Capítulo 38

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MARATON 2/4

Odiaba que todavía luchara contra las
pesadillas. Oh, ella nunca lo admitiría,
pero oía sus callados quejidos, sentía sus
estremecimientos y temblores en su
sueño. Los otros estaban igual de
conscientes.
La sostenían, asegurándose de que
nunca estuviera sola durante la noche.
Cuando empezaban las pesadillas, la
sostenían, la consolaban, pero se sentían
impotentes, mientras su terror
continuaba.
Miró hacia abajo otra vez, para ver su
cara enterrada en el pecho. Esperó,
queriendo asegurarse de que no la
despertaría, cuando la llevara adentro.
Giró la cabeza, cuando oyó que se abría
la puerta principal. Levantó el dedo hasta
los labios, cuando Carlos se deslizó
fuera. Los ojos de Carlos barrieron
ávidamente sobre Destiny, la preocupación
oscureciéndole sus ojos chocolate.
—Voy a llevarla dentro —dijo Logan
calladamente—. Abre la puerta si no te
importa.
Con gran cuidado, Logan liberó el brazo
de alrededor de Destiny y se puso de pie.
Entonces se inclinó y curvó sus brazos
debajo de ella, levantándola contra su
pecho. Se movió lentamente hacia la
puerta, parando cuando ella le acarició el
cuello con la mejilla.
Cuándo se recostó, avanzó por la puerta
que Carlos tenía abierto para él. Anduvo
hasta el dormitorio y la acostaba con
cuidado en la cama. Hizo un sonido de
protesta, cuando se alejó de ella.
Tomando sólo un segundo en desatarse
los zapatos, se arrastró a la cama con
ella y la abrazó.
Ella deja salir un suspiro dulce de
contento, mientras se acurrucaba en sus
brazos. Empezó a frotarle la espalda otra
vez, como había hecho en el porche,
hasta que se relajara completamente en
su abrazo. Pronto, su respiración se filtró
por la habitación, y Logan cerró los ojos,
contento de yacer allí con la mujer que
amaba llenando sus brazos.

Cuándo Destiny se despertó, registró primero
que Logan ya no estaba delante de ella.
Pero estaba sujeta contra una espalda
dura y una mano descansaba de manera
posesiva en su abdomen redondeado.
Sonrió. Carlos.
Ella parpadeaba la nube del sueño de sus
ojos y se maravilló de cuán mejor se
sentía. Parte de ello era por las horas
extras de sueño que había necesitado,
pero la otra parte, era la tranquilidad que
sentía con Carlos, curvado alrededor de
su cuerpo.
Queriendo enfrentarlo, luchó por girarse,
una proeza que no tan sencilla estos
días. Manos suaves la ayudaron y labios
calientes se encontraron con los suyos,
tan pronto como se acomodó.
Ella suspiró contenta, mientras Carlos
profundizaba su beso, su lengua
acariciando la suya. Deslizó una mano
sobre su pecho desnudo y luego hasta
sus hombros, donde descansaba la
cicatriz fruncida del disparo.
Lágrimas inesperadas empañaron su
visión, mientras revivía una vez más el
horror de aquella noche. Malditas
hormonas del embarazo. Era un
ambulante caso perdido, estos días.
—No vas a perderme —murmuró Carlos
mientras se apartaba de su boca.
Una lágrima se deslizó por la mejilla.
Dios, ella necesitaba esa tranquilidad.
Últimamente, el corazón se le detenía
cada vez que lo miraba.
—Te amo —dijo ella, su voz susurrante
por la emoción.
—Yo también te amo —dijo él
bruscamente.
El bebé pateó y giró entre ellos y la cara
de Carlos se relajó con una amplia
sonrisa.
— ¿Hoy está activo, verdad?
Él movió la mano hasta la cintura de los
pantalones de chándal y los bajó, hasta
que desnudó el vientre. Sus dedos
acariciaron reverentemente la piel tensa.
Entonces, se agachó para presionar los
labios en el pequeño bulto bajo las
costillas.
— ¿Eso es el pie? —preguntó.
Destiny rio entre dientes.
—Podría ser. No puedo mantener el ritmo,
se mueve tan rápido.
El deslizó la mano arriba, apartando su
camisa hasta que acunó un pecho lleno.
Luego se inclinó otra vez y besó el pezón
hinchado.
—Te he echado de menos —dijo
simplemente, y ella supo que quería decir
sus relaciones sexuales.
Ella gimió suavemente, mientras él
arremolinaba la punta de un dedo
alrededor de la punta fruncida, dejando la
humedad de su lengua.
—Yo también te he echado de menos
—murmuró ella.
En realidad, estaba a punto de chillar de
frustración. No habían hecho el amor en
semanas. Sabía que estaban siendo
considerados con su molestia, pero era
una innecesaria restricción por su parte.
No habían sido nada, sino terriblemente
gentiles desde que había vuelto a ellos,
nunca tomándola como antes. Le
hicieron el amor reverentemente, casi
como si tuvieran miedo de que le hagan
daño involuntariamente.
Seguramente, no pasaba ni un día, una
hora, sin que la tocaran, acariciaran,
ducharan con ternura, pero no era lo
mismo que hacer el amor.
—No me romperé —dijo ella
deliberadamente.
Un suspiro desigual de frustración, salió
del pecho de Carlos.
—No quiero herirte a ti o al bebé. James,
Logan y yo hemos discutido esto.
Pensamos que sería mejor esperar hasta
después del nacimiento del bebé.
Destiny frunció el ceño. Se levantó sobre un
codo y miró a Carlos.
—Déjame poner esto en claro. ¿Tú y tus
hermanos decidisteis, por vuestra cuenta,
sin consultarme, que os abstendríais
hasta después de que nazca el bebé?
La miró cuidadosamente.
—Uh, si.
Ella apretó los labios en una línea
apretada.
—Ya veo. ¿Y nunca se os ocurrió que
quizá yo no tenía deseo de abstenerme?
¿Desde cuándo tomáis mis decisiones
por mí?
Él la miró en completa confusión, la
mirada de un hombre que sabía que
estaba arrinconado y no tenía ni idea de
que decir para salir de ello.
Ella casi sonrió, pero arruinaría
completamente la severa mirada que
intentaba echarle. En vez de eso, se
inclinó y presionó los labios contra su
pecho. Lamió las líneas de entre los
duros músculos, bajando para explorar
sus rígidos muslos abdominales.
El aliento le escapó en un largo silbido.
—Destiny, no creo… no creo que esto sea
una buena idea.
Ella levantó la cabeza para mirarlo a los
ojos.
—Ese es tu problema. Piensas
demasiado.
Se deslizó fuera de la cama solo el
tiempo suficiente para quitarse sus ropas,
antes de arrastrarse de vuelta encima de
él.
Los dedos bajaron hasta el botón de sus
vaqueros.
—La manera en que lo veo, tienes dos
elecciones —empezó—. Una, puedes
quitarte los vaqueros como un buen
chico, o dos, puedes sufrir la ira de las
hormonas locas de una mujer
embarazada.
—Bien, cuando lo pones así.
Las manos se movieron, para bajarse
torpemente los vaqueros. Los sacudió,
mientras los empujaba por las caderas.
Unos pocos segundos más tarde, estaba
desnudo, su polla tensa hacia arriba.
Una oleada de deseo se disparó por su
sistema, dejándola jadeante. Sin darle
tiempo para cambiar de idea, puso las
manos en su pecho, para sujetarse y
pasó una pierna sobre las caderas. Las
manos de él la sostuvieron por los
hombros, mientras se estiraba para
posicionar la polla en la entrada de su
Vagina. Luego, se hundió, enfundándolo en
un movimiento.
Carlos arqueó su cabeza, los ojos eran
cerrados, mientras apretaba los dientes.
Ella sonrió. Quizás le faltaba un poco de
práctica, pero no era su culpa, dado que
ellos no habían sido participantes
exactamente dispuestos. Pero iba a
remediar eso. Empezando por ahora.
Las manos de Carlos se deslizaron por su
cuerpo, sobre las curvas e hinchados
pezones, hasta que se asentaron en las
caderas. Ella empezó una cabalgada
lenta y sensual, decidida a castigarlo por
haberse reprimido con ella. Él estaría
pidiendo clemencia, antes de acabar con
él. Se inclinó hacia delante, permitiendo
que su pelo cayera sobre el pecho,
mientras continuaba girando las caderas.
Un placer exquisito, dolorido, se construía
en su pelvis, curvándose como fuego en
el abdomen. Dios, lo había echado de
menos.
Los dedos se curvaron en el pecho.
Jadeó, mientras sentía el lento
alzamiento del orgasmo. No, no acabaría
tan rápidamente. Se hundió otra vez y se
detuvo, disfrutando de la sensación de él,
clavado tan profundamente dentro de
ella.
—Jesús, Destiny, no puedes pararte ahora.
El bajo y desesperado sonido de su voz,
mandó un estremecimiento por su pecho.
Le miró fijamente a los ojos y sonrió
traviesa. Levantó las caderas una
diminuta pulgada antes de deslizarse
hacia abajo.
—Te aprovechas de hecho que no puedo
devolverte esto —se quejó Carlos.
Las manos viajaron alrededor de las
caderas, para acunar su trasero. Se
arqueó dentro de ella, empujando más
profundamente.
Ella sabía que no iba a durar mucho. Y
entonces, el movió una mano entre sus
piernas. Los dedos encontraron su clítoris
y empezaron a acariciar la carne
temblorosa. De dio por vencida de hacerle
sufrir y reanudó el ritmo.
Las rodillas se clavaron en los costados,
mientras que su cuerpo se tensaba. Cada
músculo se tensó, estirándose, rogando
por liberación. El aliento se escapó de sus
pulmones, como fuego.
Carlos se levantó y dejó salir un grito,
mientras su cálida semilla la inundaba.
Unos pocos segundos más tarde, el
orgasmo ardió sobre ella, liberando mil
burbujas diminutas, explotando en una
punzada de placer.
El la agarró, mientras se desplomaba
hacia delante. Suavemente, la colocó con
cuidado a su lado, curvando sus brazos a
su alrededor, mientras la sostenía cerca.
Los dos intentaban recuperar el aliento,
mientras que sus corazones latían
erráticamente por las secuelas.
Le besó el pelo, acariciándole la espalda
con una mano, mientras ella se
estremecía con réplicas.
— ¿Te he hecho daño? —le preguntó
contra la oreja.
Ella sacudió la cabeza y le acarició con la
nariz.
—James y Logan patearán mi culo por
esto —dijo él irónico.
Ella sonrió y se empujó para mirarlo.
—No, no lo harán. No tengo intención de
darles la oportunidad.
—Uh, oh.
—No te preocupes por tus hermanos
—dijo ella—. Tengo planes para ellos.

La Mujer De Los Tres HermanosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora