FINAL

22 3 0
                                    

Halo -Beyoncé

Jessica dejó los tacones tirados en las escaleras del porche de su casa en Luna Azul, el bolso lo lanzó tan lejos como sus fuerzas pudieron alcanzar y se sentó sin ningún cuidado sobre el banco mecedora.

Metió la cabeza entre las manos, se apoyó sobre las rodillas y suspiró contra ellas. Ya no le quedaban lágrimas, ni tampoco palabras, se había quedado sin nada más que decir, tan derrotada que podrían haberla matado y ella no se habría resistido.

Halit se arrodilló frente a ella, le retiró las manos del rostro para poder mirarla y al hacerlo, ella notó que a él sí le quedaban todavía algunas lágrimas por derramar pero que estaba a punto de secarse igual que ella.

Abrió los brazos para que pudiera abrazarla, la rodeó con sus manos y tiró de ella hasta que quedaron sentados en el suelo, aferrados el uno al otro, ellos dos eran todo lo que quedaba de su familia.

Halit le apartó el cabello y dejó un tierno beso sobre su cuello.
Abrazada a él, Jessica comenzó a recordar las palabras que su padre le había dicho y tuvo la irremediable sensación de estar cansada.

Estaba agotada, exhausta de seguir aferrada al pasado, de seguir viviendo en un mundo que ya no existía. Dentro de su corazón ya no había rabia, no había ira ni tampoco dolor.

Todos esos sentimientos los había enterrado muy profundo, las heridas abiertas se habían convertido en cicatrices que poco a poco, habían ido desapareciendo y los malos recuerdos, habían dejado de perseguirla por las noches.

—¿Cómo puedo olvidar el pasado, Halit?

Él se encogió de hombros, la tomó de las manos y besó sus palmas.

—No lo sé —confesó mirándola.

Ella lo agarró por las mejillas y trató de sonreír.

—Háblame de esas historias que le cuentas a Mavi, por favor. Háblame del final del cuento, dime qué pasa después de que la princesa lo pierde todo.

—No puedo hacerlo, Jessica. Para hablar del final del cuento primero tenemos que llegar a la última página.

Ella negó, se puso de pie y cogió su bolso.
Pero no sé marchó, solo se quedó allí mirándolo.

—¿Qué es lo que quieres de mí, Halit?

—Que seas sincera, que te quedes o te marches pero que no me abraces y me hagas verte partir después porque estoy muy cansado de preguntarme cuántas veces voy a tener que perderte.

Ella se giró para no mirarlo, intentó bajar las escaleras pero no avanzó ni un solo paso. No tenía ningún otro lugar al que ir, su casa estaba allí junto a ellos. Su vida.

—Te quiero —gritó Halit—, sé que no quieres escucharlo pero yo no pienso dejar de decirlo.

Jessica se enfrentó a él, lo miró con las manos convertidas en puños y todo ese amor esperando para salir en forma de rabia.

—¿Qué quieres tú de mí, Jessica? —gritó otra vez.

—¡Te quiero a ti! ¡Te quiero con todo mi corazón, Halit! —exclamó— Te quería incluso antes de que lo arruinaras todo, incluso antes de conocerte, ya te quería el día en el que apareciste en esa cafetería para romper mi cuento. Te he querido incluso en los días en los que te he odiado, te he querido a pesar de todo, incluso de mí misma. ¿Eso te basta? ¿Te sirve saber que estoy tan enamorada de ti que no puedo marcharme? Mírame Halit, no tengo un lugar al que ir si no estás tú.

Él se acercó a ella y la abrazó aunque no quería que lo hiciera porque sabía que lo necesitaba. La apretó contra su cuerpo, la dejó llorar contra su hombro mientras le acariciaba el pelo.

Azul se escribe con M Donde viven las historias. Descúbrelo ahora