Capítulo 30

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MARATON 3/4

Ella no dudo ni un momento. Corrió.
Llegó la puerta de la cabaña y salió. La
helada nieve alcanzaba sus caderas,
mientras intentaba caminar.
Su corazón palpitaba. Nunca conseguiría
salir de allí. La nieve estaba demasiado
alta. Demasiado profunda. Con aquella
ropa, ella se congelaría antes de
encontrar un lugar seguro.
Apretó su mandíbula hasta sentir dolor.
No moriría en las manos del bastardo. Si
ella moría, no sería sin luchar.
Ignorando el dolor, el frío y el
adormecimiento que afectaba sus
miembros, luchó para seguir adelante,
determinada poner tanta distancia como
pudiera entre ella y su raptor.
Se dirigió a los árboles, intentando
perderse en el área boscosa. Una risa
histérica broto de su garganta. ¿Cómo
podía perder a alguien, con tres pies de
nieve?
Sintió la cabeza tirada hacia atrás. La tiró
la mano que agarraba su pelo con
firmeza. No se intimidó, luchando con
uñas y dientes. Sentía que la
supervivencia era posible.
El metal brilló en el inicio del sol
matutino. Entonces sintió el dolor
estallando en el pecho. Cayó en la nieve,
vagamente consiente del hombre
agarrando un cuchillo arriba de ella. El
brazo sano se hundió en el hielo.
La mano palpó, hasta encontrar una
piedra. La agarró firmemente, y se
dispuso para hacer su última tentativa.
Con un grito de ira, arrastró el brazo
adelante y batió en la cabeza del hombre
con la piedra, mientras el cuchillo bajaba
en su dirección. Esta vez la alcanzó
debajo del hombro, haciendo un largo
corte en el brazo.
Él cayó con el rostro en la nieve, y ella no
le dio tiempo para recobrarse. Rodó,
levantando la piedra de nuevo y golpeó
tan fuerte como podía. Él se quedo
quieto, y ella arrojo la piedra.
Rodó y se alejó, intentando
desesperadamente recobrar el control.
El mundo giraba y giraba a su alrededor,
estaba agonizando. Él la apuñaló en el
pecho. Podía sentir la sangre caliente
corriendo por la piel. El brazo caído osciló
del lado. De alguna manera tenía que
hallar un modo de llegar a casa.
Tropezó colina abajo, lejos de la cubierta
de los árboles. Ahora necesitaba estar en
el claro. Su esperanza era ser rescatada.
Cerró los ojos. Nunca les diría que los
amaba. Lágrimas calientes caían,
mezclándose con la sangre que corría
libremente por su cuerpo. Si solamente
pudiera decirlo.
James aceleraba el jeep hasta el límite.
Durante dos horas, buscaron en cada
rincón de la montaña. Existía solo una
posibilidad más, y a pesar de sus
esfuerzos, estaba perdiendo rápidamente
la esperanza.
—Después de la siguiente curva, salga de
la carretera —indicó Logan, con voz
lúgubre—. Esperemos que la nevada no
haya hecho el trayecto intransitable.
James tomo la curva y frenó hasta
precipitarse en la salida.
— ¡James, mira! —clamó Logan.
James no perdió el tiempo. Había marcas
frescas. Recién hechas. De un vehículo.
Aceleró por el declive áspero, deslizando
y oscilando en la nieve. Controlando el
coche con dificultad, por el camino, hasta
la vieja cabaña minera.
Un SUV negro se reflejó en la luz solar.
James rugió cuando paró, agarró el rifle y
saltó fuera del jeep. Logan lo siguió
rápidamente, el arma de fuego apuntada
y lista.
Frunció el ceño cuando vio la puerta
totalmente abierta. Miró por la ventana y
vislumbró el interior. Estaba desierto.
Él y Logan entraron rápido.
—Alguien estuvo aquí —murmuró
Logan— recientemente. —Agarró un
cigarrillo caído en el suelo y lo arrojo
lejos.
El corazón del James palpitaba, mientras
miraba a su alrededor. Había señales
visibles de una pelea. Sangre en el suelo.
Se volvió y corrió hacia la puerta, sus ojos
buscaban señales frescas en la nieve.
Las profundas huellas de la nieve se
alejaban de la cabaña, hasta los árboles,
a lo lejos. Él y Logan salieron del porche y
empezaron a seguir las pisadas.
Algunos segundos más tarde, Logan
levantó la mano para detener a James.
— ¡Mira!
Apuntó un cuerpo a lo lejos. Corrieron
hasta hallar un hombre hundido en la
nieve. Le sangraba la cabeza.
James lo giró. Estaba inconsciente. La
esperanza aumentó el ritmo de su
corazón. ¿Destiny había escapado?
Entonces sus ojos vieron la sangre roja
oscura que manchaba la nieve. Sangre
que no venía del hombre. Sus ojos
siguieron las salpicaduras a través de la
nieve, seguían colina abajo.
— ¡Vamos! —gritó él.
Descendieron la colina, siempre siguiendo
el rastro de sangre. James rezando todo
el tiempo. Dios, déjanos encontrarla. Haz
que ella esté bien.

La Mujer De Los Tres HermanosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora