Noruega: Fairytale

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NORUEGA: Fairytale -


Ludvik abrió los ojos, con ello de alguna forma desenvolviendo el más reciente regalo que el bosque blanco había recibido: él mismo.

Se encontraba tendido en aquel suelo frío y rugoso, así permanecería un tiempo. Estaba completamente dispuesto a aceptar todo lo que se le había venido y se le vendría encima. La cantidad de tiempo por la que lo haría sería ya otra cosa. Empezaría después; todavía le quedaban un par de cosas más por aceptar. Aunque Ludvik ya ni siquiera estaba de acuerdo, simplemente seguía.

No estaba seguro de si habían sido sus padres, donde habían estado por última vez, el agua, o un complot involuntario entre todos. Trueque en cualquier caso, eso era certero. Desconocía lo que la corriente o el barco hubiesen recibido a cambio de haber sido los culpables. En todo caso, sin esfuerzo alguno, sus progenitores se habían sacado el premio mayor: la ausencia permanente de su propio hijo.

Una carga menos. Quien hubiera dicho que el dinero carecía de importancia había estado equivocado. Suspiro. Pues bien, lo ignoraría para seguir con su vida, como hacía siempre. Una frialdad quizá solamente posible de comparar con la del ambiente que lo rodeaba lo acompañó en aquellos breves instantes.

Eso lo llevaba a lo segundo. Todavía yacía entre montones de nieve, el agua a punto de congelarse que se encontraba empapándolo como su único cobijo. De no haber sido por la dificultad de respirar y las ganas de retirar todo su cuerpo del contacto -las cuales seguirían por un buen rato así lo único que lo cubriera fuera lo más cálido del mundo-, habría dejado al frío inmediatamente en el olvido, como la mayoría de las cosas.

Levantándose con la rigidez entre otras cosas como obstáculo, consideró al bosque como su prisión y se planteó la salida del mismo como propósito. Lo único que le faltaba entonces era el cómo.

Prácticamente a manera de respuesta, una brisa lo atravesó, siguiendo con un camino que él no conocía. Todavía.

-Están en el viento -declaró, tanto para él mismo como para cualquiera que quiera escucharlo.

No muy lejos, alguien, aunque sin ganas por aquella maldición que era simplemente ser como era, lo escuchó. Ludvik no lo sabía, pero de ello se enteraría después.

Y todo ahí estaría. El camino, las pruebas, el precio de su libertad, y, al final del recorrido, la misma y un futuro totalmente incierto.

Preguntándose cómo era que seguía con vida y considerando lo fácil y tentadora que de repente parecía su muerte, se perdió en el blanco. En aquel bosque, y los encantos o maldiciones que lo conformaran.

El aire debía ser el anfitrión principal, invitándolo a jugar primero antes que nadie. En un lenguaje que entendía a la perfección, le fue dado el primer reto.

Convertir nieve en azúcar.

Quizá se había portado generoso; matando dos pájaros de un tiro, porque Ludvik había podido sentir como la escarcha aferrada a él se había convertido en algún aparato de tortura. Entre una amargura suficiente para hacerlo caer y que no levantara jamás, ácido tan frío que quemaba y sal tan agobiante que amenazaba con ahogarlo, el premio mayor de salir de aquel lugar había sido reemplazado por su propia vida.

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