CAPÍTULO VEINTE

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Fix You -Coldplay

Halit aparcó el coche a cuatro calles de distancia, sacó la llave del contacto y se quitó el cinturón de seguridad pero no se movió.

Jessica iba a abrir la puerta del copiloto pero al notar que él no salía, se quedó quieta, mirándolo. En ese punto de la geografía de Santa Mar, las calles perdían color y calidad, las casas bajas desvencijadas tenían las paredes corroídas por la humedad y la pintura descascarada.

La hierba se amontonaba en los rincones, los árboles crecían rompiendo las aceras y los graffitis llenaban cada edificio de dibujos obscenos y nombres. Todo parecía un poco más oscuro, abandonado y derruido por el paso del tiempo.

No se parecía en nada a la urbanización de lujo en la que Jessica solía vivir, en sus carreteras bien pavimentadas y los abetos bien recortados, en la limpieza de las calles y lo cuidado de las paredes. Era como estar en un mundo diferente.

Todo comenzó la noche anterior, Mavi les había hecho una petición clara y precisa. Quería ir al colegio.
Pero sin documentación no podían inscribirla y no tenían documentación, no verdadera al menos. Necesitaban documentos falsos.

—Quédate en el coche —le ordenó a Jessica sin girarse para mirarla.

Ella frunció el ceño.

—¿Por qué voy a quedarme?

—Porque no deberías ni haber venido, deberías haberte quedado con la niña.

Halit mantenía la vista al frente, tenía la mandíbula tensa y bajo su camisa se notaba la rigidez de sus hombros.

—La niña está bien, la señora García es la niñera de la urbanización desde hace treinta años y me la recomendaron cuando alquilamos la casa, no te preocupes por ella, Halit. Está a salvo.

Él no reaccionó ante sus palabras, no estaba preocupado por la seguridad de la niña sino por el hecho de estar allí, en ese lugar al que siempre acababa regresando aunque tardara más o menos tiempo.

No quería estar allí, no quería que ella estuviera allí. No la miró.

—Aún así deberías haberte quedado con ella. No salgas del coche, espérame aquí.

Halit abrió la guantera, habían tomado fotos de la niña y de ellos mismos para la documentación y las habían guardado en un sobre. Después abrió la puerta y salió pero Jessica no se quedó ahí, hizo caso omiso a sus palabras y cuando él estaba lo suficiente lejos, salió.

Fue tras él, a unos pasos de distancia para que no la oyera. Halit atravesó cuatro calles y se adentró en la última doblando una esquina.

Las casas en ese punto exacto, perdían aún más color. Eran de tonos grises y beige apagados, se notaban los años que llevaban sin pintarse.

Halit se detuvo enfrente de una estrecha casita con las ventanas llenas de polvo en la que estaba apoyado un chico de cabellos rubios y ojos color café.

Parecía joven, incluso más que ellos, tenía las facciones aniñadas y una mirada vivaz, curiosa, de esas que siempre están alerta. Estaba reclinado sobre la puerta de la casa, vigilando a su alrededor como una cámara.

En cuanto el chico vio a Halit, sonrió. Jessica avanzó sin cuidado, se acercó a Halit hasta quedar pegada a su costado, aunque él no se dio cuenta de su presencia hasta poco después, cuando el chico comenzó a mirarla.

—¡Halit, tío! Pero cuánto tiempo sin verte, amigo.

Su sonrisa era genuina, lo miraba con honor, como si fuera un hermano pequeño que mira con orgullo a su hermano mayor. Estrecharon sus manos en el aire. Halit asintió y fue directo al grano.

Azul se escribe con M Donde viven las historias. Descúbrelo ahora