CAPÍTULO 9

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Felix despertó temprano ese día sábado, aún cuando sabía que su reunión no sería hasta la tarde, fue incapaz de dormir más de seis horas.

Con el tiempo a su favor, decidió poner especial esmero en su maquillaje. Ningún rincón de su mejilla quedó sin cubrir por la base, ocultando las pecas en su totalidad. Las ojeras desaparecieron mágicamente gracias al corrector. Decidió aplicarse también una capa de un antiguo rubor, que añadió a sus mejillas un adorable tono sonrosado. Y, como toque final, pasó por sus labios un poco de bálsamo, confiriéndole a sus belfos un color rojizo de lo más provocador.

No recordaba la última vez que se había esmerado tanto en su apariencia para causar una buena impresión en alguien. Pero... En verdad le quería agradar a su amigo.

La mayoría de la gente que conocía pensaba en su maquillaje como algo tremendamente afeminado, y no en un buen sentido. Aunque Felix intentaba no hacer caso a esos comentarios, a él le gustaba lucir bien. Y ahora más que nunca lo deseaba.

Contando aún con casi siete horas antes de la reunión, decidió bajar a cocinar algo por el mero hecho de hacer algo. Rebuscó entre su refrigerador en busca de algo con lo que trabajar, encontrando un par de bananas maduras, así que con ellas haría galletas. Empezó a buscar entre los cajones y las repisas la canela, la avena y la chispas de chocolate mientras sonaba uno de sus temas favoritos de fondo. Había hecho esa receta tantas veces ya, que no le era necesario medir las cantidades. Al ojo siempre acertaba.

Mientras la galletas se horneaban empezó a preparar una mochila con las cosas que necesitaría.

A su lado, y más silencioso que una pluma, de pronto apareció un horrible espectro paliducho y ojeroso que asustó a Felix hasta lo indecible. Con muy un muy digno (y agudo) grito se apartó de un salto mientras el fantasma sonría malvadamente.

—¿Qué estás cocinando? —preguntó con la usurpada voz de su hermano, levantando una mano para atrapar un mechon del cabello rubio de Felix entre los dedos, helado la sangre en las venas del más bajo.

Un momento... No era un espectro, sino Minho, muy ojeroso y pálido producto del desvelo de la noche anterior, cabe agregar.

—Me he despertado por el olor —olisqueó un poco el aroma dulce que emanaba de la puerta entreabierta de la horno— ¿Galletas de banana? —adivinó.

Felix se sintió aún con el corazón en la garganta por el susto.

Apenas si era a las diez... tan solo seis horas...

A las once en punto Minho empezó a cocinar un plato que hacía tiempo tenía ganas de cocinar: carne peruana. Si Felix era el repostero, Minho sin duda era el parrillero de la familia. Manejar la carne se le daba bastante bien. Con una agilidad excepcional del cuchillo, tuvo todas las verduras cortadas en menos de diez minutos, y la carne, en otros diez. Mientras ésta se cocinaba a fuego muy lento, empezó a cortar unas papas para luego freírlas en una sartén y empezar a preparar el arroz.

Para chuparse los dedos.

Sin embargo, e indiferente a semejante manjar, Felix no dejaba de mirar el reloj en la pared. ¿Cómo que solo habían pasado dos horas en vez de dos días? Fulminaba el reloj con la mirada, como si de esa manera el aparato fuera más rápido, mientras su rodilla subía y bajaba.

A las 14:00 ya no pudo soportarlo más, se puso de pie abruptamente, sobresaltando a Minho.

Se dirigió su armario, de donde se cambió a un hoodie oversize color amarillo, uno de sus favoritos, y a probarse unos zapatos más cómodos, para después cambiarlos a unos más estilizados, y, finalmente, volver a los cómodos.

˗ ˏ ˋ𝗨𝗻 𝗺𝗲𝗻𝘀𝗮𝗷𝗲 𝗲𝗻 𝘁𝘂 𝗺𝗲𝘀𝗮 | 𝙃𝙮𝙪𝙣𝙡𝙞𝙭 ˎˊ ˗Donde viven las historias. Descúbrelo ahora