XX |the end|

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Me muero, ¿Cómo que esto ya acabó?..
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Ah, no, todavía queda un libro 😫

Bueno equis, ustedes no van a dejar de sufrir así que yo feliz 🎀 (loquette)

En serio, ya acá hablando en serio comenten 😫💕💗

Mateo:

La luz que entra por ventana me hace fruncir el ceño.

—Jeremy… —murmuro, buscando su espalda con mi mano.

No logro encontrarlo así que levanto mi cara que estaba estampada en la almohada. Miro en mi habitación y no logro verlo por ningún lado.

—¿Jeremy? ¿Dónde estás, pendejo? —bufo.

Me doy media vuelta en la cama para acomodarme. La espalda me empieza a doler en el preciso momento en el que me siento.

—¿Te duele mucho?

Mi mirada sube y veo a Jeremy sin camisa, una pantaloneta, el cabello desorganizado y una bandeja de comida sobre sus manos.

—¿Eh? ¿Qué haces despierto tan temprano? —pregunto mientras lo veo acercarse.

Él se sienta a mi lado y con cuidado coloca la bandeja sobre sus muslos.

Acaricia mi cabello y deja un suave beso sobre mi frente.

—Te traje el desayuno. Sabía que estarías adolorido así qué directamente fui a prepararte yo mismo tu desayuno para traértelo.

Me quedo perplejo mirándolo y hago un puchero con mis labios.

—Ay, te amo mucho, imbécil —me acercó un poco a él y le doy un beso.

Él sonríe y vuelve a besarme.

—¿Quieres que te traiga crema y te haga masajes? Tal vez así se aliviane más el dolor, Mon amour.

Su voz ronca mañanera y ese acento francés me hacen reír nervioso.

Desvío la mirada y asiento con la cabeza tratando de ignorar que posiblemente mis mejillas deben estar rojas.

Amo su voz por la mañana.

Él coloca su mano en mi hombro desnudo y me encojo en mi lugar.

Parezco un virgen que no ha sido tocado en siglos.

—¿Por qué estás tan nervioso? —se ríe.

Frunzo el ceño y golpeó su brazo con fuerza.

—¡Oye!..

—Tu me pones así, pedazo de subnormal —interrumpo su queja.

Me cubro la cara con ambas manos porque el solo decir eso me avergüenza demasiado.

Él se queda en silencio por un momento, pero luego se echa a reír.

—¡Eso es adorable! —menciona con emoción.

—¡¿De que hablas?! ¡Oh, Dios, eso es vergonzoso, no “adorable”!

Él con una sonrisa de oreja a oreja apoya su cabeza mi hombro y se restriega como si fuera un gato.

—Vamos, admítelo, es adorable que YO te ponga así.

Niego con la cabeza y trato de apartarlo con mi mano. Obviamente es en vano porque después de ayer no tengo fuerzas.

—Vete a la verga —mascullo molesto.

Él sonríe, aprovechando su cercanía besa mi cuello y cuando volteo a mirarlo el se hace el tonto.

Un verdadero nosotros Donde viven las historias. Descúbrelo ahora