CAPÍTULO 11

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Dos chicos se paseaban por las sombras, sigilosos para no despertar a la mujer de la cama y arruinar el plan.

Las cortinas que bloqueaban la luz impedían que las siluetas los chicos se distinguieran. La mullida alfombra absorbía los pasos, silenciando cualquier ruido. Llevar a cabo el plan sería tan fácil...

El mayor de los dos apoyó el paquete en las sábanas con sumo cuidado, procurando no despertar a la mujer. Desplegó las alas de la caja, y de su bolsillo sacó un encendedor.

Su compañero a sus espaldas sonreía, satisfecho con el proceder de la misión.

Una vez que estuviera encendido no tendrían más que unos pocos segundos para reaccionar. Así que el mayor miró a su compañero en la oscuridad, como para pedirle una confirmación de lo que debía hacer. Su compañero por supuesto que asintió, y se acercó solo un paso para observar mejor. El mayor hizo girar la ruedecita hasta que la mecha encendiera...

—¡¡¡FELIZ CUMPLEAÑOS, MAMÁ!!! —gritaron Minho y Felix a la vez que encendían las velas pirotécnicas del pastel, despertando a su madre.

—¿Q-qué? —preguntó ella, medio al alelada por el sueño, medio asustada por el fuego y los gritos.

Ambos empezaron a entonar la canción del cumpleaños, mientras Felix se dirigía a las cortinas para descorrerlas y dejar que la luz solar inundara la habitación. Luego, el rubio se dirigió a la puerta para buscar dos regalos envueltos en coloridos papeles.

—Ábrelos, mamá —la incitó Minho, entregándole un paquete amarillo.

—Ése es mío —indicó Felix con orgullo.

Con una sonrisita y los ojos enrojecidos y húmedos, su madre rasgó con cuidado el papel. Era una caja de cartón en cuyo interior se encontraba la taza que Felix había ido a buscar. Por un momento, su rostro se ensombreció ante los recuerdos, pero de inmediato lo recompuso. Después de todo, aquel era el día de su madre, no quería estropearlo con sus propios pesares.

A la mujer le rodó una silenciosa lágrima por la mejilla al observar la imagen.

Minho insistió en dejar un pequeño sobre de aspecto insulso hasta el final, por lo que luego su madre abrió un paquete morado, con cremas y una linda camisa dentro.

Dió un beso en la mejilla de su hijo mayor, para luego volverse a Felix y hacer lo mismo. Finalmente, tomó entre sus dedos el pequeño sobre blanco.

—¿Y ésto? —preguntó ella, escéptica.

—Ábrelo y averígualo —contestó Minho, acomodándose mejor a los pies de la cama. Felix permanecía sentado en el suelo, con la cabeza apoyada a un costado del colchón, junto a la mano de su madre, para que ésta pudiera acariciarle el cabello.

Con el mismo cuidado con que abrió los primeros dos regalos, separó los pliegues del sobre y de él extrajo su contenido.

Al principio le costó entender qué era, hasta que, luego de analizar mejor el rígido rectangulo de papel, lo entendió.

—¡Es un billete de avión! —exclamó. Abrió mucho los ojos, viendo primero a Minho y luego a Felix, quienes le sonreían anchamente debido al entusiasmo de su madre.

—Ajá. Irás en un mes y una semana a Italia. ¡Feliz cumpleaños!

—Pero, Minho...

—¡No! ¡Sin peros! Tú más que nadie se merece este viaje. ¡Italia es tu sueño!

—Lo sé, pero, ¿quién los cuidará?

—Vamos, mamá. Felix y yo ya estamos grandecitos, podremos sobrevivir dos semanas sin matarnos.

˗ ˏ ˋ𝗨𝗻 𝗺𝗲𝗻𝘀𝗮𝗷𝗲 𝗲𝗻 𝘁𝘂 𝗺𝗲𝘀𝗮 | 𝙃𝙮𝙪𝙣𝙡𝙞𝙭 ˎˊ ˗Donde viven las historias. Descúbrelo ahora