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Elías lanza la mochila al suelo con fuerza, de la misma saca un cuchillo y lo entierra en un árbol. Se acerca a mí y hace que retroceda, dejando unos cinco metros de distancia entre el cuchillo y yo.

—Primero —dice colocándose los guantes sin dedos de los cuales no sé el nombre—, vamos a ir paso por paso, los poderes son parte de nosotros, como todas las partes del cuerpo, para controlarlos se debe de tomar el ritmo de los mismos, conocerlos.

Asiento con la cabeza como si realmente estuviese entendiendo, aunque realmente los nervios me tienen desubicada.

—¿Has visto a los gimnastas? —pregunta. Tardo unos segundos en percatarme que me habla a mí.

«Eres la única que está en este sitio Anyi». Me recuerdo en reprimenda.

—Eh… sí.

—¿Qué tienen ellos en común? —inquiere.

Relamo mis labios y lo miro de soslayo, su miraba delata que está seguro que no voy a responder a su pregunta, eso me molesta enormemente, pero para mí desgracia; acierta.

—¿Cómo voy a saberlo? —me defiendo.

—Conocimiento de sí mismos —aclara—. Eso poseen, antes de realizar cualquier hazaña analizan el espacio, altura y fuerza que se requiere para tal acto, es exactamente lo mismo que se debe hacer con los poderes —puntualiza y yo me esfuerzo por lograr entender lo que dice.

—¿Debo de tomar en cuenta todo eso? —cuestiono dudativa. Si antes pensaba que usar mis habilidades era difícil, ahora estaba completamente segura de ello.

—Exacto. Ahora bien, ¿Qué sucede cuando un cuerpo es sometido a un intenso ejercicio sin antes no haberlo hecho?

Sus constantes preguntas me comienzan a poner de malas, ¿Qué era esto? ¿Un examen oral?

—¿Por qué no vas al grano de una vez por todas? —espeto irritada, antes de que él pueda decir algo añado—: me comenzará a dar dolor de cabeza.

—Sí, que bueno. Porque yo estoy que me exploto los huevos desde que estás en una circunferencia de 10 metros de mí.

—Oh mira que genial —digo con ironía—. Deberías de hacerlo, total ni los necesitas. —Elías me lanza una mirada matadora, y sus ojos me muestras el sinfín de insultos que tiene rondando en la cabeza, para mí sorpresa se queda callado.

—An, basta de niñerías —reclama, usando el diminutivo que raramente me ha puesto—. Solo trato de ayudarte, para eso necesitas entrenar cuerpo y mente.

Desvío la mirada sabiendo que tiene razón.

—Y ya sé que eres como un saco de mierda pero no pierdo las esperanzas.

Indignada lo veo pero él evita que pueda objetar.

—Solo responde.

—¡Es que no tengo ni idea!

—Colapsa. —declara—, por eso es necesario que se vaya avanzando lentamente, para que el cuerpo no sienta la presión y se agote su potencial.

—¿Eso quiere decir?

—Que antes de fortalecer tu cuerpo, debemos enseñarte a controlar tus poderes para que sea más fácil manejarlos conforme avances.

Eso me parece magnífico a decir verdad.

—¿Ves ese cuchillo? —inquiere, y es obvio que lo veo—. Atráelo hacia ti    —pide.

Me muerdo el labio y miro el objeto, para mis ojos se ve poderoso y superior, aún siendo un objeto sin vida. Suspiro y sacudo las manos tratando de relajarme y aclarar la mente.

 LA LLEGADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora