Capítulo 29

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MARATON 2/4

Destiny abrió los ojos lentamente,
sorprendida por el esfuerzo que
necesitaba hacer. El aire era helado a su
alrededor, y le dolía la mandíbula. No
reconoció el entorno. Estaba en un cuarto
de una cabaña, acostada en el suelo.
Movió los brazos y descubrió que ya no
tenía las esposas que tenía antes.
Sombras pálidas de luz entraban por la
ventana. Amanecía. Así que llevaba allí
hay por lo menos dos horas.
Lágrimas escapaban de sus párpados.
Carlos. Nunca le había dicho que lo
amaba. Y ahora ya no tendría la
oportunidad de decirlo.
Un sonido la sorprendió y el dolor asaltó
su cadera, cuando el raptor la pateo.
—Veo que está despierta. Bueno. Ahora
levántate.
Lo miró cautelosamente. Fue la primero
vez que lo hizo de verdad. Esperaba
encarar un hombre vil y brutal, pero solo
veía lo que parecía ser un hombre
amable, de apacible altura y tamaño
medio.
Sonrió como si leyendo sus
pensamientos.
—No te dejes engañar por mi buen
aspecto, mí querida. Ahora, te puedes
levantar tú sola o puedo obligarte, y te
aseguro, no será una experiencia
agradable.
Quedó paralizada por el terror. Quiso
vomitar. Puso las manos en el suelo y
consiguió impulsarse para ponerse de
pie. En cuanto se levantó, el hombre le
agarró el brazo y la empujó en dirección a
una silla.
—Toma asiento.
Se hundió en la silla situada tras un viejo
escritorio. La silla estaba rota y crujió
cuando coloco su peso en ella, por un
momento, temió que se desmoronaría.
Puso su mano en el escritorio para
equilibrarse. Estaba helada. Más helada
que en cualquiera otro momento de su
vida. No había ningún calor en la cabaña.
Ninguna protección contra el frío. Sentía
los miembros congelándose. Temblaba
incontrolablemente. Una vez que
comenzó, no podía parar.
El hombre encendió un cigarrillo y
perezosamente, sopló el humo.
Apoyándose contra la mesa, la observó
con ojos fríos.
—No tengo paciencia para rodeos. Voy a
matarte.
El pánico la inundo. Su garganta se
endureció, y por un momento no pudo
respirar. No quería morir.
—Voy a ser civilizado al respecto.
Pareció asombrarse con su
proclamación. Hasta emitió una risa
seca.
—Voy a ofrecerte una elección. Una
muerte rápida e indolora, o —pausó para
hacer efecto— puede ser problemática,
prolongada, y muy dolorosa. Tu elección.
Sintió que la boca se le secaba.
—Todo lo que tienes que hacer es
decirme a quien más le contaste lo qué
pasó en la noche de su boda. Muy
simple. El Sr. Schmidt está muy ansioso
para proteger sus intereses. Lo que sería
difícil en una celda de prisión, estoy
seguro que te puedes imaginar.
Sacó un grande y afilado cuchillo, a
medida que hablaba. Acarició el metal
frío y brilloso con las puntas de los
dedos, moviéndolos de la extremidad
hasta la punta.
La mente de Destiny se desboco. Era un
bastardo hablador. Claramente
disfrutaba de la situación. Obviamente si
hablaba, terminaría con el asunto en
minutos. Miró el cuchillo, el terror
recorriéndole todo el cuerpo.
Cerró los ojos e intentó encontrar valor.
Recordó a Carlos y se mordió el interior la
mejilla para alejar el llanto. No podía
permitirse que aquel bastardo escapase
después de lo que hizo.
— ¿Entonces lo qué será, Sra. Schmidt?
¿Podemos tener una breve conversación
antes de su intempestivo fallecimiento?
Con las manos abiertas sobre escritorio,
se quedó en pie.
—Vete al infierno —escupió.
Sus ojos se endurecieron. Cruzó el
espacio entre ellos y sin advertencia,
agarró su brazo y lo empujó hacia atrás.
La giró hacia el escritorio. Gimió de dolor
y él continuó a haciendo una presión
enorme en su brazo.
Empujó más alto. Gritó en agonía y sintió
un crujido.
¡Había quebrado su brazo!
Soltándola, dejó su brazo caer, oscilando
a su lado. Sintió que la vista se le
nublaba cada vez más, hasta se temió
desmayarse por el dolor. Llevó la mano el
escritorio, intentando mantenerse de pie.
Las puntas de los dedos encontraron un
lápiz y ella lo agarró.
Se sintió invadida por la ira, la adrenalina
zumbando por sus venas, se giró, con el
lápiz en la mano y lo hundió en el rostro
de su torturador. Ahondó en su mejilla, y
él se alejó con un aullido de dolor.
Ella no desaprovechó el tiempo.
Ignorando el terrible dolor de su brazo, se
arrojó hacia él, golpeándolo con la rodilla
en la ingle. Una vez, dos veces y una
tercera hasta que él cayó al suelo.

La Mujer De Los Tres HermanosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora