, otro dedo se juntó al primero.
Su pe.ne bombeaba su vagina, sus dedos
penetraban su cu.lo. Era más de lo que
podía aguantar. Él se retiró y empujó de
nuevo, mientras continuaba penetrándola
con sus dedos en su cu.lo. Ella estalló:
—¡Oh, Dios! ¡No pares! —gimió.
Él la agarraba firmemente en sus brazos,
mientras la penetraba con golpes largos y
duros. Gracias a Dios porque ella estaba
completamente exhausta. Su cuerpo se
partió en millones de pedazos, cuando el
orgasmo la consumió. Flashes coloridos
estallaban ante sus ojos antes de
cerrarlos, incapaz de aguantar las
sensaciones.
—Oh, Dios, muñeca, me estoy corriendo
—gritó en su oído.
Ella se abandonó en su pecho, sus brazos
lo enlazaron suavemente, mientras él
inundaba su coño.
Descansó el rostro en su cuello, jadeando.
Los brazos de él la mantenían firme, la
po.lla aún enterrada profundamente
dentro de ella. Permanecieron así un
largo tiempo, hasta que él apartó su cara
de su cuello, y le dio un beso suave.
—¿Puedes mantenerte de pie?
—preguntó, mientras se alejaba
ligeramente, liberando su co.ño.
Asintió con la cabeza, aunque no estaba
completamente segura de poder hacerlo.
Él la deslizó cuidadosamente por su
cuerpo y la mantuvo agarrada hasta tener
la certeza de que conseguiría sostener su
peso.
Metió su pene dentro de los pantalones y
cerró la cremallera. Entonces la abrazó,
acercándola contra su pecho, descansó
la barbilla sobre su cabeza y
permanecieron en silencio.
Mientras que su cuerpo se calmó, sintió el
frío viento que penetraba por las paredes
del granero. Se estremeció en sus brazos
y él la apartó, apresurándose en recuperar
sus vaqueros, que descansaban en el
suelo.
Ella se los puso y volvieron a abrazarse.
Dobló su cabeza y la besó. Un beso
profundo, tranquilo. Más lento que el
habitual, caliente como el infierno.
Suspiró contra sus labios y se apoyó en
su pecho. Se sentía débil como una
gatita, completamente saciada.
—Vamos a volver a casa —dijo Carlos,
con la voz profunda, contra su rostro.
Agarró sus botas y el abrigo y siguió a
Carlos hacia fuera del granero. Entraron
en la cocina, sacudiendo la nieve de los
zapatos. Sacó el abrigo y las botas y se
dirigió hacia la sala.
Buscaba a los otros. Quería saber donde
estaban, se sentía segura junto a ellos.
James estaba en el ordenador y Logan
acostado en el sofá viendo la televisión.
Se acercó y se acostó en el sofá con
Logan, su confianza afianzada después
de lo que había ocurrido en el granero.
Además, quería un abrazo afectuoso
después del sexo con Carlos.
Logan la envolvió en sus brazos y la
acercó a su pecho. Levantó las cejas
cuando vio su apariencia arrugada.
—¿Tú y Carlos, tuvisteis un buen paseo?
Enrojeció, asintió con la cabeza, y se
apoyó en su hombro.
Él se rio acariciando su cara y su pelo.
Bostezó, y se acurrucó más contra el
cuerpo de Logan.

La Mujer De Los Tres HermanosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora