CAPÍTULO DIEZ

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Unsteady -X Ambassadors

La niña se durmió en los brazos de Halit unas horas después, cuando la noche cayó sobre ellos.

La casa solo tenía dos habitaciones pero era más que suficiente, no necesitaban más. La subió por las escaleras en silencio, cuidando que no se despertara.

—Dormirá conmigo —dijo Jessica cuando llevaron arriba, señalando la habitación de la izquierda.

Halit se colocó un dedo en los labios antes de susurrar.

—¿Y por qué no duerme conmigo?

—Porque prefiero que duerma conmigo —rebatió ella.

Él se llevó la mano libre a la frente para masajearse la sien. Luego pasó de largo hacia la habitación que ella le había indicado.

—No tengo ganas de discutir, todavía me duele la cabeza.

Ella lo siguió, colocó a la niña en un costado de la cama junto a la pared y puso la muñeca a su lado.

—Todavía sigo sin comprender cómo pudiste emborracharte con una sola copa.

Halit se incorporó luego de colocar a la niña y se giró para mirarla, tenía unas marcas violáceas bajo los ojos y el ceño fruncido. Estaba serio, mucho más serio de lo habitual.

—Yo no bebo —dijo. Jessica inclinó un poco la cabeza.

—¿Nunca? ¿Ni una sola vez?

Él se hizo un hueco entre ella y el espacio vacío de la habitación.

—No —respondió al pasar.

Pero Jessica fue más rápida que él y dio dos pasos atrás, se interpuso entre Halit y la salida.

El movimiento fue tan brusco e inesperado que él estuvo a punto de chocar contra ella y quedaron a escasos centímetros de distancia.

Le sacaba una altura razonable, la suficiente para que Jessica tuviera que levantar la barbilla para mirarlo a los ojos, unos ojos oscurecidos por la falta de luz.

Sin querer bajó la vista a sus labios entreabiertos mientras su mente se llenaba de preguntas.

No bebía pero no había dudado en tomar ese licor para salir de una situación incómoda.

Se dedicaba a estafar pero no había dudado en llevarse a una niña se seis años para ponerla a salvo. ¿Quién era él? ¿De qué estaban hechas las capas de su corazón?

—¿Quién eres tú? ¿Cuál es tu secreto?
—le preguntó.

Él arrugó las cejas y repasó con su mirada cada centímetro del rostro de ella.

Primero miró su cabello, luego se fijó en sus cejas, en el perfilado de su nariz, en el par de pecas que había bajo sus ojos, en la forma de corazón de sus labios.

La miró como si la estuviera viendo por primera vez, como si quisiera reconocer algo en su rostro o como si quisiera memorizar cada facción de ella.

Abrió la boca para responder pero entonces, oyeron un quejido a su espalda. La niña se retorció sobre el colchón, de su boca comenzó a salir algo parecido a un llanto bajo.

—¿Seray? ¿Seray estás bien?

Halit se colocó a los pies de la cama y la tomó por los hombros para sacudirla. Jessica corrió a su lado.

—¡No la despiertes! —le gritó con urgencia— Es una pesadilla, puede ser malo despertarla.

—¿Y entonces qué hago? —respondió él con el mismo tono de súplica mientras la niña se seguía retorciendo.

Azul se escribe con M Donde viven las historias. Descúbrelo ahora