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Nos posicionamos justo afuera del edificio, a la espera de ver algún movimiento a través de las ventanas.

Pasan los minutos y nada pasa, Elías y yo intercambiamos miradas una que otra vez, esperando encontrar algún mensaje en el rostro del otro.

Pero ambos estamos vacíos.

O quizá, con sentimientos encontrados.

De repente las luces se apagan, haciendo que nuestras cabezas se dirijan hacia arriba en busca de señal de vida y que nuestros pensamientos se alejen de lo anteriormente ocurrido entre nosotros.

El edificio se mantiene tan callado como cuando llegamos.

—Lo mejor será que entremos —me informa Elías mientras se lleva las manos a la cadera, en busca de las armas bajo nuestro poder.

Cuando me extiende una vacilo si tomarla o no.

—Allá dentro tendrás que vértelas sola —me recuerda con tono rígido.

Y recuerdo que tengo que comenzar a tomar una decisión, si sujeto el arma podría comenzar a dar pasos para alejarme de él, pero si no la tomo… estaría conservando mi dependencia a su protección.

Al reflexionar al respecto me doy cuenta que tiene razón, de tal modo que deslizo mis dedos por el arma hasta resguardarla en mi mano.

A paso sigiloso nos dirigimos al edificio, verificando con precaución de que no hayan muros en la costa.

 El primer piso parece estar despejado por completo; quien sea la persona que esté aquí, debe imaginar que todo está demasiado desolado para que alguien aparezca a alturas de la madrugada e invada a mano armada su sitio de hospedaje.

El ascensor está fuera de servicio y tenemos que dirigirnos a las escaleras para poder subir. Las botas resultan ser poco discretas con nuestro allanamiento, haciendo sonidos secos con cada pisada.

Tanto Elías cómo yo, luchamos por disminuir el impacto de nuestros pasos, logrando avanzar con apenas un murmullo de roces.

Al llegar al segundo piso lo encontramos igual de vacío, nuevamente intercambiamos una mirada inquisitiva, preguntándonos dónde está, o están…

Al subir al tercer piso algo en mi interior me manda una oleada de temor. Me pongo alerta, porque hay alguien cerca. Nuestras cabezas se giran con fuerza al escuchar como una lata se impacta contra el piso.

Todo está demasiado oscuro para distinguir algo, tengo que encender la linterna para corroborar que no esté nadie frente nuestro. Trago grueso con nerviosismo, algo en mi instinto me advierte de un fuerte suceso.

—Ve por ese lado —ordena Elías señalando el ala derecha.

—Espera ¿Qué?  —pregunto atónita ante su petición.

Detiene el avance que a penas comenzaba a emprender para volverse a mi y darme una risa burlona.

—Si no tienes miedo, claro —El extraño tono que ha usado me hace comprobar que solo intenta darme ánimos, de la única manera en la que lo sabe hacer.

Haciéndome sentir insuficiente para que mi arrogancia

me incline a demostrarle lo contrario.

Aunque al saber sus intenciones, tienen un menos impacto.

Claramente tengo miedo.

Atravesar habitaciones bajo la luz de una linterna, no es específicamente la idea que más me gusta. Sin embargo, la antigua Anyi no permitiría que alguien viese su miedo, aún tratándose del ser que la ha besado minutos antes.

«Pero tú no eres la antigua Anyi».

Eso lo tengo claro y no puedo evitar cuestionarme el porqué de mi cambio.

—Bien, revisaré el ala derecha —protesto fingiendo el valor que no tengo. Escucho sus suaves pisadas alejarse por la dirección contraria.

Me encamino por los pasillos y habitaciones, sintiendo el impacto de mi primera vez en este tipo de inspección a solas. El cabello se me viene al rostro, como una cortina sobre mis mejillas, huele a champú de miel y resulta hostigante.

«¿Por qué estás pensando en el olor de tu cabello?». Me recrimino internamente,  sabiendo que la respuesta es: para mantener la mente ocupada en algo que no sea mi entorno; oscuro, silencioso, pero habitado.

Entro y salgo por habitaciones, sin encontrar absolutamente nada.

«Pero saben que estás aquí».

Por supuesto, puedo oler su miedo.

Es extraño poder percibir tales cambios, más aún cuando anteriormente no habías pasado —sentido, percibido—, algo similar. Sigo caminando lo más suave que puedo, algo que se ve entorpecido en el momento que mi codo golpea una maceta, la cual empuja un adorno en forma de hombre haciendo flexiones que se impacta contra el piso.

 Me pongo alerta de inmediato, esperando la llegada de alguien entre la oscuridad, pero lo único que escucho es un leve ruido que me hace volver la cabeza hacia esa dirección.

Con el núcleo en la boca me dirijo hacia la puerta, aprieto el agarre del arma con las manos; esas manos que siento frágiles y tensas. La puerta rechina cuando la intento abrir, y esto me resulta tan aterrador como el día de su [llegada].

Espero escuchar un ataque, pero este no llega por más que me quedo a la espera.

Termino de abrir la puerta y meto la cabeza, acto que hubiese sido torpe si me encontraste persiguiendo a algún delincuente. Por suerte, mi presa tiene más temor del que tengo.

Me adentro a la habitación y observo en todas direcciones para ver el contenido en su interior; siento  la presencia de alguien más, incluso puedo sentir su mirada atravesarme.

«No seas paranoica».

Tengo tanto miedo que siento la necesidad de morir, pero no quiero morir.

¡MALDITOS MIEDOS!

Me agacho para ver debajo de los muebles, tras mi búsqueda solo encuentro desolación y algunos botes de medicina.

Me levanto del piso más temerosa que antes.

No puede ser posible que no lo encuentre, cuando claramente ese alguien ya me ha visto a mí. 

Algo se mueve detrás de mí, haciendo un sonido parecido al que haría una rata. Me giro y apunto dispuesta a presionar el gatillo.

—Muéstrate o disparare —ordeno tratando de enfocar algo con la linterna.

 Evidentemente mi amenaza suena estúpida, pues no he visto de quien se trata.

Sin embargo, estoy dispuesta a disparar a diestra y siniestra para salvar mi pellejo. Veo un bulto escondido entre las sombras, el cual se aproxima lentamente hacia la luz.

La persona hecha un ovillo en el suelo se deja ver, ante su rostro mi cuerpo se relaja, haciendo que  baje el arma lentamente.

Estoy con emociones encontradas… en shock. La [persona] está tan  perpleja como yo, sin poder creer que nuevamente estemos frente a frente. En su rostro se dibuja una sonrisa de fascinación, cómo si no creyese que realmente soy yo en carne y hueso.

—Anyeli —dice, para luego levantarse y lanzarse hacia mí.

 
FIN
DEL PRIMER
LIBRO


Para mí este libro me suena a Limits (Bad Omens)

 LA LLEGADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora