Capítulo 23

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MARATON 3/3

—Pudimos haberla perdido hoy —dijo
James. La ira aún ardía por sus venas.
Quería matar alguien. Con sus propias
manos.
Se volvió, para mirar fijamente a sus
hermanos.
—No podemos quedarnos aquí. No
podemos protegerla aquí en la ciudad.
Hay demasiado espacio abierto.
—Estoy de acuerdo —declaró Carlos con
voz acerada—. Debemos volver a casa.
Los tres hermanos andaban por la sala
de estar de la suite, como fieras
enjauladas. Destiny dormía a pocos metros,
en el cuarto, con la puerta entreabierta,
para escuchar si ella se despertara.
— ¿La pregunta es que vamos a hacer
sobre su esposo? —dijo Logan
—Protegeremos a Destiny y esperamos que
Cal haga su trabajo —declaró James.
Carlos estregó su pelo impacientemente.
—Tenemos que hacer algo. No podemos
sentarnos y esperar. Sabemos que esto
no se acabó.
—Estoy consciente de eso —asintió
James, intentando reducir su irritación.
Sabía que Carlos estaba tan preocupado
como él.
—Vamos a casa y nos mantendremos en
alerta. Estará en una desventaja en
nuestro terreno. Nadie conoce aquellas
montañas mejor que nosotros. Cuando
estamos aquí, nos sentimos perdidos.
Logan asintió.
—Esta noche, vi algo en ojos de Destiny que
no me gustó. Más que miedo. Era el
conocimiento que algo que hizo podía
herirnos. No quiero que piense de ese
modo.
—Ella no hizo nada —afirmo Carlos.
Logan levantó las manos.
—Yo no dije que lo hizo, Carlos. Para. Yo
solo sé lo que está pensando, y no me
gusta. Piensa que es culpable de todo
esto.
—Suficiente —dijo James—. Lo más
importante es llevar a Destiny de vuelta a la
cabaña y la vigilaremos todo el tiempo.
No podemos hacer algo cosa que pueda
complicar ese divorcio. Al menos, hasta
que acabe. Después, podemos descubrir
el mejor modo de manejar a ese sujeto.
Un sonido procedente del cuarto de Destiny
puso fin a la conversación.
—Iré yo —dijo Carlos. Antes de que
James o Logan pudieran contestar, se
dirigió rápidamente al cuarto.
—Él la ama —dijo Logan en voz baja.
James movió la cabeza, la satisfacción
llenaba su corazón. Acercarse a Carlos
era tan difícil como agarrar un toro por
los cuernos, pero una vez que lo permitía,
correspondía plenamente. Y era
ferozmente protector con aquéllos que
amaba.
—La vigilará bien —dijo James.
—Todos lo haremos —lo corrigió Logan.
James verificó su reloj. Dos de la
mañana. Pero él no dormiría mucho esta
noche. Si no fuese por el hecho de Destiny
necesitaba descansar, les convencería
salir ahora mismo. Regresar a la cabaña.
— ¿Por qué no duermen un poco? — le
ofreció Logan—. Yo siempre duermo
poco. Me quedare aquí, cuidando de que
todo esté tranquilo.
James suspiro.
—Cierto. Dudo que consiga dormir, pero
voy a acostarme unas horas. Iremos para
casa por la mañana.
James camino hacia el cuarto. Miró y vio
a Carlos abrazado a Destiny, las piernas
entrelazadas, las manos descansando
posesivamente en las caderas de ella, los
dedos ensanchados en la curva de sus
nalgas.
Abrió los ojos y miro a su hermano.
James irguió la ceja, en una muda
pregunta. Carlos movió la cabeza,
señalizando que todo estaba bien con
Destiny.
James se quito las botas, se sacó los
jeans y trepo calladamente en la cama, al
otro lado de Destiny.
Ella se meció a su lado, frotando su
trasero contra su estomago. Él besó su
hombro desnudo, anidó el rostro en el
pelo de ella y se relajó sobre la almohada.
Pero cuando cerró los ojos, todo lo que él
veía era el coche golpeando a Destiny.
Repetidas veces. Su corazón se disparó y
se le hizo un nudo en la garganta. Que
cerca estuvieron de perderla.
Había sido negligente, todos ellos lo
habían sido, pero no sucedería de nuevo.
Juró proteger Destiny en el momento en el
que apareció en sus vidas. Y no volvería a
fallar.
Destiny salió de la cama, estremeciéndose
cuando la pierna toco el suelo y sintió su
peso. Contorsionando su cuerpo, miró
hacia la contusión púrpura y el corte de la
cadera.
Sintió una retorcida diversión. Su primer
pensamiento fue que se sentía como si
alguien la hubiera atropellado con un
coche. Por lo menos, ahora tenía una
buena referencia del viejo dicho.
Se estiró y giró el hombro. Se sentía vieja
y decrépita, como una mujer de noventa
años. Pero, por lo menos estaba viva. No
gracias a Kendall.
Cojeó en dirección al baño,
preguntándose donde estaban.
El reloj digital, en la mesa de lado de la
cama, le indico que era temprano. Se
vistió cuidadosamente, y se cepilló los
dientes y el pelo. Estaba dolorida como el
infierno, pero por lo menos se sintió
marginalmente mejor.
Un ruido la hizo levantar la mirada. Carlos
estaba en la puerta, mirándola fijamente.
—Pensé que te había escuchado. ¿Cómo
te sientes? —le preguntó.
Ella sonrió.
—Tiesa y adolorida, pero considerando
las circunstancias, podía ser peor, así que
estoy agradecida.
Emociones opuestas atravesaron los ojos
de Carlos. Ira, preocupación, y algo de
miedo. Dejó el cepillo y caminó en
silencio hacia sus brazos. Se ajusto a él,
abrazándolo firmemente.
—Estoy bien, Carlos. De verdad.
Sus fuertes brazos la apretaron. Contra
su pecho, sentía el corazón acelerado.
—No sé lo que haría si algo te pasara
—dijo angustiado.
Ella se alejó, alzando su cabeza para
mirarlo.
—Pero no sucedió nada —contestó
rápidamente.
Tomo su rostro en sus manos y se inclinó
para besarla.
—Te amo —murmuró contra sus labios.
Abrió su boca para contestar, pero las
palabras se quedaron presas en su
garganta.
En vez de eso, le devolvió el beso,
permitiendo que sus lenguas se
mezclaran y enrollaran.
Él se alejó, descansando su frente en la
de ella, las narices y bocas muy cercanas.
—No sentía ese tipo de miedo desde que
me fui de Irak —admitió.
Llevó las manos al pelo de él, alisándolo,
acariciándole las orejas. Frotó su nariz en
la de él, juguetonamente. Después, lo
besó.
—Olvidemos esto y vamos a casa —le
pidió.
Los ojos de él estaban ardiendo.
—Ir a casa suena malditamente bien.
James y Logan ya hicieron el equipaje.
—Entonces, déjame arreglar mis cosas.
—Sal y diles a los otros que estás bien.
Termino yo de recoger tus cosas —se
ofreció.
Sonrió y le acarició el rostro una vez más.
Agarró su mano y besó la punta de cada
dedo, antes de permitir que se alejase.
Dejó el baño sonriendo. Ni aún el dolor de
la cadera pudo obscurecer la dicha que
sentía. Cuando llegó a la sala, James y
Logan levantaron los ojos del sofá, donde
estaban sentados.
Logan se levantó y la encontró a medio al
camino, envolviéndola en sus brazos.
— ¿Cómo te sientes hoy?
—Estoy bien, solo un poco dolorida.
Él la llevó hasta donde James estaba
sentado, y la sentó entre ellos.
—Disculpa por interrumpir nuestro
pequeño viaje, muñeca, pero es mejor que
volvamos a casa esta mañana —dijo
James, con la ceja fruncida.
—Estoy lista de ir para casa —declaró
ella con firmeza.
Él sonrió.
—Me alegro que pienses en ella como tu
casa.
Carlos salió del cuarto, con la maleta y el
bolso en la mano.
—Cogí todo lo que había en el cuarto
—anunció.
James se volvió hacia Destiny.
—Pensé que podemos comer algo en el
camino. Me gustaría salir de la ciudad lo
antes posible.
—Está bien —asintió ella—. Estoy lista
cuando estáis vosotros.
Se levantó del sofá. Logan la acompañó
con un brazo alrededor su cintura.
—Carlos y yo llevaremos el equipaje y
calentaremos el coche. Denos algunos
minutos, y nos encontramos fuera.
Llevaré el coche hacia la entrada —dijo
James.
Logan asintió, James y Carlos cogieron el
equipaje y salieron.
—¿Estás segura de que te sientes bien
muñeca? —le pregunto Logan.
Ella asintió.
—Estoy dolorida, pero cuanto más me
muevo, mejor me siento.
El besó su frente.
—Siento que no cuidamos bien de ti. Eso
nunca debió haber pasado.
Ella se aferro a él.
—No es tu culpa. De ninguno de ustedes
—suspiró y lo abrazó—. Solo espero que
eso acabe pronto.
—Acabará, muñeca. Acabará.

La Mujer De Los Tres HermanosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora