CAPÍTULO 22

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—Hyun, hijo, ya llegamos —dijo la señora Hwang con delicadeza mientras lo veía por el espejo retrovisor del Volvo. Esa mañana Hyunjin había amanecido muy decaído, y aunque en un principio lo había asumido como el desagrado por ver a Yeji, ahora empezaba a pensar que tal vez se tratara de algo más.

Hyunjin volvió a la realidad y desvió la mirada del cristal de la ventana. Bajó la vista a su mano, sujetando el lápiz grafito contra la hoja en blanco, frustrado. Hubiera querido aprovechar el viaje para dibujar algo, lo que fuera, pero, en cambio, se había pasado a las dos horas con los audífonos puestos, mirando por la ventana mientras pensaba qué dibujar. Se suponía que el arte era una herramienta para expresarse. Sin embargo, ahora no sabía muy bien qué quería expresar.

Se arrancó los audífonos de un manotazo, y, con un asentimiento, guardó todo en su mochila y salió del auto.

La propiedad de la casa de su abuela constaba de un amplio patio delantero de casi mil metros de perímetro, con una imponente edificación de un piso en el centro. La casa era blanca en el exterior, con techo y suelo del porche rojos, y plantas decorando los alrededores, creando un elegante contraste entre el bermellón y el verde. Verbenas rojas puestas en maceteros de color terracota adornaban los lados de la puerta principal, roja también.

Todo tenía un aire de lo más elegante y fino, y Hyunjin, vestido con unos raídos pantalones grises y un suéter azul, se sintió desubicado y fuera de lugar, por demás intimidado.

Minyeok, apareciendo por uno de los costados de la casa, hizo señas a Hyunjin y a su madre para que se acercaran.

—Tía Minyeok —saludó Hyunjin con una reverencia de noventa grados hacia su mayor.

—Sobrino, concuñada —dijo ella con dos pequeñas reverencias dirigidas a cada uno de los mencionados, para luego acercarse a la señora Hwang y entrelazar con ella sus brazos, guiándola por un costado de la casa con Hyunjin siguiéndolas por detrás—. Llegan con algo de retraso —comentó para iniciar aquel tema de conversación banal.

—Bueno, hubo algo de tráfico en las calles...

Hyunjin rápidamente se disoció de aquel intercambio de palabras que no atraían su atención, y, en cambio, se dedicó a pasear la mirada por la precaria decoración del patio trasero: apenas un par de luces parpadeantes doradas en las paredes de la casa y alrededor del seto, y tres globos dorados pegados a la puerta trasera. Una mesa larga y rectangular, cubierta por un mantel blanco, era la protagonista del espacio central del patio, con un par de bandejas vacías repartidas por su extensión. Un par de sillas estaban repartidas por los límites del espacio verde. La mayoría estaban vacías. Pero no todas.

Cuando Hyunjin la vio, Yeji estaba sentada en una silla al extremo opuesto del patio, viendo distraídamente su celular. Levantó la vista al verlos llegar y se puso de pie luego de acomodar sus cabellos con parsimonia para saludar a su tía y a su primo, con aires de ser una total diva. Bueno, eso era algo que los primos compartían: ambos sufrían el síndrome de la última coca-cola del desierto.

Hyunjin suspiró, como diciéndose "aquí vamos otra vez", y se encaminó hacia Yeji. Sin embargo, su prima no había dado ni tres pasos cuando fue interceptada por otra chica, que llegó corriendo hacia ella con aspecto afligido. La tomó por los hombros y balbuceó algo que el chico no llegó a oír por la lejanía. Esperaba que Yeji se apartara, pues sabía que su prima no toleraba ninguna clase de contacto físico (eso era algo en lo que también se parecían), pero, lejos de empujarla tomó los cachetes de la chica entre en sus manos y le respondió con condescendencia, inclinando su cabeza. La chica miró a su prima con cierto recelo, para después mutar a un semblante de duda, y, finalmente, a una sonrisa. Yeji le sonrió de vuelta, y, bajo la atónita mirada de Hyunjin, plantó un corto beso en los labios de la chica, para luego abrazarla y dejar que reemprendiera su camino hacia la casa.

˗ ˏ ˋ𝗨𝗻 𝗺𝗲𝗻𝘀𝗮𝗷𝗲 𝗲𝗻 𝘁𝘂 𝗺𝗲𝘀𝗮 | 𝙃𝙮𝙪𝙣𝙡𝙞𝙭 ˎˊ ˗Donde viven las historias. Descúbrelo ahora