CAPÍTULO 2

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Hwang Hyunjin se levantó muy tarde, casi a las 12:00, por eso todos sus menesteres matutinos tuvo que comprimirlos en quince minutos. ¡Maldición! ¿Por qué no había escuchado la alarma?

Pasaba como un tornado por su casa de un solo piso, removiendola de arriba a abajo en un intento de ser rápido y minucioso al limpiar, bajo la rigurosa mirada de su perrito, Kkami.

Su madre salía todos los días a las 5:00am a su demandante trabajo de sous-chef del restaurante más concurrido y exitoso de la ciudad, por lo que no la veía a ella ni a su padre al despertar, quien estaba al otro lado del planeta, en Egipto, filmando un documental sobre las antiguas y misteriosas pirámides.

En fin que sus padres estaban demasiado ocupados siendo exitosos para encargarse de él, un adolescente de dieciséis con complejo de diva. Pero no importaba demasiado, ya se había acostumbrado a su solitaria rutina.

Lo que sí le preocupaba era que había quedado con su novio, Jeongin, de haberse juntado a las 9:00 en una cita por el parque.

Mientras se cepillaba los dientes con brusquedad (casi con violencia), le texteó una disculpa, en la que prometía no volver a ser tan irresponsable y desconsiderado, pero no hizo falta sentir tanta culpa, pues Jeongin le respondió que en la espera se había encontrado con un primo, así que no lo había pasado tan mal. Con un suspiro de alivio, escupió la pasta dental y se dirigió al sofá del living, dónde se desplomó en toda su longitud.

Estaba exhausto.

Resultó ser que la noche anterior se había quedado hasta casi las cinco de la mañana en llamada con su novio, viendo películas y jugando juegos en linea. Bueno, no se arrepentía, adoraba pasar tiempo con su Innie.

Su descanso no duró mucho, pues llegó Kkami a rascar los costados del sillón, clamando por atender su llamado a la naturaleza. Se levantó, nuevamente hecho un bólido, para abrirle la puerta principal y pudiera salir. Sabía por experiencia que su perrito no tenía mucho aguante para contenerse en caso de ser necesario, así como lo poco agradable que era limpiar una alfombra perfectamente blanca, de pronto amarilla por la orina de su perro.

La luz solar hizo que le doliera la vista, pero tan pronto se hubo acostumbrado advirtió que hacía un día estupendo, perfecto. O bueno, casi perfecto, pues al oeste se divisaban nubes grises. Obvió aquel pequeño manchurrón, confiando en que para la tarde desaparecería.

Distraídamente, se pasó la mano entre los cabellos negros, algo largos, oliendo el delicioso aroma que le llegaban de las fresias de su vecina. Vió pasar una abeja para polinizar dichas flores, y también a un pájaro volar justo en mitad de el cielo. Revisó su reloj, de pronto receloso por la posición del sol en el cielo.

¡13:07!

Solo el trayecto desde su casa al instituto duraba veinte minutos, por lo que ya estaba llegando tarde. Y Kkami... había que ver al muy desvergonzado. En su casa no podía aguantarse, pero ahora estaba oliendo todos y cada uno de los arbustos de sus vecinos, vaticinando lentamente cuál podría orinar. Trató de apurarlo, pero no había forma, así que se limitó a dejar la puerta de la casa abierta mientras corría al interior de ésta para poner la comida de la olla (que su mamá había preparado la noche anterior) en un pequeño bote plástico para comer después.

Corrió pasillo arriba para buscar su corbata y chaqueta del uniforme escolar, y en su mochila lanzó todo.

Para cuando llegó a la entrada otra vez, con su bicicleta lista, Kkami ya estaba recostado con la panza al aire en el sillón del living. Cerró la puerta de un estruendoso portazo y empezó a pedalear como un condenado al instituto, con la esperanza de no llegar tan tarde.

˗ ˏ ˋ𝗨𝗻 𝗺𝗲𝗻𝘀𝗮𝗷𝗲 𝗲𝗻 𝘁𝘂 𝗺𝗲𝘀𝗮 | 𝙃𝙮𝙪𝙣𝙡𝙞𝙭 ˎˊ ˗Donde viven las historias. Descúbrelo ahora