Paper Houses -Niall Horan
Muy temprano por la mañana, mientras los cocineros del centro de acogida temporal preparaban el desayuno, los niños salían al patio para tomar aire fresco y jugar un poco.
El patio era de cemento, apenas tenía un columpio y un par de toboganes y estaba rodeado por una pared baja seguida de una alambrada de dos metros.
Mavi se apretó la muñeca contra el pecho y tan pronto como la dejaron salir al patio, caminó decidida.
Dejó su muñeca encima de la pared, puso las manos y se impulsó con ellas hasta colocar una rodilla y después la otra, tal y como papá le había enseñado cuando jugaban juntos en el parque.
Luego se metió la muñeca dentro de su chaqueta azul y sus manos se aferraron a los agujeros de la alambrada, era igual que subir por la red del tobogán de Luna Azul, luego bajaría de la misma forma, se sentaría en la pared y saltaría hasta el suelo.
Cinco minutos después, Mavi ya estaba fuera del centro de acogida. Tenía que encontrar a papá y mamá, ellos la estaban esperando.
Cuando Margaret recibió la voz de alarma, condujo a toda prisa desde su casa hasta el centro de acogida, Mavi dormía en una habitación con tres niñas más, en dos literas que tenían un mueble en el medio.
Todas las niñas tenían un diario personal donde anotaban sus vidas y dibujaban para que los psicólogos del centro pudieran valorar su situación.
Margaret se agachó bajo la cama de abajo, que era la de la niña y estiró la mano para alcanzar su cuaderno.
Las primeras páginas estaban todas dibujadas de color negro, en ellas había una niña —Mavi— y una mujer con la cara tachada —Claude—, por encima de ellas, la lluvia caía incesante.
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Blake condujo por toda la ciudad, el centro de acogida temporal estaba en la otra punta de Santa Mar, muy cerca de Luna Azul.
Halit no respondía a sus llamadas porque no conocía su número y no eran capaces de encontrarlo.
Jessica no sabía que Halit había vuelto a su antiguo piso en su antiguo barrio. A Jessica el teléfono de Blake se le resbaló entre las piernas y acabó en el suelo del coche, estaba tan nerviosa que al intentar cogerlo, se golpeó la cabeza con el salpicadero.
Las manos le temblaban y no podía respirar, sentía que se estaba ahogando, que se quedaba sin tiempo en una lucha contra el reloj.
—Tengo que hablar con Halit —balbuceó—, tengo que encontrar a Halit.
La garganta se le cerró y todo se nubló, tenía el corazón encogido y un irracional miedo tomando el control de sus acciones.
Blake suspiró al mirarla y entonces dio la vuelta a la rotonda, tomó un camino diferente al que los llevaría al centro de acogida.
—¿Dónde estamos yendo, Blake? —le preguntó ella.
—No vamos al centro de acogida —Se detuvo—, vamos a recoger a Halit. Estuve investigando cuando regresaste, sé dónde vive.
Blake condujo atravesando las partes más ricas de la ciudad, se internó en un barrio modesto, no era tan desdeñoso como la calle en la que vivía el padre de Halit pero tampoco era lujoso ni se acercaba a los lugares en los que él solía estar.
Jessica distinguió su figura cruzando un paso de cebra, le gritó a Blake para que lo interceptaran y frenaron el coche justo frente a él.
Halit lo miró sin comprender nada pero cuando Jessica le gritó que subiera al coche, no se lo pensó dos veces. Se ahorró el preguntarle a Blake cómo sabía dónde encontrarlo, tenía contactos y una predisposición a no confiar en las personas.
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Azul se escribe con M
RomanceHalit y Jessica son el matrimonio perfecto. Están perdidamente enamorados, tienen una casita recién comprada en una urbanización preciosa y una hija de seis años a la que adoran. Tienen todo aquello con lo que los demás sueñan excepto por una pequeñ...