Somebody like you -Keith Urban
Cuando Halit era pequeño, su lugar favorito en el mundo era el colegio.
Era un niño inteligente y aplicado que sacaba buenas notas, por eso a sus profesores les resultaba tan extraño que todos los viernes, Halit se portara mal y se quedara castigado después de clase hasta bien entrada la tarde.
Un día mientras borraba los pizarrones, se giró al profesor que lo estaba vigilando y le preguntó cómo podía saber él que las personas existían, que eran reales y no productos de su imaginación.
El profesor le dijo que todo se trataba de las huellas.
«Aunque no siempre podamos verlas, al pisar todos dejamos una huella, cuando conocemos a una persona también dejamos una huella en ellos. Sabemos que somos reales porque cuando nos marchamos, nuestro olor se queda en el aire, nuestra presencia no se va de inmediato. Somos reales porque dejamos huella, Halit» le había dicho él.
Halit sabía que su profesor tenía razón porque de él, le habían quedado esas palabras, de su madre la soledad y el frío por las noches y de su padre, una cicatriz en la espalda y su odio por los viernes.
Con octubre llegó la primera fotografía, un estudiante les había propuesto posar para él en la calle a cambio de lo que quisieran darle, les hizo una bella instantánea que colocaron en un marco azul con dibujos de barquitos en las esquinas.
Pocos días más tarde llegaría la segunda y después, la tercera. Los muebles amontonados comenzaron a tomar color, se llenaron de huellas en forma de fotos esparcidas aquí y allá, recuerdos de una vida entera vivida en unos pocos meses.
Mientras intentaban desayunar tranquilos, un grupo de padres y madres los abordaron muy temprano en la mañana, les hacían preguntas sobre porqué habían decidido mudarse a Luna Azul o porqué la niña no iba al colegio de la urbanización.
—Mi hija es pescetariana por decisión propia y en mi casa todos la apoyamos
—comentó una de las madres.Llevaba ropa deportiva, el cabello recogido en una coleta alta y se estaba tomando su segundo café de la hora. Halit se inclinó cerca de Jessica.
—¿Qué es eso? —susurró.
—Que solo come pescado
—Pues qué asco —dijo.
Jessica se giró hacia la ventana para reírse. Los padres tenían su mesa rodeada y no paraban de hacerles preguntas.
—¿Habéis pensado en que la niña decida su alimentación? A la larga es mejor para ella.
Halit se rascó la nuca.
—La nuestra es que viene por las mañanas a preguntarnos de qué color se pone el lazo del pelo, no creo que le interesen esas cosas.
—Tú prueba a preguntarle y verás como te sorprende —Jessica se puso de pie y aprovechó el instante en el que los padres comenzaron a hablar entre sí para huir de ellos.
Cuando ya estaban en la calle, Halit se giró hacia la niña y una risa se le escapó.
—Oye Mavi una pregunta, ¿tú qué quieres comer?
—Chocolate —respondió sin más.
—Creo que con la nuestra no funciona, ¿serán sus hijos superdotados?
Halit miró a Jessica de reojo y se encogió de hombros.
—Dudo mucho que su hija de tres años haya decidido ser pisci-lo-que-sea pero si alguna vez nos volvemos así de repelentes, le doy permiso de que nos lleve a un asilo —bromeó.
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Azul se escribe con M
RomanceHalit y Jessica son el matrimonio perfecto. Están perdidamente enamorados, tienen una casita recién comprada en una urbanización preciosa y una hija de seis años a la que adoran. Tienen todo aquello con lo que los demás sueñan excepto por una pequeñ...