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Me levanto tan deprisa que todos dentro del salón se vuelven a mí,  extrañados por lo repentino de mi acto. Yo no hago eso. Mis movimientos no son específicamente precipitados, todo lo contrario. Sin embargo, viendo como todos me ven de manera expectante, me doy cuenta que mi calma ante todo, se irá.

Salgo del salón y atravieso los pasillos  con paso ligero, o más bien en una carrera. Los bombillos de todo mi alrededor están en el mismo estado; parpadeando una y otra vez sin control, gritando: “moustros”  eso, me pone demasiado nerviosa y tengo que estar viendo para todas partes y corroborar que nadie se abalance a mí con la intención de atarme. La paranoia me tiene haciendo hipótesis demasiado anormales para que sean siquiera, probables. 

«¿Qué has tratado de hacer?»

Pregunto en mis adentros, mientras me acerco al pasillo que da a su salón.

De la misma manera que he salido de mi salón, entro al suyo, sobresaltando a más de uno. El profesor se gira hacia mí no muy contento por mi repentina llegada, pero no me importa en absoluto y lo ignoro.

De la misma manera que un águila busca a su presa, busco el rostro de mi hermano. Hay más de treinta alumnos dentro, pero ninguno es Anderson.

«¿Qué  has tratado de hacer?»

La misma pregunta da vueltas en mi cabeza, debí de portarme más valiente y no haberlo presionado, es mi culpa que se esté exigiendo más de lo que debe.

     —¿Dónde está mi hermano?

Mi pregunta hace que el profesor se cruce de brazos sin intención de responder, se limita a observarme detenidamente tratando de descifrar quien soy. Debí de hacer una presentación primero, no soy tan reconocida por los profesores, de hecho creo que no soy conocida por nadie.

     —¿Quién eres? —pregunta al fin.
Su voz rasposa confirma mi anterior pensamiento, debí presentarme y luego preguntar, es lo correcto en estos casos, pero siempre en estos casos: “eso no se hace”.

     —Es hermana de Anderson. —La voz de un chico en la parte trasera, responde a la pregunta planteada por el señor.

Lo busco con la mirada y lo reconozco como un amigo de Anderson, lo he visto varias veces con él. Incluso lo he visto en nuestra casa pero no recuerdo el nombre. ¿Alguna vez lo pregunté? Lo más probable es que no lo haya hecho, la familiarización es algo que no se me da.

     —Si no me equivoco está en el baño. —La rasposa voz del profesor, me  recuerda el porqué estoy aquí.  Observo al profesor quien me mira de manera extrañada, la información me es útil pero no voy a dar explicaciones.

     —¿Dónde están sus cosas?  —Vuelvo a preguntar buscando lo mencionado en todos los pupitres, al ser tantos alumnos me es difícil ese simple acto.

—Aquí.  —El mismo chico vuelve a hablar, alza  la mochila de mi hermano en una de sus manos para que la vea.
Sujeto la mochila y me doy la vuelta, decir gracias no es algo que suela hacer.

     —¿Pasa algo? —pregunta una de las chicas que me cerró el paso en la mañana, la cual no conozco.  Parece preocupada pero eso no basta para sacarla de mi lista de personas desagradables que me he topado.

     —Surgió un imprevisto —respondo sin detener el paso.

     —¿Es grave?  —Y es ese el motivo por el que una cara de preocupada no esa suficiente para sacarla de la lista. Me resulta tan irritante con sus constantes preguntas.

     —Por el momento no. Si sigo respondiendo a tu cuestionario quizá y se convierta en un asunto de muerte      —reprocho, usando más brusquedad de la que pretendía. Su rostro se contorsiona y, por un momento, me siento mal. No tengo experiencia tratando al resto, nunca fue de mi interés hacerlo, sabía cuál era mi lugar, lejos de ellos claramente.

 LA LLEGADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora