CAPÍTULO TRECE

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The Climb -Miley Cyrus

Jessica salió a pasear junto con los primeros rayos del sol. Salió sola, a primera hora de la mañana el calor todavía era soportable y necesitaba un poco de aire fresco y de silencio para poner sus pensamientos en orden.

Necesitaba algo de tiempo para sí misma. Los recuerdos de la noche anterior se reproducían dentro de su cabeza como si fueran parte de una película, primero ocurrían muy deprisa y luego se ralentizaban.

Sentía como si el anillo que tuviera en el dedo le estuviera cortando la circulación y aunque estaba decidida a hacer lo imposible para proteger a la niña, las dudas no se habían disipado del todo, todavía seguía teniendo miedos e incertidumbres que la acechaban a cada paso, como una sombra pegada a su ser.

Caminó sin un rumbo fijo, se habían comprado teléfonos móviles para estar en contacto permanente pero necesitaba respirar, sentir que volvía a ser dueña de toda su vida aunque fuera por unos pocos minutos.

La brisa le despeinaba el cabello y tenía los labios resecos, como si no hubiera bebido nada en horas. Pero a pesar de sus temores, debía reconocer que la urbanización estaba lejos de ser el infierno que ella habría preferido que fuera, en realidad era preciosa.

Había árboles por todas partes, todas las casas estaban pintadas de colores pastel y todas tenían jardines. Había carriles adaptados para pasear en bicicleta y puntos de carga para coches eléctricos. Las calles estaban limpias y olían a pino y pan recién sacado del horno.

Todo parecía estar en sintonía, como si la urbanización estuviera hecha para ser lo más armónica posible. Junto a ella paseaba una madre con su hija adolescente, estaban charlando de algo que Jessica no podía escuchar pero se estaban riendo en voz alta.

Su corazón se oprimió al recordar que así solía ser su relación con su madre y luego al recordar que Mavi jamás viviría algo parecido.

Nunca tendría una madre con la que cocinar galletas en Navidad, una madre que la enseñara a montar en bicicleta, una madre que le cogiera la mano cuando estuviera enferma.

Pensó en cómo sería su futuro y en sí quizá, solo quizá, ella podría ser algo parecido a una sustituta o una hermana mayor si lograban permanecer huidas de la policía durante el suficiente tiempo.

Pero, ¿y si los encontraban?
¿Qué pasaría con Mavi entonces?

Jessica no notó que estaba cerca del final de una acera ni tampoco vio al coche que se apresuraba hacia ella sin intenciones de frenar.

El claxon la pilló desprevenida y se tapó los oídos por instinto, un coche de color rojo sangre se detuvo a pocos centímetros de arrollarla.

Un hombre un poco más alto que ella y con un prominente bigote gris se bajó del vehículo.

—¡Pero qué haces, niña! ¿Es que no miras antes de cruzar?

La garganta se le secó, había sido culpa suya por caminar distraída.

—Lo siento mucho, estaba distraída y no…

—Si te hubiera atropellado encima habría tenido que auxiliarte, ¿es que eres tonta?

El hombre se le acercó más de lo que era necesario, sus manos grandes y firmes se movían muy cerca de su cara y parecían estar por todo su cuerpo aunque no la estuviera tocando, tenía una presencia fuerte y ella se asustó.

Jessica se sintió muy pequeña y sola a su lado, desprotegida. Quiso defenderse pero él estaba tan cerca que las palabras no le salían y sentía que cualquier cosa que dijera tan solo serviría para empeorar la situación.

Azul se escribe con M Donde viven las historias. Descúbrelo ahora