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Por hoy sean felices

Jeremy:

Despertarse con ojeras y sin haber dormido realmente bien te hace querer tirarte de un puto puente.

Cuando hay un maldito desastre en tu cabeza donde entran en cortocircuito tres palabras “Mateo me beso”. Ese pensamiento hizo que estuviera ahogando mis gritos en mi almohada como si fuera un adolecente.

Mateo había logrado descomponerme con un solo beso en la mejilla. Había hecho que todos los muros que supuestamente había puesto se cayeran en segundos.

En un instante pude ver como los recuerdos se apoderaban de mi una y mil veces. No solo bastó con perturbarme toda la madrugada, ahora también aparecían mientras me cepillaba.

Escupí la crema dental que tenía en mi boca y tome agua para quitar los restos de está, y volví a escupirla. Levanté mi cabeza y al mirar mi reflejo en el espejo solo quería lanzarme de la ventana.

Las ojeras eran notorias y mi malhumor no parecía querer ocultarse o desaparecer. Estaba frustrado y por más que extrañe a Mateo, estaba enojado conmigo.

El beso me había dejado mal, pero también había hecho que el mal gusto de mi poca valentía se me restregara en la cara.

Mateo había tenido el valor de salir y hacer lo que hizo, y yo, yo ni siquiera fui capaz de hablarle de frente. No sabía cómo reaccionar al verlo hoy, en mi asiento del al lado, al verlo en minutos en el desayuno y mucho menos irme con el junto a Thiago y Eleonor. Son capaces de hacerme pasar vergüenza.

Como si fuera poco el odio de la vida hacia mi persona, no podía encontrar mi camiseta.

Había maquinado un outfit completo para ir hoy. Justo, justo esa se me tenía que perder, la vida me odia.

—¡Me quiero matar! —golpeé mi cabeza contra la puerta del armario.

Rápidamente me arrepentí por el dolor inmenso que sentí en mi frente.

—¿Qué es esto vida? ¿Quieres que me mate? Porque si sigues así yo te doy el gusto. —acaricie mi frente, suspirando con estrés.

Cada día me doy cuenta de que estoy pagando el karma de todas mis vidas pasadas y de las que aún no vivo.

Se escucha como la puerta es levemente tocada. Volteó a ver para asegurarme de que no han entrado o algo.

—¿Puedo pasar? —pregunta con curiosidad.

La voz de Mateo logra colocarme alerta y en seguida noto que estoy sin camisa, mi cabello es un asco, no tengo ni los zapatos puestos y dependo de mi cara de culo.

Básicamente: Estoy. Mega. Jodido.

Mateo asoma su cabeza por la puerta de mi habitación y yo sin saber que más hacer apoyo mi codo en el armario y sonrió.

—Que tal. —lo saludo con la cabeza forzando una sonrisa.

Mateo coloca una mueca y después de analizarme de arriba a bajo se echa a reír.

—¿Si sabes que veo películas? No eres bueno para disimular. —pasa el torso de su mano debajo de sus ojos limpiando una pequeña lágrima ocasionada por su risa.

Suspiró rendido y echó mi cabeza hacia atrás, soltando un grito de frustración.

—No se que colocarme —admito al fin.

Mateo rueda los ojos y se acerca a mí. Mueve su mano indicando que necesita que me aparte y eso hago.

Mira mi armario y después de unos segundos ya ha sacado varias cosas.

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